El 2017 fue año clarificador, logró sincerar la política internacional y
poner a prueba la política exterior de la República Bolivariana de Venezuela,
la Diplomacia Bolivariana de Paz. Ya no hay dudas posibles, el unilateralismo e
imperialismo estadounidense se han reafirmado. Muchos en el mundo tendían a
confundirse tras la sonrisa y el andar trabajado y simpático de Barack Obama,
descartando el carácter devastador del imperio de turno. La verdad es hoy más
que evidente.
Quedaron sin asidero y sin argumentos los que pensaban que los grupos
terroristas en el medio oriente surgen espontáneamente, sin financiamiento y
apoyo del Pentágono; aquellos que mantenían la ilusión al afirmar que
Washington ya no interviene en los asuntos internos de otros países, ni financia
planes desestabilizadores y golpes de Estado; que el Departamento de Estado ya
no fragua fraudes electorales a conveniencia, ni crea matrices tendenciosas en
los medios de comunicación para justificar acciones bélicas subsecuentes; cuán
errados estaban los que aseguraban que las instituciones estadounidenses no
planifican y desarrollan implacables persecuciones financieras contra pueblos
enteros para “hacer chillar” sus economías y forzar cambios de gobierno por la
fuerza.
Se equivocaron quienes declaraban que ya EEUU no considera como sus
acérrimos rivales y competidores a Rusia y China, al buen estilo de la Guerra
Fría; como también, los que llegaban a pensar que EEUU estaba en tiempos de
rectificación e iba a respetar las instituciones multilaterales y el Derecho
Internacional Público; peor aún, aquellos que alguna vez creyeron que EEUU
responsablemente cumpliría con el Acuerdo de París sobre cambio climático; así
como los que negaban que el Departamento de Estado es capaz de presionar
económicamente a Estados iguales, si se atreve a sostener posiciones soberanas
en la ONU en asuntos sobre el Medio Oriente.
Muchos analistas aseveraban que la llegada al poder político en nuestros
países de empresarios acaudalados nada tiene que ver con Washington; o los que
sugerían que Washington ya no dominaba la OEA, ni la usaría para agredir e
intervenir en los asuntos internos de América Latina y el Caribe. Incluso
muchos opinadores en el mundo llegaban a poner en duda las inexorables tesis
del dominio del complejo industrial-militar o que la economía estadounidense se
alimenta y dinamiza a través de la producción y venta de equipos militares y
armas, es decir, a través de la generación guerras y de sangre.
Los que pensaban (o querían hacer creer) que esos hechos irrefutables eran
mitos o inventos de los “comunistas, izquierdistas y ecologistas”, han sido
testigos, como el mundo entero también lo es, de la irrefutable veracidad de
esas prácticas, políticas y acciones, ante la abierta sinceridad con la que
orgullosamente el Presidente Donald Trump ha develado y asumido la autoría
intelectual y material de todas esas violaciones al orden internacional
(reconocimiento que se le agradece).
Como afirman los abogados: a confesión de parte, relevo de pruebas.
Se ha demostrado de manera indiscutible y descarnada que el imperialismo no
solamente existe, sino que ante las señales de su decadencia y el evidente
fracaso de su sistema económico de soporte y de su pensamiento único, ha
entrado en fase de agresiva desesperación, pasando a representar la principal
amenaza (aunque usual y ordinaria, como toda amenaza imperial) para la
humanidad. En la medida en que el mundo multipolar se consolida, más peligrosas
se hacen las acciones de los principales actores del entramado imperial.
En una universidad estadounidense, un cuestionado y muy debilitado
empresario-Presidente latinoamericano, carnalmente muy próximo a Washington,
derrochó sinceridad para calificar el rol que EEUU y la derecha latinoamericana
le otorga a nuestros pueblos y sus gobiernos: “América Latina es un simpático
perro durmiendo en la alfombra, que no genera ningún problema”. El trato
discriminador y racista que la Casa Blanca ha mostrado hacia nuestros países en
los últimos meses, confirma esa teoría de la sumisión.
La construcción de muros entre pueblos, la expulsión y maltrato cruel a los
migrantes, la cancelación de políticas de preferencias hacia países de El
Caribe y América Central, las sanciones económicas y persecuciones financieras,
la interferencia permanente en los asuntos internos, la arrogancia económica
para dominarnos, la humillación en la renegociación de tratados comerciales,
entre otras afrentas, dan fe de la activa ofensiva imperialista en Nuestra
América.
