No sólo El Mercurio mintió ayer. Hoy la
prensa concertacionista miente por omisión, cuando no se dice que Eugenio
Ruiz-Tagle fue del MAPU, dato importante para entender su asesinato. Se
pretende hacer desaparecer el Partido de Eugenio, que no haya la menor memoria
de su existencia. Por algo será.
DDHH. Las
volteretas del diario de Edwards: El Mercurio no solo Miente es “Cómplice”
16/01/2016
Por Mario López M.
Más de cuarenta años
después del crimen del ingeniero Eugenio Ruiz-Tagle, ejecutado político, El
Mercurio publica una carta al director que da cuenta de la sentencia judicial,
que establece la verdad del caso. Años antes, informaba que el joven
profesional había sido fusilado tras un Consejo de Guerra (inexistente),
culpable de “malversación y terrorismo”, cargos que fueron inventados. Ruiz Tagle
en realidad fue ametrallado y repasado a corvo por los integrantes de la
Caravana de la Muerte.
El emblemático caso
del ingeniero Eugenio Ruiz-Tagle Orrego, exgerente de Industria Nacional del
Cemento (Inacesa) en Antofagasta, brutalmente ejecutado en 1973 por la llamada
Caravana de la Muerte, y cuya reciente sentencia definitiva estableció como uno
de los crímenes más atroces de la dictadura, no solo ha estado ligado
fuertemente a la historia de violaciones de DDHH en el país, sino que también a
El Mercurio, al primer desafuero de Pinochet y a la participación de la
aristocracia nacional, que llevó al propio Jaime Guzmán, mentor de la UDI, a
intervenir en el caso.
“Hasta la vista,
amigo”
El 12 de septiembre
de 1973 Eugenio Ruiz-Tagle Orrego optó por presentarse voluntariamente ante los
mandos militares de Antofagasta, luego de ser requerido a hacerlo por el Bando
Militar n° 3. Herman Zuljevic Rojas, directo colaborador del ingeniero, lo
acompaño a hacerlo. “No creía que lo iban a matar. Eugenio decía que creía en
el apego de los uniformados a la democracia”, recuerda. “Nos despedimos con un
apretón de manos cariñoso, deseando volver a encontrarnos”. Esa fue la última
vez que su amigo y también su familia lo vieron vivo. Tras estar preso por 11 días
en la base aérea de Cerro Moreno de Antofagasta, fue trasladado a la cárcel
local. Desde ahí fue secuestrado y asesinado, transformándose en una de las 75
víctimas de la Caravana de la Muerte.
Ruiz-Tagle (26), una
persona catalogada de “brillante y humanitaria” por quienes desde su entorno
dialogaron con Cambio21 acerca de su historia, era primo del expresidente
Eduardo Frei Ruiz-Tagle. En aquel entonces estaba casado con Mónica
Espinoza –quien posteriormente se transformó en la esposa del ex ministro José
Joaquín Brunner (PPD)-, tenía una hija: Josefa. Su viuda reconoció que “Eugenio
se presentó porque pensó que, si no lo hacía, mucha gente iba a caer presa, y
probablemente yo y la Josefa íbamos a sufrir las consecuencias también (…) les
informaron a los papás en ese momento. Que era una cosa totalmente
administrativa, que no había ningún cargo contra él, que nunca había estado
involucrado en nada, y que esto simplemente se tenía que aclarar”.
Eugenio Ruiz-Tagle
fue uno de los 14 prisioneros políticos que fue secuestrado desde la cárcel
pública en Antofagasta por la Caravana de la Muerte y llevado clandestinamente
a la “Cuesta del Way”, en el desierto, donde fue masacrado. Jamás a su respecto
se ejecutó un Consejo de Guerra, nunca fue juzgado, como asegurara más tarde la
dictadura y El Mercurio. Uno de los testigos del secuestro fue el otrora cabo
de Gendarmería Luis González Pacheco, quien declaró: “Los formaron al lado de
los camiones y uno que mandaba comenzó a pasar lista. Después dijo: ¡Ya, arriba
con ellos! Los militares los tiraron al camión como sacos de papas. Los
detenidos estaban asustados y algunos preguntaban: ¿Dónde me llevan? ¿Qué me
van a hacer?”, recuerda.
¡Miserables!
