Ana T. Toro
Chile, agosto y 2011. Las calles repletas de estudiantes, trabajadores, organizaciones sociales y otros miles, exigiendo educación pública y gratuita. Los hijos, hijas, nietos y nietas exigiendo sus derechos y reclamando lo que los padres, madres, abuelos, la izquierda...no hemos logrado conseguir, ni siquiera hemos logrado organizarnos, convocarrnos como lo están haciendo ellos.
En salud, al igual que en la Educación, estamos regidos por la macabra constitución de 1980 que garantiza y prioriza el lucro en dos de los más básicos derechos del hombre. En ambas se aplican políticas de mercado, en ambas el individuo es el único responsable de garantizar su acceso, el Estado, cada vez más se desliga de su responsabilidad, por tanto, el ser humano persiste inserto en este sistema de dominación donde las reacciones son consecuencia directa de las distintas formas de represión que se desprenden del capitalismo como forma de este Estado. La sociedad capitalista donde vivimos hace habitual la aplicación de la violencia en todas sus formas, la violencia sistémica sigue siendo por excelencia el vehículo del Estado para la perpetuación de la dominación del hombre.
La coacción violenta y el terror, impuestas por la dictadura de Pinochet, creó un contexto social que favoreció cambios en la mentalidad de los chilenos, que claramente tienden al ensimismamiento, al aislamiento social, por ende anulan su participación colectiva, social. Esta coacción ha sido mantenida por los gobiernos posteriores .Se logró instalar el miedo como elemento de control para inmovilizar al individuo para finalmente obtener la inamovilidad social y política, que se había mantenido, prácticamente intacta hasta estas últimas manifestaciones multitudinarias.
Sin embargo, en nuestras calles se echa de menos la presencia de la gran masa trabajadora de la SALUD. Sectores aislados , principalmente dirigentes, hacen presencia y manifiestan su apoyo, pero los últimos descuentos en los salarios de los empleados públicos se ponen de manifiesto hoy en día en la ausencia por miedo tal vez, al castigo económico al finalizar el mes, obviamente, también se pone de manifiesto la pérdida de confianza en la CUT y sus dirigentes, desde que asumieron una posición oficialista durante el gobierno de Bachelet, e incluso desde antes no han estado a la altura de los dirigentes estudiantiles que hoy en día dan una lección de rebeldía y convicción, como hace años no se veía.
En abril de 2011, un informe realizado por la OCDE dio a conocer que Chile se encuentra en el primer lugar de los países con peor distribución del ingreso y con los mayores índices de pobreza entre los miembros de esta entidad. A la par, la imagen internacional de Chile, vendida por los gobiernos concertacionistas y el actual, es la de un crecimiento económico floreciente y una estabilidad envidiable, que hace de Chile un paraíso terrenal. Lo que no mencionan obviamente es que dicho crecimiento económico no disminuye en lo más mínimo la brecha entre los ingresos económicos, y que esta desigualdad imperante en los ingresos es consecuencia directa y lógica del sistema económico que se ha mantenido intacto desde la dictadura de Pinochet, es un problema estructural.
Ninguno de los gobiernos posteriores a Pinochet ha manifestado la voluntad política de realizar cambios profundos que tiendan a buscar la igualdad en el país, al contrario, han insistido en la aplicación de políticas públicas propias de la dictadura, apoyadas en la Constitución de 1980. De todos los países de la OCDE, sólo Estados Unidos, México y Chile tienen más gasto privado que público en salud. Chile también forma parte de los países con menos gasto pér capita en salud, junto con México y Turquía.
Según la Base de datos de la OCDE sobre salud 2011, en el año 2009 Chile dedicó el 8.4% de su PIB a salud, 1 punto porcentual por debajo de el promedio de los países de la OCDE, quienes dedicaron un 9.5% al gasto sanitario. El gasto en salud crece con el nivel de ingreso y, en general, en los países de la OCDE con un PIB más alto tienden a presentar un per capita mayor.
Así, entonces, Chile está por debajo del promedio de los países de la OCDE en cuanto al gasto sanitario per capita con un gasto de 1,186 USD el año 2009, comparado con el resto de países de la OCDE que está en 3,223 USD (www.ocde.org).Vivimos entonces en uno de los países más privatizados en salud del mundo entero, donde el financiamiento principal viene de los bolsillos de los hombres y mujeres a quienes no se les reconoce la salud como un derecho humano inalienable, sino como dijo Piñera de la Educación, como un bien de consumo. Al igual que en la educación, el acceso y la calidad en salud es directamente proporcional al ingreso económico: a menor ingreso, menor acceso y calidad. “Alguien tiene que pagar” y ese alguien, en Chile, sigue siendo el pueblo.
Durante los 17 años de dictadura se consolidó la más vulgar privatización de la salud. Los 20 años subsiguientes de gobiernos concertacionistas sólo se esforzaron en demostrar mejoras en atención, pero no se resolvió la crisis de salud existente por falta de infraestructura , hospitales, consultorios, recursos humanos y técnicos, más bien se profundizó, se continuó con la municipalización de la salud. Se continuó considerando a la salud según la Constitución de 1980, donde sólo se garantiza el acceso, no se le considera como un derecho.
No hubo en ningún gobierno concertacionista la voluntad política de un cambio constitucional relevante en materia de salud. El inicio del proceso de reforma de la salud de Lagos, fue sólo eso, una reforma, sin consideración de las bases, inconsulta, una reforma de un sistema podrido, desigual, excluyente y discriminador. Bachelet, a pesar de haber estado en parcial desacuerdo con su implementación, le da continuidad, una continuidad llena de lastres imposibles de descolgar. El Plan Auge y la Autogestión hospitalaria, regalos de la Concertación para que los posteriores gobiernos terminen de privatizar la salud.
No hay ninguna intención de mejorar la salud, no la hubo durante la desmemoriada Concertación, ni la habrá en el actual gobierno. Al parecer sólo sigue existiendo un estado natural de carencias, de burlas, de abandono, de irrespeto a la clase trabajadora y al más de 75% de los chilenos que siguen siendo usuarios del sistema de salud de mercado chileno y no sujetos de derecho.
En este momento histórico, los movimientos sociales que se han generado a partir de las luchas estudiantiles, deben mantenerse, crecer y están cobrando una relevancia inconmensurable en las luchas de todo el pueblo chileno. Y acá cabe la pregunta...Y LA SALUD...CUANDO?
Eran otros tiempos: un Presidente médico, un gobierno popular, al menos el intento de cambiar las políticas de salud y que los pueblos, y en especial las madres y los niños y niñas del país ganasen en calidad de vida.
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