domingo, 16 de enero de 2011
El MPT resuelve la táctica del Paro General
Chile: El Movimiento de los
Pueblos y los Trabajadores resuelve la táctica del Paro General
Por
Andrés Figueroa Cornejo
El sábado 20 de noviembre de 2010 se realizó una nueva
Asamblea General del Movimiento de los Pueblos y los Trabajadores (MPT), agrupación
anticapitalista fundada en abril de 2009 en cuyo seno confluyen diversas
organizaciones político-sociales que tienen como horizonte común la lucha
resuelta “Contra la indecisión, la indiferencia, las maquetas y los remedos.
Contra la dispersión destructiva y añosa de las iniciativas políticas y
sociales de inspiración revolucionaria pequeñas y menos pequeñas. Contra la
apatía, la alienación abrumante, las traiciones, el acomodo, el cinismo y los
disfraces. Contra la desesperanza paralizante, el sectarismo, la impotencia;
contra el horror y los enemigos históricos y bien armados. Sobre todo, contra
los patrones, los pocos dueños de todo; el capital y el capitalismo; contra la
maldición de una sociedad de clases; contra la soledad, el abandono; contra la
burguesía y el imperialismo, contra el actual orden de las cosas. Por la unidad
necesaria de los que luchan de manera invisible y localmente, y los que
protagonizan movimientos más amplios y estables. Porque siempre los pueblos y
los trabajadores viven en crisis, pero la actual se viene con especial bronca y
violencia sobre los desheredados, y si no se atan los empeños existentes, la
resistencia y luego la ofensiva son escenarios imposibles.
Porque Chile está flagelado por la desigualdad más
insultante, y hegemoniza –transitoriamente- un bloque en el poder formado por
los dueños contados del país y sus representantes políticos bien distribuidos
entre la Concertación y la Coalición por el Cambio. Porque la alta
concentración de la propiedad y la riqueza es apabullante e indiscutible, y los
trabajadores y el pueblo son pura clientela, consumidores, mercancía explotable
a precio de bodega, pero nunca personas y mayoría social que define en conjunto
su destino. Porque desde que comenzaron los gobiernos civiles hace 20
años, abajo las cosas han permanecido tal cual las dejó la dictadura. ¿Qué ya
no hay tanta represión y la gente se puede reunir libremente? Sí, hasta que el
movimiento popular no constituya una variable que inestabilice la paz social que
precisa el puñado que manda para continuar abultando sus privilegios.
Aunque cada 4 años los inscritos en los registros
electorales –que se desploman tendencial y verticalmente en tanto pasan los
años- puedan marcar una papeleta por algún representante impuesto por los que
dominan y uno que otro representante de la izquierda tradicional, las cosas no
varían porque simplemente no existe el movimiento real de los pueblos y los
trabajadores capaz de presentar combate político y social contra la clase que
ordena y terminar por transformase en necesaria alternativa política. Con
voluntad de lucha y unidad. Para colaborar en la dinamización de la lucha de
clases en Chile; ese viejo combate entre capital y trabajo, entre explotados y
explotadores, entre los dueños de los medios de reproducción de la vida y los
que sólo poseen su fuerza de trabajo para sobrevivir, con el objetivo
estratégico de construir una sociedad donde la felicidad humana, la
racionalidad colectiva y no la ganancia patológica; la cultura y las ciencias; el
bienestar de la humanidad y la naturaleza en convivencia amigable, lejos del
lucro y la depredación; la fraternidad, la igualdad y la libertad gobiernen las
relaciones sociales.”
