MANUEL ACUÑA ASENJO
EL TRIUNFO
POLÍTICO DEL PACTO ‘NUEVA MAYORÍA’
El gobierno de ‘Nueva
Mayoría’ pudo constituirse como tal luego que dicho pacto político alcanzara la
victoria electoral en diciembre del pasado año merced a dos circunstancias: fue
la primera, contar con la presencia de un líder carismático como lo es Michelle
Bachelet que, para la generalidad de la población votante, a pesar de haber
sido su pasada administración la que puso fin a la era de Gobiernos de la Concertación
de Partidos Por la Democracia, parece representar la ‘reginae mater’; la
segunda, haber podido alcanzar a redactar, poco antes de dichas elecciones, un
programa de Gobierno que recogía gran parte de las demandas ciudadanas
pendientes de realizar hasta el momento de dicha elección. Señala, al respecto,
una analista:
“La retórica de la Reforma de Bachelet ha sido
completamente copiada de las demandas estudiantiles, y diría, hasta mejorada,
si analizamos los artilugios argumentativos del ministro de Educación. Esa
retórica sin embargo, queda vacía si se analizan los contenidos totalmente
minimalistas que promueven desde La Moneda en Educación”[1].
Simultáneamente, empeñó dicha coalición ante la ciudadanía la promesa de una nueva forma de gobernar en el sentido
que no repetiría los vicios del pasado, especialmente en materia de acuerdos
alcanzados a espaldas de los habitantes de la nación. Para el cumplimiento del
programa se urgió al electorado a dar ‘un parlamento para Michelle’; en cuanto
a lo segundo, se ofreció una administración ejercida por una nueva generación
de políticos que comprometían su palabra en torno a actuar con plena independencia
de los partidos. Dentro de la escena política nacional sembró, por consiguiente, grandes
expectativas de cambios y transformaciones.
Con esas armas
electorales, Michelle Bachelet no sólo casi dobló la votación de su rival,
Evelyn Matthei, sino que obtuvo, además, una aplastante mayoría parlamentaria
cuyo número debería haberle permitido llevar adelante todos los cambios
propuestos en ese programa. Sin embargo, no ha sucedido de esa manera. Por el
contrario: todo lo que se suponía realizable comenzó a malograrse en los meses
posteriores a poco de asumir el pacto ‘Nueva Mayoría’ el mando de la nación.
Incluso, a medida que pasa el tiempo, se desdibuja el perfil de las
transformaciones sociales que dicha coalición parecía estar decidida a
emprender, al extremo de desconocerse su propio impulso transformador que
parecía identificarla en sus inicios. Y no es que la naturaleza de dichas
reformas sea intrínsecamente ‘perversa’ o lleve ineluctablemente al ‘comunismo’
como más de alguien podría suponer. Por el contrario: su contenido primitivo
era bastante poco atrevido siendo, en algunos casos, incluso, hasta
conservador. La propia Reforma Tributaria que recientemente ha promulgado la
presidenta no es ni la sombra de aquella que primitivamente había propuesto el
ministro Arenas; tampoco la actual Reforma Educacional que en breve irá al
Parlamento. Para qué hablar de la Reforma Constitucional o de una Asamblea
Constituyente. Y es tan evidente una manifiesta ‘marcha atrás’ dentro de esta
época de transformaciones que, cuando dos de las personas que integraban la
llamada Comisión Presidencial de Expertos para la Reforma de la Salud Privada
—a saber, Gonzalo de la Carrera, presidente del grupo de empresas Colmena
Salud, y Ana María Albornoz, gerenta de la empresa Clínicas Chile (quienes, en
defensa de sus respectivas conductas, alegaron estar dicha Comisión preparando
las condiciones para estatizar las ISAPRES)— anunciaron el retiro de la misma
por las razones antedichas, su secretario ejecutivo, Camilo Cid, pudo decir,
con toda calma, que tales afirmaciones no eran efectivas pues el proyecto
aprobado solamente
“[…]
debía considerar terminar con la discriminación, terminar con las alzas
unilaterales y lo que se acordaba, entonces era poner a las ISAPRES en un
estatus de seguridad social, pero no terminar con ellas de ninguna manera”[3].
Las reformas propuestas,
pues, no serán realizadas en su integridad a pesar de haber ganado la entonces
candidata Bachelet dentro de las reglas del juego impuestas por la dictadura y
con un Parlamento proclive a los cambios.