El general Gonzalo
Santelices –quien fuera absuelto del crimen-, declaró judicialmente que
salieron de Antofagasta en camiones y se internaron en la pampa, deteniéndose a
esperar al escuadrón de Arellano Stark. Luego procedieron a bajar a los
detenidos “Los formamos en línea frente a los camiones, que tenían las luces encendidas.
Vi que estaba Fernández Larios. Enseguida se sintieron miles de disparos
(luego) “los llevamos a la morgue, donde nos estaban esperando”, confesó el
general. Lo que no relata, pero sí lo hacen los demás testigos que participaron
del horrendo crimen, fue lo acontecido durante los homicidios y el estado de
los cuerpos.
Así lo describió su
madre, Alicia Orrego: “Sólo pude ver a mi hijo ya en el ataúd, a través del
vidrio. De las torturas que sufrió en su cuerpo, no puedo dar testimonio
directo. No lo vi, pero el abogado y el empleado de la funeraria lloraban al
contármelo. De su cara, de su cuello, de su cabeza, sí puedo hablar. Lo tengo
grabado a fuego para siempre. Le faltaba un ojo, el izquierdo. Tenía la nariz
quebrada, con tajos, hinchada y separada abajo, hasta el fin de una aleta.
Tenía la mandíbula inferior quebrada en varias partes. La boca era una masa
tumefacta, herida, no se veían dientes. Tenía un tajo largo, ancho, no muy
profundo en el cuello. La oreja derecha hinchada, partida y semi arrancada del
lóbulo hacia arriba. Tenía huellas de quemaduras o, tal vez, una bala
superficial en la mejilla derecha, un surco profundo. Su frente, con pequeños
tajos y moretones. Su cabeza estaba en un ángulo muy raro, creí por eso que
tenía el cuello quebrado”.
La abogada Alicia
Vidal Magno, recuerda cómo quedó el ingeniero, tras ver su cuerpo en la morgue
local: “Les faltaban las uñas de las manos y los pies (…) su columna estaba
quebrada en tres partes, presentaba fracturas en el cráneo y las costillas, sus
puños estaban amarrados con alambre y le faltaba un ojo”. El testimonio de la
profesional coincide con la autopsia. El general Lagos relató al juez Guzmán:
“Estaban irreconocibles, masacrados”. En el proceso se puede leer: “Los
llevaron a una quebrada, amarrados, rodeados de un inmenso contingente militar
y luego, ya de noche alumbrados por los focos de los vehículos, desde unos
camiones bajan los soldados camuflados y con pinturas, corriendo y gritando,
armados con corvos y prácticamente destrozan a las víctimas que nada podían
hacer”.
El Mercurio, “secuaz”
de la dictadura
El Mercurio tituló el
19 de octubre de 1973 sobre los hechos: “Planeaban asesinatos en masa en
Antofagasta” y a continuación daba cuenta que Eugenio Ruiz-Tagle Orrego fue ejecutado
(fusilado) por instrucciones “ordenadas por la Junta Militar de Gobierno a fin
de acelerar el proceso de depuración marxista y de centrar los esfuerzos en la
recuperación nacional“. No fue la única oportunidad en que se refirió a lo
acontecido con el joven ingeniero, lo haría muchas otras veces después, incluso
recientemente, algunas para avalar de manera cómplice el crimen, otras para dar
a conocer cartas de la familia e incluso un reportaje que daba a reconocer el
“exceso cometido respecto de este joven y destacado profesional”.
La edición de El
Mercurio del 9 de junio de 1976 dio a conocer la “defensa” de la dictadura al
Informe sobre “ejecuciones ilegales” de la CIDH de la OEA, y donde se daba
cuenta del caso del ingeniero: “Ruiz-Tagle Orrego fue procesado en la causa
349-73 que instruyó el 1° Juzgado Militar de Antofagasta. Se le comprobó
participación como autor de malversación de caudales públicos (…) giró fondos
para adquirir armamentos para el partido Socialista y el Movimiento Acción Popular
(sic). Se acreditó su responsabilidad en la organización de un plan terrorista
programado para los días 18 y 19 de septiembre de 1973. Como consecuencia de
haberse comprobado fehacientemente su responsabilidad en estos hechos, el
tribunal correspondiente le impuso la pena de muerte que se cumplió por
fusilamiento el 19 de octubre de 1973.”
