Aunque
el artículo fue escrito en 2005, cuando fueron de actualidad los sucesos de
Georgia y Ucrania, la presencia de la CIA a través de las ONGs es una realidad
presente. Sin duda la trenza CIA-ONGs está tras los derrocamientos de los
regímenes de Túnez y Egipto, busca sublevar a la población contra Gaddafi en
Libia, y ha hecho intentos golpìstas en Venezuela y Bolivia.
Otra
forma de intervenir, agregamos, es la de montar liderazgos falsamente “progresistas”
en países con gobiernos derechistas, con el fin de que si todo cambia, todo
quede igual.
La
CIA con rostro humano
Las ONG, nuevo brazo de la diplomacia estadounidense
Aunque los recientes (2005) sucesos de Georgia y Ucrania fueron
calificados de «revoluciones», la realidad es otra ya que su objetivo no era un
cambio de sociedad sino, únicamente, provocar cambios de gobierno favorables a
los aliados de Estados Unidos. Las protestas y los movimientos callejeros
fueron organizados por ONGs financiadas y dirigidas, directa o indirectamente,
por Washington conforme a un plan expuesto hace más de un año en un informe
oficial de la USAID. En unos años, ciertas ONGs se han transformado en caballos
de Troya del departamento de Acción de la CIA.
11 DE FEBRERO DE
2005
La CIA à visage humain
Les ONG, nouveau bras de la diplomatie US
C’est à tort que les récents évènements de Géorgie et d’Ukraine
ont été qualifiés de « révolutions » : ils ne visaient
pas à changer des sociétés, mais uniquement à provoquer des alternances au
profit d’alliés des États-Unis. La contestation et les mouvements de rue ont
été encadrés par des ONG, directement ou indirectement financées et pilotées
par Washington, selon un plan explicité il y a plus d’un an dans un rapport
officiel de l’USAID. En quelques années, des ONG se sont muées en chevaux de
Troie du département action de la CIA. http://www.voltairenet.org/article15885.html
مكتب
الاستعلامات المركزية الأمريكية ذو الوجه الإنساني!
المنظمات غير الحكومية، الذراع الدبلوماسي الأمريكي
كان من الخطأ وصف الأحداث الأخيرة في جورجيا و أوكرانيا بالـ"ثورات": لأنها لم تكن تعتني بتغيير المجتمعات، لكنها كانت تعتني فقط بإثارة البدائل لصالح حلفاء الولايات المتحدة. الاعتراضات و حركات الشوارع، كانت مؤطرة من قـِبل منظمات غير حكومية، مموّلة مباشرة أو بشكل غير مباشر و مسيّرة أيضا من قبل واشنطن وفق مخطط جسدته قبل سنة الوكالة الأمريكية للتنمية الدولية(USAID ) في تقرير رسمي. في غضون سنوات قليلة ،صارت المنظمات غير الحكومية منسلخة كأحصنة طروادة من مكتب العمليات لمكتب الاستعلامات المركزية الأمريكية. http://www.voltairenet.org/article90188.html
El derrocamiento del presidente georgiano Eduard Chevarnadze, en
noviembre de 2003, y la ascensión al poder de Viktor Yuschenko en Ucrania, en
diciembre de 2004, consagran, según la mayoría de los politólogos europeos, el
triunfo de la sociedad civil democrática en los antiguos satélites soviéticos.
Al oír las loas de la llamada «prensa occidental», parece que no
puede uno menos que alegrarse de la forma en que los pueblos sometidos por la
antigua URSS toman hoy el destino en sus manos y se unen, es debido, al único
bando justo, representado por -no hay más escoger- Occidente, Europa o la OTAN.
Todo ello, gracias al formidable trabajo de terreno y de
movilización que hicieron numerosas organizaciones no gubernamentales o
extranjeras para convencer a los georgianos, los ucranianos y, quizás mañana, a
los bielorrusos, de que es importante hacer valer sus propios derechos.
La realidad es más compleja y seguramente mucho menos idílica.
Parece en efecto que, conforme a la línea de las teorías del politólogo
estadounidense Gene Sharp, desarrolladas en el seno de la Albert Einstein
Institution [1], Estados Unidos elaboró desde el final de la guerra fría
una nueva doctrina de golpes de estado soft mediante la utilización de técnicas
no violentas.
Inspirándose en la eficacia de las luchas políticas que desarrolló
en la India Mohandas K. Gandhi, Washington trata desde hace alrededor de diez
años de derrocar los gobiernos que no le gustan mediante un dispositivo que le
garantice el apoyo de la opinión pública internacional.
En el centro de la nueva doctrina, las organizaciones no
gubernamentales, tan populares ante los medios de difusión, juegan un papel
esencial. Como señala el periodista de Counterpunch Jacob Levich, «las
organizaciones no gubernamentales -asociaciones teóricamente independientes y
con la reputación de humanitarias, conocidas bajo de la denominación de ONG-
están ya abiertamente incorporadas a la estrategia de conjunto de Washington para
consolidar su supremacía global» [2].