¿QUÉ HA SUCEDIDO? ¿CUÁL ES LA RAZÓN DE ESTE CAMBIO DE
COMPORTAMIENTO?
No puede afirmarse ingenuamente que todo ello se debe
la virulencia de una ‘derecha’ que desea hacer oídos sordos tanto a razones
como a la ‘voz del pueblo’; tampoco puede decirse que se deba a la acción
solapada de un estamento empresarial poco proclive a los cambios pues, como ya
lo denunciáramos en uno de nuestros anteriores documentos, dicho estamento
apoyaba no sólo a la candidata del pacto ‘Nueva Mayoría’ sino a todo su
Programa de Gobierno, y rechazaba a la que debería estimarse como
‘representante político natural’ de la clase de los compradores de fuerza o
capacidad de trabajo que era Evelyn Matthei.
Para algunos autores, la
razón de tal retroceso radicaría en los límites impuestos por la constitución
pinochetista a una era de cambios, pues su estructura no toleraría grandes
reformas ni permitiría introducir transformaciones ‘estructurales’ al sistema
vigente. Dadas así las cosas, no quedaría sino una solución como la que propone
un analista:
“Para el gobierno sería mejor poder hacer todas las
reformas sin gastar demasiado esfuerzo en la Constitución y por eso yo creo que
es importante notar que estas reformas sólo pueden ser compatibles con la
Constitución en la medida que no se hagan las transformaciones profundas que la
Nueva Mayoría prometió”[4].
Con prescindencia de la polémica que suscita una
eventual reforma o derogación y reemplazo de la constitución pinochetista por
una que refleje la voluntad de las grandes mayorías nacionales, no parecen
atinadas las conclusiones del analista, toda vez que presuponen incapacidad o
ignorancia de parte del actual pacto gobernante de entender a cabalidad el real
significado de la carta fundamental. Como lo hemos expresado repetidamente en
nuestros análisis, ‘Nueva Mayoría’ ganó las elecciones dentro de las reglas del juego impuestas por la dictadura, y con
una extraordinaria presencia de representantes en el Parlamento.
De lo
cual se desprende que no dice verdad el senador Felipe Harboe cuando asegura,
refiriéndose a las reformas que deberían introducirse a la Constitución:
“Tenemos que abrir este debate, y será en el
proceso legislativo donde se defenderán las visiones que correspondan. Ahora
claro, hay que ser realistas, tenemos una Constitución que exige para
reformarse supramayorías, y hoy no tenemos los votos”[5].
Los votos están; son otros los elementos que faltan. Por lo mismo,
tampoco acierta Camila Vallejo cuando, luego de haber sido burlado su partido
por un acuerdo tras bambalinas durante la discusión de la Reforma
Tributaria, se lamenta de la siguiente manera:
“[…] nos hemos encontrado con la oposición política
y económica de la derecha, así como también del sector más conservador de la
Nueva Mayoría, perteneciente al núcleo de la antigua Concertación, quienes en
vez de desarrollar un argumento crítico han preferido emplear la
desinformación, la mentira y la desconfianza, con el sólo fin de infundir miedo
al cambio”[6].
A nuestro entender, las
causas de los impedimentos que han malogrado toda posibilidad de llevar
adelante las reformas del modo primitivamente formulado, parecieran encontrarse
en otros hechos y circunstancias y no en una constitución inadecuada o en la
simple oposición de políticos malévolos y de empresarios inescrupulosos cuya
única finalidad es poner cortapisas a toda iniciativa proveniente del pacto
gobernante. La teoría nos puede ayudar en el empeño por conocer qué es lo que
efectivamente está sucediendo.
CAMPO EN EL QUE SE REALIZAN LAS CONTIENDAS POR LAS
REFORMAS
Las reformas
no se han discutido en cualquier campo. No. Lo han hecho allí donde opera la escena política nacional que es el campo
político abierto al interior de la
sociedad. No se han realizado, en consecuencia, dentro del campo social.
Y no podría ser de otro modo pues quien prometió realizarlas (‘Nueva Mayoría’)
es un sujeto político cuyo campo de
acción es la escena política de la
nación. Esto no es novedad: cuando un actor político ofrece a la comunidad un
programa de gobierno con reformas destinadas a beneficiarla, dicho programa es
un programa político que tiene sus
propios ejecutores. Por consiguiente, no tiene por qué ser realizado por
dicha comunidad.
