martes, 28 de enero de 2014
ANÁLISIS DE COYUNTURA, ENERO 2014
ENERO 2014 EN CHILE: EL FACTOR PORTUARIO, LAS
INEQUIDADES Y UNA PÉRDIDA
Andrés Figueroa Cornejo
1.
Los principios metálicos del imperialismo dictados durante la administración de
George W. Bush (2001-2009) para los países dependientes se sintetizan en la
multiplicación de tratados de libre comercio donde el sur es reprimarizado y se
consolida como objeto de saqueo y expoliación de naturaleza y trabajo humano
barato, mientras el norte monopoliza las finanzas y el conocimiento científico
y tecnológico estratégico. Así también se impone que los territorios periféricos sancionen
leyes antiterroristas para reprimir preventiva y ejemplarmente cualquier gesto
popular que lastime de verdad, en potencia o imaginariamente al capital en general
y a los intereses del Estado corporativo norteamericano en particular; y el
establecimiento de democracias sin pueblo y de sistemas de partidos políticos
funcionales al poder geopolítico central del planeta.
En
la actualidad EEUU permanece conflictuado por la emergencia de China y Rusia y
su competencia en mercados comerciales y
financieros tradicionalmente considerados de su propiedad. Como parte vital de
la guerra económica por arriba, EEUU
apura un pacto de sangre con los Estados cruciales de la Unión Europea
(Asociación Transatlántica de Comercio e Inversiones) para enfrentar la
arremetida asiática. Lo anterior se dibuja con tiza fresca en la lucha
interimperialista de la repartición del mundo.
Subordinado
a los principios previos -cumplidos sobreactuadamente- se explica y desenvuelve
la clase hegemónica en Chile a enero de 2014.
2.
Un 30 % menos que el 2012 acumuló el superávit comercial fundado sobre la
exportación de minerales y otros commodities secundarios. Si bien ese guarismo
se mantiene aún favorable, así como el crecimiento y los índices
macroeconómicos –pese a una tendencia gradualmente descendente-, Chile es uno
de los países del planeta donde la desigualdad social y asimetría en la
distribución de los ingresos resulta más tangible y brutal, e incluso se
manifiesta geográficamente en la organización territorial de los empobrecidos y
los pocos enriquecidos, tanto en las ciudades capitales como en la provincia
profunda.
Respecto
de las inequidades, el economista Marco
Kremerman de la
Fundación Sol afirmó que “Acá, según un sondeo, el 1% más
rico concentra el 31% de los ingresos, cifra que puede verse como escandalosa
si se considera el caso de Suecia, donde el número llega al 9% o en Alemania
(11%). Incluso en Estados Unidos, reconocido por su alta desigualdad, este
valor asciende a un 21%.”
La
misma entidad informó que el promedio de los ingresos no alcanza los USD 450
dólares al mes, que el 75 % de los hogares (4 personas) obtiene USD 1400, y que desde 2010, de cada 10 empleos
asalariados, 7 son tercerizados.
La
sobrevivencia económica de la inmensa mayoría de la gente sólo se explica por
una de las dinámicas motoras de la reproducción capitalista: la deuda y la
expansión y diversificación de la industria crediticia. El capitalismo tiene su
primavera ganancial en el momento financiero, sorteando el momento
productivo y donde el momento comercial
(intercambio) en el retailer opera como respaldo y excusa para vender deuda.
La
asimetría abismal entre los magros ingresos del pueblo trabajador y sus
precarias condiciones laborales respecto de la minoría enriquecida a su cuenta
y espalda, sólo es el termómetro del estadio de las relaciones de fuerza entre
opresores y oprimidos en la sociedad chilena. Es decir, la fotografía de la
lucha de clases en un momento determinado.
Asimismo,
las políticas estatales de contención social hacia la población más empobrecida
a través de programas asistenciales resultan muy acotadas en relación a otras
economías de la región.
Como
en Chile todo es mercancía –todo en su sentido más estricto y literal-, las
relaciones sociales resultantes condicionan correlativamente el acceso precario
a la salud y la educación de excelencia, a los derechos sociales, a la
recreación y al tiempo para la producción y consumo de bienes simbólicos. Este
fenómeno redunda particularmente en el no ejercicio de la política –en términos
ampliados-, la ignorancia cívica y en una de las dificultades principales para
los polos anticapitalistas en sus tareas contra-hegemónicas. Junto a la eficaz
usina de la alienación explotada por la minoría gran propietaria, la falta de
tiempo libre de los trabajadores y los pueblos atentan contra su organización,
disposición de lucha y autoconciencia de sus intereses históricos. Si para el
capital el tiempo es oro, para el trabajo y los oprimidos el tiempo es uno de
los requisitos de su recomposición como sujeto y promesa de protagonismo
político.