La táctica convenida democráticamente por los asistentes a
la Asamblea de la asociación anticapitalista –que tuvo de militancia social y
política, representantes del pueblo mapuche, el estudiantado rebelde, el mundo
sindical organizado y del medioambientalismo radical- se resumió en colaborar
organizadamente en el resultado político del paro y protesta general. Al
respecto se aprobó, entre otros aspectos subordinados al esfuerzo
central, la propuesta siguiente: “Una de las formas de gatillar
el prólogo de un nuevo ciclo de lucha social, es el paro general. Esto es, la
articulación premeditada de la unidad de los más amplios sectores de los
trabajadores y el pueblo por demandas tanto históricas, como la
renacionalización del cobre –fuente principal del crecimiento real de la
economía nacional y, por tanto, base insoslayable para una eventual
industrialización y auténtica soberanía bajo paradigmas asociados al cuidado de
la naturaleza y al desarrollo sustentable y a largo plazo-; como de las
reivindicaciones y derechos sociales elementales, hoy inexistentes. Esto quiere
decir, salud, educación, vivienda y seguridad social públicas de excelencia y
acceso universal; trabajo, salario adecuado, empleo estable (para frenar, tanto
el endeudamiento plástico, como las enfermedades y accidentes laborales);
posibilidad de créditos productivos de bajo precio y alta regulación del
sistema financiero. Asimismo, y de manera distintiva, se agregan en el mismo
estadio, las reclamaciones territoriales, políticas y culturales del pueblo
mapuche. Naturalmente, cada sector de los trabajadores y los pueblos tiene como
punto de arranque demandas propias que, voluntaria y premeditadamente deben
sintetizarse en una plataforma de lucha de sentido inmediato y urgente.
El paro general es, por un costado, un inicio tendiente a
romper el inmovilismo general y la debilidad de las luchas parciales, y por
otro, un punto de llegada táctico con indudable unidad de sentido. Se trata de
la política necesaria para un período (por ejemplo, el tiempo que comprende el
actual gobierno). Es decir, el paro general es producto de un proceso de
construcción de condiciones y concertación de fuerzas. Y, si bien Piñera no es
Pinochet, el aprendizaje político que dejó la lucha contra la dictadura
militar, indica que para el llamado airoso a un paro general –que en Chile
primero será mucho más el marco indispensable para una protesta general que una
huelga general en términos clásicos- debe realizarse la reunión –al menos
suficiente cualitativamente- de la autoridad histórica y legítima de las
grandes mayorías: los trabajadores. Claramente, la militancia popular debe
abocarse no sólo a la propaganda o a testimoniar las injusticias del
capitalismo. Su tarea prioritaria debe ser la concentración en particular de la
unidad, primero de los más organizados. La convocatoria a un paro general que
provoque las condiciones ampliadas de la protesta social multisectorial y
multicultural, tiene que llevarse a cabo por los asalariados de los territorios
estratégicos de la economía chilena. Esto es, los trabajadores del cobre, la
banca, los forestales, la pesca, el comercio, el transporte y el cuentapropismo
organizado.
El horizonte táctico de un paro general –de acuerdo a las
formas descritas- no demanda una alineación política de alta densidad ni pactos
ideológicos. De acuerdo a la propia realidad, las agrupaciones de trabajadores
de las áreas estratégicas de la economía deben convenir una plataforma básica,
inclusiva, amplísima, plástica y práctica, legible e incuestionable. El
objetivo es que en las formas y los contenidos, los llamados a convocar al paro
general den cuenta de las demandas más sensibles de las grandes mayorías. Eso
resultaría más que suficiente para desatar, de menos a más, el malestar social
todavía agazapado de los populares. Aquí se propone una forma determinada por
el descontento de los muchos, que privilegia la lucha por abajo y en los
espacios públicos hoy empapelados por la publicidad y la vigilancia. Aquí se
propone los pasos primeros para devastar el fatalismo y la paz de cementerios
que exige la superexplotación laboral, el despojo de los recursos naturales, el
desempleo, el castigo a la disidencia, la represión contra el pueblo
mapuche en lucha. Aquí se propone una forma para comenzar la demolición a largo
plazo de una sociedad inhumana y estructuralmente desigual. Se trata de
ofrecer, a través de luchas dispersas, pero existentes, una respuesta a cómo,
lo más concertadamente posible, inaugurar un nuevo ciclo del movimiento social
en Chile con sentido”.
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