Jamás hubo juicio,
menos “fusilamiento”, pues fue una vil masacre, pero para El Mercurio, la
respuesta de la dictadura debía ser ensalzada: “Deseamos que este esfuerzo (el
del gobierno de Pinochet) contribuya a disipar las falsedades que se repiten
sobre Chile en el exterior, y a situar en sus verdaderos términos la situación
de los derechos humanos en nuestro país. Este aporte a la verdad corresponde a
la mejor tradición de la prensa chilena”, aseguraba el diario de propiedad de
Agustín Edwards. La “noticia” que daba por cierta El Mercurio, era una puesta
en escena del general Joaquín Lagos, jefe de zona de Antofagasta, tras los
asesinatos ejecutados por la comitiva del general Arellano Stark. Lagos, que se
opuso a la medida, confesó judicialmente que debió mentir para mantener
“ascendiente sobre la ciudadanía”.
De Pinochet a Jaime
Guzmán
Las acusaciones sobre
el crimen de Ruiz-Tagle llegaron a altas esferas de la dictadura. Ellas
denunciaban terribles flagelos, inexistencia de juicio y muerte cruel,
ejecutada por la comitiva de Arellano, en su calidad de "delegado"
del mismo Pinochet. El ministro de Justicia de la época, Gonzalo Prieto
Gándara, el 31 de octubre de 1973, envió un memorándum confidencial al general
Patricio Carvajal, entonces titular de Defensa, en que daba cuenta de “las
torturas a que habría sido sometido el ciudadano don Eugenio Ruiz-Tagle Orrego,
quien posteriormente fue ejecutado al parecer sin previa condena del Tribunal
competente”. Y, además, señala: “La denuncia en cuestión me ha sido confirmada,
personalmente, por los abogados Sergio Diez Urzúa y Jaime Guzmán Errázuriz”.
Pinochet no dudo en
contestar por escrito el 24 de noviembre de ese año al general Osvaldo Salas,
Auditor General del Ejército: “Proponga respuesta: El señor Eugenio Ruiz-Tagle
O. fue ejecutado en razón a los graves cargos que existían contra él. No hubo
torturas, según información”. Este sería uno de los documentos vitales tenidos
a la vista al momento de provocar el primer desafuero de Pinochet: “Si al
Comandante en Jefe del Ejército le hubiere merecido reproche lo actuado por
Arellano, resultaría totalmente incomprensible que el 2/12/1973, antes de haber
transcurrido dos meses de los luctuosos sucesos, asumiera como Comandante en
Jefe de la 2ª División del Ejército”, indica la sentencia.
María Alicia, la
hermana de Eugenio, recuerda: “Ciertamente, Jaime (Guzmán) se enteró de la
muerte de Eugenio por un bando militar que decía que habían ejecutado al
terrorista Eugenio Ruiz-Tagle o algo por el estilo. Me consta que Guzmán dijo
que si tenía que poner las manos al fuego por alguien, ese era Eugenio, ya que
se conocían y respetaban mucho desde la época de la universidad. Guzmán dijo
que iba a hacer los contactos con los miembros de la Junta, y sé que tenía muy
buena relación con el general Óscar Bonilla. Me constan las varias llamadas
recibidas de parte de Jaime Guzmán y del general Bonilla, quien personalmente
me expresó su dolor por lo ocurrido”.
No se crea, como
intentó hacerlo aparecer en su oportunidad el gobierno totalitario y la propia
cadena Mercurial, que Jaime Guzmán hubiera sido un adalid de la justicia. Como
se recordará, Guzmán era partidario acérrimo de la dictadura y contrario, como
solía decirlo, a la “dictablanda”. Una minuta conocida del inspirador de la
UDI, luego del golpe, señala: “El éxito de la Junta está directamente ligado a
la dureza y energía que el país aplaude. Todo complejo o vacilación en este propósito
será nefasto. El país sabe que enfrentará una dictadura y la acepta”. Guzmán
sostuvo que “la Junta de Gobierno no responde ante nadie, sino ante Dios y la
historia”, según consta en la sesión de la Comisión Constituyente del 5 de
septiembre de 1974.
¡Por fin se hace
justicia!
