viernes, 16 de diciembre de 2011
El dilema del PC
Aunque
Camila Vallejo obtuvo la primera mayoría entre todos los candidatos a la
presidencia de la FECH, los votos de su lista fueron menos que los de la nómina
ganadora que encabezó Gabriel Boric. De esta forma, la brillante líder de la
Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile asumirá ahora solo la
vicepresidenta de este referente estudiantil, luego de un proceso electoral
marcado por la gran concurrencia de votantes, la radicalización y la casi
imperceptible votación de derecha o centro. Casi todos los análisis de los
resultados de esta contienda coinciden en que los votos que le faltaron a la
lista de Camila expresan un desdén a la militancia comunista de esta destacada
dirigenta estudiantil. Es decir, representarían el repudio de los jóvenes
a la actitud actual de este histórico partido de Izquierda que, después de ser
excluido de los pactos políticos que han administrado el gobierno y el
parlamento chileno del postpinochetismo, finalmente logró un pacto con la
Concertación, cuando se iniciaba la declinación de este referente de partidos
mal avenidos que fue derrotado en la última elección presidencial. Y que ahora
parece obligada a concordar cualquier fórmula que la libere de un nuevo
descalabro electoral, cuando las encuestas le otorgan tan sólo un 14 por ciento
de apoyo popular.
A pesar de
la pésima imagen pública de Piñera, el gobierno de derecha y sus organizaciones
partidistas, la situación de la Democracia Cristiana, el Partido Socialista, el
PPD y del radicalismo todavía es más precaria. Difícil resulta entender,
entonces, que justamente con éstos los comunistas busquen establecer alianza,
renunciando a buscar alternativa con las numerosas expresiones del vanguardismo
que, pese a su atomización, parecieran tener ahora la oportunidad de construir
opción política al duopolio del oficialismo actual y de ayer. Cuando centenares
de miles de chilenos han irrumpido en las calles para demandar un cambio
político radical en un país que sienten anquilosado en sus instituciones y
completamente fracasado en el deber que tienen los estados de perseguir
igualdad, justicia social y libertad. Cuando alcanzan hasta un 80 por ciento de
apoyo popular las demandas por una educación pública de calidad y gratuita, por
la renacionalización del cobre, una Asamblea Constituyente, como por un sistema
de salud y de previsión que les garantice a toda la población acceso a buenos
hospitales y una jubilación digna. O cuando a lo largo de todo el país se
repudia la criminal iniciativa de Hidroaysén, la ominosa represión a los
mapuches y la colusión de las grandes empresas. Escándalos sucesivos que se
demuestran sólo posibles por la connivencia funesta de los políticos y gerentes
inescrupulosos, cuanto la existencia de un régimen económico que se nutre del
trabajo mal remunerado, de la usura del crédito, la indefensión de los
consumidores y de leyes laborales contrarias al sindicalismo y la negociación
colectiva. En el marco, además, de un sistema tributario que se funda en
esquilmar los recursos de los más pobres y otorgarle todo tipo de privilegios
al capital foráneo.
Una realidad
nacional de la cual, sin duda, abomina el Partido Comunista y que es denunciada
a diario por sus dirigentes sindicales y estudiantiles. Cuyo discurso
rupturista de repudio al conjunto del sistema institucional y la clase política
fuera expresado persistentemente en las marchas, protestas y debates públicos
que han dado origen a lo que ya se identifica como la Primavera de Chile.
Donde, por cierto, las personalidades de Camila Vallejo y otros jóvenes
comunistas han jugado un papel relevante.
¿Valdrá la
pena asegurar unas pocas alcaldías y concejales poniéndose de espaldas a esta
explosión social de descontento y posibilidad de un profundo cambio? ¿Valdrá la
pena conservar unos pocos asientos en la Cámara de Diputados después de que
quedara tantas veces demostrado que, en lo fundamental, oficialismo y Concertación
tienen coincidencias fundamentales? ¿Valdrá la pena echar por la borda una
trayectoria política consistente de servicio al pueblo para enredarse en las
prácticas cupulares del cuoteo electoral?
¿No le
resultará mejor a los dirigentes del P.C. hacerse eco de la sensibilidad y de
las expresiones de sus jóvenes líderes que, como la inmensa muchedumbre que
sale a las calles prefiere romper con el orden actual que mantenerse en la
ilusión de que los cambios pueden producirse desde dentro del sistema? Como lo
prometieron, en su hora, quienes que llegaron a La Moneda y el Parlamento para administrar
la herencia institucional del Dictador. A quien, ciertamente, le garantizaron
morir en la impunidad.
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