En efecto, lo normal es que el programa de gobierno lo
ejecute el propio actor político que se siente representante natural de
determinadas clases o fracciones de clase. Y si así sucede en estricta teoría,
no tendría por qué ser diferente en la vida real. Lo cual explica por qué la
ejecución del programa del pacto ‘Nueva Mayoría’ estaría a cargo de la
dirección de ese pacto; los actores sociales jamás serían consultados aunque
tal programa se confeccionase sobre la
base de determinadas demandas sociales. Su ejecución sería efectuada por
actores políticos, en su carácter de representantes obligados de la comunidad.
Y como esa representación se realiza, en gran medida, dentro del Parlamento,
deben ser los parlamentarios quienes examinen y resuelvan sobre el contenido de
dichas reformas. De ahí la urgencia de contar con una amplia mayoría congresal
contenida en la frase ‘Un parlamento para Michelle’. Sin embargo, todo ello no
explica por qué, aún así, contando con esa mayoría, las reformas no se realizan
hoy sino se desdibujan constantemente.
IMPORTANCIA DE
LA PARTICIPACIÓN ELECTORAL
El SK posee
una forma de gobierno democrática representativa. Se construye sobre una
periódica realización de elecciones para determinar las autoridades que han de
regir ese sistema de dominación. La participación ciudadana en cada uno de esos
eventos se convierte en un acontecimiento de especial relevancia; y es que
tiene por finalidad legitimar la vigencia del propio sistema. Cuando así no
ocurre, aquel se torna tremendamente vulnerable.
En las
elecciones de diciembre pasado, no hubo una participación ciudadana que
legitimara ipso facto, ipso jure, a
la mayoría triunfante. Solamente un 40%
de la población hábil para votar se hizo presente en tales elecciones,
lo que puso de manifiesto la profunda desconfianza que siente gran parte de aquella
en lo que se ha dado en llamar ‘clase política’ que, en estricta teoría,
corresponde a lo que constituye la ‘escena política’ de la nación. Es cierto
que el sector denominado ‘Nueva Mayoría’ sobrepasó ampliamente a su rival, la
‘Alianza Por Chile’, que sólo obtuvo un 38% de aquel 40% en tanto la candidata
Michelle Bachelet recibió un 62%. Sin embargo, es necesario tener presente el
fenómeno de la abstención, es decir, que el 60% de la población nacional había
rechazado concurrir a votar, situación que permitió poner de manifiesto un
hecho trascendental: el Gobierno recién electo gobernaría solamente con un
apoyo ciudadano que no se elevaría más allá de un 24% de esa población nacional[7].
En estricta verdad, un Gobierno de minoría como jamás se había visto desde el
advenimiento de la democracia post dictatorial. Se puede decir, entonces, que
Bachelet ganó, pero lo hizo en condiciones precarias. En condiciones de extrema
debilidad. Lo que ponía, forzosamente, en difíciles condiciones su programa de
gobierno. Y si ya antes de la justas electorales ese programa contaba con el
beneplácito del empresariado nacional, que no veía en su contenido una amenaza
real en contra de sus intereses, las condiciones de extrema debilidad en que la
coalición triunfante se hacía cargo del gobierno de la nación brindaban a las
clases dominantes condiciones extremadamente favorables para introducirle
mayores talas y reajustes a las susodichas reformas; en buen chileno, el
resultado electoral permitía al empresariado y sectores políticos que
representan naturalmente esos intereses de clase, extraer, con extraordinaria
facilidad, ‘las castañas con la mano del gato’.
Agreguemos otra circunstancia: a poco andar, la nueva
coalición gobernante comenzó a exhibir su verdadero rostro. No hay
independencia del pacto respecto de los partidos políticos; por el contrario,
se instala un comité político integrado por los máximos dirigentes de los
partidos como organismo de consulta que se reúne una vez a la semana en La
Moneda y gran parte de las reformas comienzan a ser examinadas por ‘Comités de
Expertos’. El programa, por otra parte, se ha revelado como un resumen bastante
distorsionado de las demandas populares, tremendamente ambiguo, la nueva forma
de gobernar prometida durante la campaña electoral se muestra en toda su
precariedad, y las promesas hechas al electorado se diluyen al compás de los
acontecimientos.