El Mercurio volvería
un par de veces a referirse al caso de Ruiz-Tagle, incluso con una extensa nota
publicada el 17 de febrero de 2001, que se titulaba “Los pedazos de una vida”,
cuyas autoras son Marcela Escobar y Virginia Herrera. Allí se relataba la
truncada vida del joven profesional. El artículo comenzaba: “Fue un excelente
alumno del Verbo Divino. Un deportista innato. Un idealista que optó por la
sencillez extrema. En octubre de 1973 se convirtió en uno de los torturados y
fusilados por la llamada Caravana de la Muerte. Un documento revelado hace diez
días acredita que el general (r) Augusto Pinochet habría sabido de su
ejecución. Esta es la historia que hay detrás de un joven que se encontró con
la muerte a los veintiséis años”.
Se trataba de El
Mercurio, el mismo que había acusado a Ruiz-Tagle de terrorista y delincuente.
No hubo un mea culpa, menos pedir perdón… Hace pocos días, en sus cartas al
director, dio cabida nuevamente al tema. Esta vez publicó (sin censura al
parecer), una nota de la hermana del joven ingeniero asesinado, que daba cuenta
de la sentencia de la Corte Suprema que condenó a parte de los criminales que
participaron de los luctuosos sucesos que llevaron a la muerte a su hermano.
“Señor Director: El
19 de octubre de 1973, mi hermano Eugenio fue asesinado en Antofagasta por
miembros de la comitiva del general Arellano Stark, delegado especial de
Pinochet. El 18 de diciembre de 2015, 42 años más tarde, la Corte Suprema
confirmó la resolución de la Corte de Apelaciones y condenó a siete
suboficiales (r) de la llamada Caravana de la Muerte por 14 delitos de
homicidio calificado en Antofagasta durante la noche del 18 al 19 de octubre de
1973. Sergio Arellano Stark fue sobreseído por demencia (…) Ni el estar bajo la
custodia del Ejército ni las gestiones al más alto nivel de Gastón Cruzat y
Luis Fernandois, abogados de mis padres, impidieron que fuera torturado en
Cerro Moreno ni que fuera masacrado y mutilado hasta morir por quienes
conformaban la Caravana de la Muerte”, señala la carta.
“Esta verdad se negó reiteradamente durante
décadas. Mi familia tuvo que soportar durante años todo tipo de hirientes
comentarios y recriminaciones relacionadas con sus supuestas actividades
"terroristas" (…) La sentencia de la Corte Suprema por fin valida
nuestra verdad. Lo triste es que ya pasó demasiada agua bajo el puente y el
tema a pocos interesa; el juicio social ya está hecho. Mis padres y hermano
Emilio murieron prematuramente llevando esa pena en su corazón (…) Sin embargo
me alegra que esta sentencia aún llega a tiempo para mis muy queridas cuñada
Mónica y sobrina Josefa e hijos. El juicio de la historia les reafirmará que su
padre fue un hombre de bien, que creyó en la solidaridad y la justicia con una profunda
dedicación a los más desposeídos, y que por ello terminó asesinado. La
impunidad finalmente llegó a su fin”, termina señalando María Alicia Ruiz-Tagle
Orrego.
Comentario:
Eugenio fue fundador y militante del MAPU. Desde marzo de
1973 formó parte del MAPU Obrero Campesino. Por su consecuencia, su calidad
humana y el puesto que desempeñaba en el servicio público –en calidad de
militante- fue asesinado por la Caravana de la Muerte.
Por lo general, los medios de comunicación del régimen
neoliberal no publican nada que mencione al MAPU. Hay una orden al respecto, al
MAPU solo se le menciona para denigrarlo; al Partido y a su gente. El régimen
mantiene una estrategia de desaparición y negación contra el Partido de ayer y
el de hoy.
L«s compañer«s que fuimos del MAPU,
PMOC, MJL y otras orgánicas de la misma familia, estamos reorganizándonos. Esto
no le gusta al capital, al neoliberalismo. “POR ALGO SERÁ”, como decía Rodrigo
Ambrosio.
Pero nuestra desaparición no le resultó a Pinochet, a la
DINA, a la CNI. No le resultó a Belisario del Asco, a Juan Carvajal, a Jorge
Burgos. Se les chingó, y aquí estamos, junto a Rodrigo, a los Maureira, a
Lincoyán Huenul, a Antonioletti, a Norma Vergara, a Maino, a Elizabeth Rekas, a
Cecilia Magnet, a tant«s otr«s. Sus banderas siguen alzadas. Nuestr«s compañer«s siguen en la lucha.