Por
otro lado (de la totalidad sistémica), la uniformidad de los ingresos de la
mayoría social –más allá de la segmentación aparente y balanceada por la deuda-
debería colaborar objetivamente con la unidad orgánica y, por tanto, de sentido
de las clases subalternas a la hora del combate social. De hecho, esa misma
uniformidad obra como un facilitador provocado contradictoriamente por la forma nacional de la acumulación y
reproducción capitalista en Chile.
3.
Una semana antes del fin de 2013 y todavía cuando se escribe este artículo, los
trabajadores portuarios de San Antonio y Mejillones, marcando a fuego las
primeras líneas de 2014, realizan una paralización de actividades, tanto contra
los incumplimientos del empresariado, como contra una de las formas más
eficientes de la apropiación privada del excedente producido por el trabajo: la
tercerización o subcontratismo o trabajo basura.
La
pelea dura de alrededor de 4 mil trabajadores de los puertos ha obtenido la
adhesión y solidaridad militante de los asalariados de 9 puertos chilenos,
sectores estudiantiles y organizaciones populares de todo tipo.
Si
la demanda central –la superación de la precarización contractual, laboral y
salarial de los trabajadores- es una reivindicación transversal para la mayoría
de los asalariados del país, por causas asociadas a la coyuntura de la
recomposición orgánica de la clase trabajadora, hasta el momento otras áreas del
extractivismo y los servicios sólo han manifestado una solidaridad declarativa.
Sin
embargo, las condiciones materiales para una huelga general están dadas. Los
portuarios han ofrecido poderosa resistencia a la represión policial y
política. El poder estatal y empresarial los criminaliza desde el gremio de los
dueños (Confederación de la
Producción y el Comercio), como desde el Ejecutivo de turno
en su ocaso anunciado, empleando policía militar, rompehuelgas, falsos
representantes sindicales, celda y amenaza.
El
capital exagera sus pérdidas y como desde el nacimiento del movimiento obrero
en Chile, acusa a los trabajadores de ‘anarquistas’ y digitados por la
‘infiltración’, como si sus demandas no fueran genuinas.
Pero
lo anterior es repertorio conocido de los opresores. El dato grave es el
silencio obsecuente de la dirección de la Central Unitaria
de Trabajadores (CUT), compuesta por militantes de comités centrales y planas
mayores de los partidos políticos de Nueva Mayoría (o ex Concertación más el
Partido Comunista de Chile). Antes de que asuma Michelle Bachelet en marzo de
2014, la CUT
revela una vez más su rol contencioso y complementario de la estrategia
antipopular del capital desde el inicio de los gobiernos civiles post tiranía.
Los
trabajadores portuarios, los estudiantes secundarios y universitarios, y el
pueblo mapuche constituyen el movimiento real visible que contingentemente
pugna contra los intereses del empresariado. Su unidad y ampliación de fuerzas
sociales es posibilidad para conquistas de los oprimidos. Ningún sector puede
alcanzar victorias estructurales por sí solo.
La
tragedia tras este enero promisorio capitaneado por los portuarios, es la
vuelta de tuerca explícita, formal, real y legal, de la dirección del Partido
Comunista chileno al integrarse a Nueva Mayoría, un compuesto apoyado por el
empresariado y la embajada norteamericana por su teórica capacidad de
gobernabilidad, represión social probada y sin temblores y continuidad
ultraliberal. Pero Nueva Mayoría no es el Frente Popular de los años 40 y 50
del siglo XX y su política nacional desarrollista y de sustitución de
importaciones. Nueva Mayoría es el instrumento en crisis de representatividad
del capitalismo realmente existente arriba descrito de manera apretada.
Resulta tremendamente dolorosa la pérdida de una tienda en cuya cuna se
forjó una enorme franja de luchadores sociales que interpretaron, condujeron y
protagonizaron episodios extraordinarios para los intereses históricos de los
trabajadores y pueblos de Chile. Todavía no se ha basculado suficientemente
este vuelco, impensable hace un par de décadas. Al respecto, la conducta
reprochable de la dirección de la
CUT ante la huelga de los portuarios es sólo un botón de
muestra de las negativas repercusiones para el movimiento popular en el
presente período y fase de su reestructuración. La propia realidad se encargará
de hacer su diagnóstico.
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