POSIBILIDAD DE
AVANZAR EN EL CUMPLIMIENTO DE LAS PROMESAS
La posibilidad de avanzar en el cumplimiento de las
promesas empeñadas se hace así cada vez más difícil. No basta, por ende, que un
enfebrecido diputado, como lo es Jaime Quintana, presidente del Partido Por la
Democracia PPD, pida pasar la ‘excavadora’ (o la ‘retroexcavadora’) por sobre
la normatividad del sistema pues no se llega a la luna sobre las ancas de un
caballo. Ni que otras personas se enfrasquen en discusiones acerca del
cumplimiento de las mismas, como ocurriese con el senador Guido Girardi luego
de oír las palabras de uno de sus colegas de tienda, el senador Felipe Harboe:
“El gobierno de Michelle Bachelet es… [un gobierno]
de transición social, donde vamos a tener dos, o, eventualmente, tres reformas
importantes: la tributaria, la educacional y una reforma constitucional, que va
a quedar probablemente lanzada y en discusión”.
“[…] será el futuro gobierno, a mi juicio, el que
profundice esta transición social en la reforma a las AFP, a la salud y una
reforma laboral. Para eso, esta coalición tiene que proyectarse en el tiempo”[8].
No, alegó rotundamente Girardi, hay un compromiso y
los compromisos deben ser respetados.
“La palabra empeñada es sagrada y por lo tanto
tendremos nueva Constitución al final del Gobierno de la Presidenta Bachelet”[9].
Sin embargo, aquello no ocurrirá. Aún cuando lo
asegure un sujeto como lo es Rodrigo Peñailillo que representa la voz de la
Primera Mandataria.
“El gobierno tiene un calendario muy claro y lo que
hemos dicho es que este año avanzamos con la reforma tributaria, la reforma
educacional en distintos niveles y con la reforma del sistema electoral
binominal”[10].
“El próximo año comenzamos con la otra reforma
estructural que es una nueva Constitución para Chile, nacida en democracia,
como corresponde a todo país que se siente orgulloso del proceso político que
está viviendo”[11].
WHISHFULL THINKING
Así, llegamos al núcleo del problema: las reformas
prometidas, a pesar de ser una copia desnaturalizada de las verdaderas demandas
ciudadanas, no podrán llevarse adelante en la forma prometida. No hay
posibilidad de hacerlo. La ciudadanía no ha respaldado al gobierno de Bachelet
porque no tiene confianza en los estamentos que dirigen la política nacional.
No hay confianza en la dirección de la nación, llámase ésta administración,
parlamento, justicia, municipalidad o contraloría. Quedan, por consiguiente,
como simples aspiraciones las palabras del ministro de Educación Nicolás
Eyzaguirre quien, luego de podar sistemáticamente todas las demandas
estudiantiles, sostenga hoy y ante el temor de fracasar en su
gestión, en una alocución ante el Pleno del Comité Central del Partido
Socialista, que la ciudadanía deberá salir a la calle a defender el proyecto
gubernamental.
“Se necesita coraje, convicción, que todos salgamos
a la calle a convencer a las familias, a unirnos a los profesores y estudiantes
en esta gran lucha y no hacer caso a las maniobras que hace la oposición para
intentar dividirnos”[12].
No deja de ser irónico que haya sido el propio
ministro de Educación, Nicolás Eyzaguirre, ministro de Hacienda de Ricardo
Lagos, director del Fondo Monetario Internacional FMI para la región y creador
del sistema CAE, destinado a endeudar a los jóvenes estudiantes, quien
formulara tales aseveraciones.
Un gobierno débil, un gobierno sin apoyo ciudadano no puede llevar
adelante transformaciones de magnitud. Mucho menos pensar, ingenuamente, como
lo hace un analista, que bastan las mayorías parlamentarias para emprender el
camino sin retorno de las transformaciones sociales:
“El futuro de las reformas se basa en comprender que las mayorías son
para usarlas, y que en el proceso hay ganadores y perdedores. Llevar a cabo las
reformas tal como se plantean en el programa de gobierno no sólo es necesario
para un país más justo, sino que necesario para cumplir con lo prometido a la
ciudadanía, la que hizo un gesto de confianza al votar por un proyecto y no
optar por otro”[13].
Tomar los deseos por realidades es vivir de engaños propios. Es creer,
más que razonar. Creencias y deseos son causa de los errores que se cometen a
diario en las altas esferas políticas. Inducen a una militancia crédula a
persistir en el error y a defender lo indefendible.