Desde la inefable OEA, el nada honorable señor Luis Almagro hizo alarde de
disciplina ante las órdenes de Washington, a través de innumerables horas de
trabajo, ingentes esfuerzos y recursos incalculables invertidos con el único
objetivo de derrocar al gobierno de Venezuela. Su inducido accionar es parte
evidente de la estrategia develada de ofensiva imperialista en la región. Sin
embargo, su eficiencia ha sido muy deficiente. El Presidente Maduro no sólo
sigue al mando, sino que ha acumulado una victoria política tras otra. A favor
del señor “Amargo”, debemos decir que ha sido muy eficaz para internar a la OEA
en la sala de terapia intensiva de la historia, moralmente en estado vegetativo
irreversible y políticamente en ridículo estado disfuncional de absoluta
inutilidad.
El imperialismo ansioso y furioso por la ineficacia de sus acciones y las
que le instruyen a la incapaz derecha venezolana para liquidar a la Revolución
Bolivariana, se activó en todos los frentes. El Departamento de Estado (y con
ellos siempre la CIA) se desplegó en toda América Latina y El Caribe, como
también en Europa (ordenando sancionar a Venezuela) y ante gobiernos de los
cinco continentes. Puso a Canadá a arriar a un grupo de sometidos gobiernos en
la región para tratar de acorralar al gobierno de Caracas, hizo mil movimientos
en Naciones Unidas, tanto en el Consejo de Derechos Humanos, hasta en el
mismísimo Consejo de Seguridad, buscando acompañamiento bajo presión, en su
obsesión por perseguir a Venezuela. En todos los casos resultó derrotado.
Y precisamente, las máscaras que han caído con el advenimiento del gobierno
supremacista y racista de Donald Trump, permiten, hasta por defecto, dejarlos
en evidencia. El principal argumento para atacar a la Revolución Bolivariana ha
sido el de los Derechos Humanos. Ahora bien, sin ir al detalle de la situación
de violación permanente por parte de los gobiernos de EEUU en materia de
Derechos Humanos en su país y en el mundo, permítanme citar un elocuente
párrafo al respecto, extraído de la intervención de Venezuela en el 72 periodo
de sesiones de la Asamblea General de la ONU, como respuesta a la inmoral
afirmación de la Representante Permanente de EEUU en esa organización, al
afirmar que Venezuela y Cuba no merecen ser miembros del Consejo de Derechos
Humanos:
“Si algún país no merece pertenecer al Consejo de
Derechos Humanos de Naciones Unidas, es precisamente los Estados Unidos de
América. Se trata del principal violador de derechos humanos, no sólo en su
territorio, sino en todo el mundo. Guerras injustificadas, bombardeos a
población civil, cárceles clandestinas con aplicación de métodos de tortura,
imposición de medidas unilaterales ilegales contra economías de varios países,
presiones económicas diversas, y temerarias políticas migratorias. Es el único
país que se ha atrevido a utilizar armas nucleares contra otro pueblo,
generando centenares de miles de muertes. Un país que, violando la
institucionalidad esencial de la ONU, lideró la invasión de Iraq en 2003, bajo
el argumento de la búsqueda de armas de destrucción masiva, que jamás
encontraron, a pesar de las más de un millón de muertes que generó esa cruenta
operación militar. Estados Unidos construye el muro en la frontera con México y
hay propuestas de ley para pecharle 7% a las remesas de los inmigrantes, no
para su seguridad social, sino para financiar la construcción del indigno muro.
Utilizando datos verificables de los organismos y
relatorías de la ONU, podemos concluir que: EEUU no ha ratificado el 62% de los
principales tratados en materia de DDHH; en EEUU no existe institución
independiente para la defensa y promoción de los DDHH; el Relator Especial de
la ONU sobre ejecuciones extrajudiciales y arbitrarias denuncia la falta de
independencia del poder judicial en EEUU; el confinamiento solitario es una
práctica extendida en este país; la cifra de personas sin hogar alcanza los 3,5
millones, 1,5 millones de niños y niñas entre ellos; el 28% de las personas en
pobreza no cuentan con cobertura alguna en salud; la tasa de mortalidad materna
ha aumentado vertiginosamente en los últimos años, 10 mil niños están alojados
en prisiones para adultos, los niños pueden ser condenados a cadena perpetua
(70% de ellos afroamericanos); el relator especial para la educación ha
denunciado el uso de descargas eléctricas y medios físicos de coerción en
centros de estudio; EEUU es uno de los 7 países del mundo que no ha ratificado
la convención para la eliminación de la discriminación contra la mujer; en EEUU
la licencia remunerada por maternidad no es obligatoria; las denuncias sobre abusos
policiales, especialmente contra la población afroamericana, son comunes, más
de 10 millones de afroestadounidenses siguen en situación de pobreza, la mitad
de ellos en situación de miseria; en un país donde la esclavitud se supone
abolida, la decimotercera enmienda admite la esclavitud como modalidad de
condena penal; una de cada tres mujeres indígenas estadounidense es violada a
lo largo de su vida; se trata de un país donde la discriminación racial no sólo
no está superada, sino que recrudece con las posiciones supremacistas del
gobierno actual”
Tras la derrota de la violencia política en Venezuela (financiada en buena
parte desde centros de poder en EEUU), gracias a la paz que trajo consigo la
elección popular de la Asamblea Nacional Constituyente, y cuando los actores
más diversos se preparaban para nuevas contiendas democráticas e incluso para
retomar el proceso de diálogo, el gobierno de EEUU se quitaba otra careta al
imponer una serie de medidas unilaterales coercitivas e ilegales contra la economía
venezolana. De esta manera, oficializaba y reforzaba la persecución financiera
contra Venezuela que ya se venía ejerciendo con rudeza desde tiempos de Obama.