ANALOGÍAS
ANACRÓNICAS
Terminemos
este comentario refiriéndonos a otro hecho relevante en el mundo de las
discusiones relativas a las reformas emprendidas por el gobierno del pacto
‘Nueva Mayoría’.
Ante la
embestida del poder empresarial —y,
naturalmente, de su representación política natural—, que
advierte la debilidad manifiesta del pacto gobernante, un grupo no despreciable
de personalidades, ligadas de una u otra manera al pacto ‘Nueva Mayoría’, ha
querido recurrir, una vez más, a afirmaciones equívocas. Nostálgicos, en gran
medida, del gobierno de la Unidad Popular, haciendo gala de una escasa
preparación teórica, han querido hacer una analogía de lo que le sucede al
gobierno de Michelle Bachelet respecto del gobierno de Salvador Allende. Esta
comparación odiosa no es nueva. Comenzó al momento de instalarse Isabel Allende
en la presidencia del Senado en donde no pocos recordaron que antes de ser
elegido presidente de la nación, Salvador Allende fue presidente del Senado[14],
de lo cual se deduciría que la senadora sería la ‘natural continuadora’ de
aquel. Como si las cualidades y calidades humanas se heredasen por transmisión
genética.
Pero esos equívocos no han terminado allí sino
persisten en las palabras de otras personalidades como los temores que
manifestaba la propia madre de la presidenta ante el clima de confrontación que
parece existir dentro de la escena política nacional. No ocurre de manera
diferente con algunos parlamentarios que construyen otras comparaciones
odiosas, ni con el embajador de Chile en Uruguay Eduardo Contreras quien asoció
los estallidos de los artefactos explosivos de septiembre recién pasado en dos
o tres puntos de la capital con el clima de efervescencia que se vivió antes
del golpe militar en 1972/1973. Dijo Contreras:
“Mi lógica es la siguiente: cuando no hay cambios no
hay terrorismo. ¿A quién le interesan los actos terroristas? A la derecha, a la
derecha empresarial. Y no siempre actúan los derechistas en los hechos. Cuando
durante el gobierno de Salvador Allende] el grupo Patria y Libertad empezó a
actuar por la CIA, eran casi de izquierda. Yo esos cuentos ya los conozco. Pero
no creo que el terrorismo llegue mucho más allá. La derecha se va a oponer, se
seguirá oponiendo y tratará de negociar todo lo que pueda para que las reformas
sean lo más débiles que sea posible”[15]
Estas ‘analogías
anacrónicas’, como las denominaba Karl Marx, pueden resultar tremendamente
descabelladas e, incluso, constituirse en trabas para el desarrollo de las
ideas de quienes las hacen; porque, antes de nada, hacen feliz a la
representación política natural de las clases dominantes que encuentran, en
esas expresiones, una razón más para atacar las maniobras del pacto gobernante.
Michelle Bachelet no es Salvador Allende, en primer
lugar, ni su gobierno enfrenta una crisis similar a la que vivió Chile en los
años 72/73; tampoco su pacto electoral, ‘Nueva Mayoría’, es la ‘Unidad
Popular’. Y la época actual, de unipolaridad y de expansión sin precedentes del
sistema capitalista mundial, no es la de los años en que se produjo el golpe
militar. Constituye un error político de proporciones afirmar semejante
incongruencia. Primero, porque, con prescindencia de lo dicho, se trata de una
analogía antojadiza, sin base alguna en la realidad, una afirmación sin base
teórica alguna, sino formuladas con la única finalidad de conmover las fibras
sensibles de una población ideologizada. Segundo, porque las transformaciones
que intenta llevar a cabo el gobierno del pacto ‘Nueva Mayoría’ ya han sido
suficientemente suavizadas como para recibir la aprobación de los representantes
políticos naturales del gran capital, a diferencia de las grandes
transformaciones contenidas en el Programa de Gobierno de la Unidad Popular que
golpeaba fuertemente los intereses de esos sectores. Tercero, porque la
generalidad de esas transformaciones —algunas de ellas atacaban la estructura misma del
sistema capitalista, como lo era la participación de los trabajadores en la
dirección de las empresas—no pueden
compararse en modo alguno a aquellas que se han intentado durante todos estos
años de democracia protegida. Y, finalmente, digamos que, a diferencia de lo
que hoy ocurre, en donde el Gobierno de Bachelet pierde continuamente el apoyo
ciudadano, el de la Unidad Popular crecía día a día, al extremo que no pocos
historiadores concluyen, hoy, que también en esa circunstancia pueden
encontrarse algunas de las causas que motivaron el golpe de Estado de 1973.
CONCLUSIÓN
Así, pues, el campo de las negociaciones con los
sectores de la Alianza Por Chile se abre ampliamente para el pacto ‘Nueva
Mayoría’, afirmación compartida por el ex asesor del ex presidente Lagos Ernesto Ottone cuando
afirma que las reformas se harán de manera democrática, es decir, buscando el
consenso entre los grupos políticos, consenso del cual el acuerdo sobre Reforma
Tributaria constituye un ejemplo notable[16]. Y
personajes que visten traje de ‘progresistas’ se inclinan por la celebración de
un pacto social que
“[…] en nada afectan la
competitividad y supervivencia de las empresas”[17].
La posibilidad de hacer valer el triunfo electoral en
el Parlamento y la de poder aprobar las transformaciones sociales empleando las
mayorías parlamentarias ha sido puesta fuera del alcance de toda discusión, y las
verdaderas razones que han obligado al pacto ‘Nueva Mayoría’ a adoptar
semejante conducta se transforman en elementos que deben permanecer en la
penumbra. En consecuencia, no debe sorprender que en los meses venideros las
promesas electorales continúen siendo convenientemente negociadas y modificadas
o, simplemente, terminen siendo arrugadas como papeles inservibles y arrojadas
al tacho de la basura. Entre otras, la de no actuar a espaldas de la ciudadanía
y conceder menor importancia a las demandas de los partidos políticos en torno
a beneficiar a sus clientelas electorales o a sus dirigencias. Las conversaciones
entre la dirigencia del Partido Socialista PS y de Renovación Nacional RN en
torno a poner fin a las discusiones sobre el escándalo de los dineros para el
financiamiento de las campañas electorales parecen ser un hecho que apunta en
esa dirección.
Santiago,
octubre de 2014
[1] Sepúlveda, Nicolás: “Las claves de la debilidad del movimiento estudiantil 2014”, ‘El
Mostrador’, 11 de agosto de 2014. La cita es de Julio Retamal.
[3] Redacción: “Camilo Cid: ‘No
hay intención de estatizar el sistema de ISAPRES’”, ‘El Mostrador’, 29 de
septiembre de 2014.
[4] Redacción: “Fernando Atria:
‘La constitución fue hecha para que un programa como el de Nueva Mayoría no
fuese realizable’”, ‘El Mostrador’, 7 de octubre de 2014.
[5] Redacción: “Harboe dice que no habrá constitución en este nuevo período…”, ‘El
Mostrador’, 9/08/14.
[6] Redaccion: “Camila Vallejo:
‘El sector conservador de Nueva Mayoría […]’”, ‘El Mostrador’, 30 de julio de 2014.
[7] La candidata Evelyn Matthei,
de la Alianza Por Chile, tuvo el apoyo tan sólo de un 16% de la población
nacional. Ese sería el apoyo que a la política de la llamada ‘derecha’ daría el
potencial electorado chileno. Sumado dicho apoyo al 24% de su victoriosa rival,
quienes confían en el sistema democrático chileno apenas alcanzarían a un 40%.
[9] Cable
de Agencia EFE: “Gobierno dice que reforma para nueva Constitución empezará en
2015”, ‘El Mostrador’, 10 de agosto de 2014.
[12] Cable
de Agencia EFE: “Eyzaguirre llama a
defender ‘en la calle’ reforma educacional”, ‘El Mostrador’, 09/08/14.
[13] Quiero,
Francisco: “El Estado no es neutro: el futuro de las reformas del Gobierno”,
‘El Mostrador’, 14 de agosto de 2014.
[14] Al momento de escribir estas
líneas, hay una pugna al interior del PS de algunas personas que quieren llevar
de candidata para las elecciones de 2017a la presidenta del Senado Isabel
Allende.
[15] Redacción: “Embajador PC en
Uruguay incomoda al gobierno […]”, ‘El Mostrador’, 16 de octubre de 2014.
[16] Las expresiones
de Ottone fueron vertidas en el programa ‘Tolerancia Cero’ de 19 de octubre de
2014.
[17] Enríquez
Ominami, Marco y Requena, Raúl: “Reforma Laboral: Hacia un nuevo Pacto Social”,
‘El Mostrador’, 19 de octubre de 2014.