No nos referimos a las absurdas sanciones individuales e inocuas contra
servidores del gobierno, miembros del Consejo Electoral o de la Asamblea
Constituyente. Se trata de medidas para evitar que Venezuela pueda obtener
financiamientos y efectuar transacciones internacionales para garantizar el
cumplimiento de sus compromisos y la obtención de materia prima para la
producción o de productos terminados para satisfacer las necesidades del
pueblo. Es una modalidad de bloqueo que emula al que le han impuesto a la
hermana República de Cuba durante 5 décadas.
Estas medidas destinadas a ahorcar a la economía, es decir, al pueblo, para
forzar el cumplimiento de la voluntad imperial en Venezuela, también están
dirigidas a evitar cualquier tipo de diálogo entre los actores políticos. Estas
llamadas sanciones, si bien han hecho daño, han servido en gran medida para
cohesionar aún más la conciencia antiimperialista y libertaria del pueblo de
Bolívar. Adicionalmente, estas decisiones unilaterales han acelerado la
velocidad con la que el Gobierno del Presidente Maduro procura desprenderse de
la economía estadounidense y del esclavizante patrón dólar.
A través de las alianzas con China, Rusia, Turquía, Irán y los países del
ALBA, entre otros, Venezuela ha ido diseñando rutas alternas para ir
disminuyendo a su mínima expresión los efectos de las sanciones ilegales de
Washington, y otra vez por defecto, consolidar un nuevo tipo de relaciones
económicas, con nuevos patrones de intercambio que blinden la economía
venezolana, en su empeño por independizarse y superar el modelo rentista
impuesto en el siglo XX.
Desde Venezuela, hoy ondeamos nuevamente las banderas de todos aquellos que
han demostrado que el imperialismo, con cualquier rostro que decida mostrar, no
es invencible, ni incuestionable. Evoquemos el “instante que relampaguea” que
señalaba el pensador alemán Walter Benjamin; La estrella de cinco puntas de Ho
Chi Minh y el bravío pueblo vietnamita; la gesta incalculable de los barbudos
de la Sierra Maestra y la resistencia de casi seis décadas al asedio de
distintas generaciones de buitres que revolotean la isla sin poder quebrantar
la dignidad del pueblo cubano; la hazaña de la Angola libertaria en las
profundidades del África que aún retumba entre tambores y ritmos ancestrales.
La historia nos enseña que sólo la determinación de un pueblo unido y
consciente puede hacerle frente a cualquier imposición, cualquier oprobio y a
toda fuerza de dominación.
En 2018 vienen nuevos desafíos en Nuestra América. La unidad debe ser
principio y premisa fundamental de las resistencias, luchas y triunfos contra
el imperialismo. Más allá de la noción de integración, nos referimos a la
verdadera UNIÓN, la originaria, la Bolivariana. El ALBA y Petrocaribe llevan en
su esencia ese espíritu unionista de los pueblos y se fortalecen en momentos de
demostrada ofensiva imperialista. Con el ALBA como núcleo virtuoso, debemos
fortalecer los mecanismos autónomos de integración de América Latina y el
Caribe, que hoy sufren ataques externos e intentos de implosión. La
solidaridad, la complementariedad y la justicia social y económica, deben prevalecer
ante los nuevos intentos de anexión del capital.
En Venezuela seguirá adelante el proceso de diálogo y, como ha dicho el
Presidente Maduro, llueve, truene o relampagueé, habrá elecciones
Presidenciales este año. La conciencia de los pueblos que llevan a Bolívar como
guía y ejemplo, se impondrá a la inconciencia de las élites sumisas que existen
y preservan privilegios, gracias a la Doctrina Monroe y al empeño fracturador
de dominación sobre nuestros pueblos. La Diplomacia Bolivariana de Paz seguirá
defendiendo la dignidad de un pueblo decidido a ser libre e independiente y el
derecho de la humanidad a la Paz y la Justicia. Pensando en los meses por
venir, y aunque parezca reiterativo, no podemos sino recordar la consigna y
reflexión de lucha que nos dejara el Comandante Chávez sembrada hace poco más
de 5 años: Unidad, Lucha, Batalla y VICTORIA!
¡Siempre, Venceremos!
Jorge Arreaza M.
02 de enero de 2018
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