El hecho de que la mayor parte de las ONG, sobre todo las más
importantes, sean financiadas por fondos «privados-públicos» no es nuevo. Hace
tiempo que las agencias gubernamentales de ayuda tienen como objetivo
subvencionar, por lo menos parcialmente, organizaciones humanitarias
especializadas en el desarrollo. Numerosas ONG aceptan igualmente fondos
provenientes del Open Society Institute de George Soros aún cuando los lazos de
este último con la diplomacia subterránea estadounidense son bien
conocidos [3].
Sin embargo, durante muchos años el carácter dudoso de esos
financiamientos -que ponen en tela de juicio la definición misma de lo que debe
ser una organización no gubernamental- no tenían influencia real en la
integridad con la estas realizaban sus actividades. La cantidad de ONG que
apoya, por ejemplo, el Open Society Institut excluía la utilización de esa vía
para establecer un control sobre los numerosos proyectos en marcha [4].
Sin embargo, las cosas cambiaron desde principios de los años
2000, y el cambio fue deliberado. En el pasado, Estados Unidos acostumbraba a
financiar grupos políticos y guerrillas armadas, así como sindicatos[Ver: «¿AFL-CIO o
AFL-CIA?», por Paul Labarique, Voltaire, 19 de enero de 2005; «1962-1979: La
AFL-CIO y la contrainsurgencia sindical», Voltaire, 19 de enero de
2005.]]. A partir de la llegada de George W. Bush al poder, en enero de 2001,
las ONG fueron integradas poco a poco al aparato estadounidense de ingerencia.
La idea se fue imponiendo, primero en algunos think tanks [Centros
de investigación, propaganda y divulgación de ideas, generalmente de carácter
político] neoconservadores, luego en el seno de la United States Agency for
International Developpment (USAID) [5].
Esta agencia gubernamental estadounidense, dependiente del
Departamento de Estado, es el equivalente del ministerio francés de
Cooperación. Fundada por John F. Kennedy en 1961, la USAID «apoya el
crecimiento económico equitativo y a largo plazo y promueve la política
exterior estadounidense apoyando: el crecimiento económico, la agricultura y el
comercio, la salud, la democracia, la prevención de conflictos y la ayuda
humanitaria».
Para ello, la USAID debe seguir directivas del Departamento de
Estado y es financiada por fondos públicos. Su acción en el terreno consiste
principalmente en redistribuir esos fondos en los países que Washington desea
«ayudar», sobre todo a través de organizaciones no gubernamentales [6].
La llegada al poder de una administración belicista en enero de
2001 no podía dejar de tener consecuencias para un organismo tan ligado a la
política exterior estadounidense. Sobre todo si se tiene en cuenta que el
director de l’agencia, Andrew S. Natsios, está muy ligado al nuevo equipo de
gobierno. Adepto del «conservadurismo compasivo», Natsios fue miembro del
equipo que dirigió en 1980 la campaña electoral de George H. W. Bush, quien lo
nombró después, en 1988, en el Buró de Ayuda para las Catástrofes en el
Extranjero antes de que Natsios se sumara a la asociación caritativa cristiana
WorldVision a partir de 1992 [7].
A la par de la Casa Blanca, la USAID modificó por tanto su
relación con las ONG para integrarlas progresivamente al aparato de ingerencia
articulado alrededor del conjunto NED/CIA. Eso es lo que revela la lectura de
un informe publicado por la agencia en enero de 2003, documento en el que nadie
reparó en pleno período de preparación de la guerra contra Irak. El informe
detalla cómo desea el Departamento de Estado utilizar en lo adelante las
organizaciones no gubernamentales.
Bajo el título Ayuda internacional en nombre del interés nacional:
Promover la libertad, la seguridad y la oportunidad, el informe nos pone al
tanto de las nuevas prioridades de la USAID. La agencia no concebirá ya sus
programas con el fin único de aliviar la miseria humana sino que se dedicará
más bien a «estimular reformas democráticas» [8].
Ese cambio de política es consecuencia de la nueva Estrategia de
Seguridad Nacional para Estados Unidos publicada por la Casa Blanca en
septiembre 2002. La administración Bush afirma en esa estrategia que Estados
Unidos necesita garantizar su propia seguridad instaurando regimenes
democráticos en los países enemigos.
Esa es la posición que adoptó la USAID al planear que los
regímenes «amigos» sean recompensados mediante la atribución de financiamiento
para proyectos de desarrollo mientras que les países «hostiles» serán blanco de
programas de «reformas» aplicadas por organizaciones no gubernamentales.
Estas últimas, consignan en efecto los autores, dependen cada vez
más de sus fuentes de financiamiento y han perdido, por consiguiente, mucho de
su independencia: «las ONG trabajaban antes a buena distancia de donantes
gubernamentales, pero con el tiempo esa relación se ha hecho más íntima».
Dicho por lo claro, los gobiernos ejercen actualmente mayor
control sobre los programas que financian, lo que abre la vía a su utilización
como instrumento. Eso es ni más ni menos lo que propone la USAID. Casi sin
disimulo, la agencia explica cómo utilizar las ONG para propiciar golpes de
Estado: «Es posible aportar una ayuda a los reformadores que permitirán
identificar a los ganadores y perdedores más importantes, desarrollar la
construcción de coaliciones y de estrategias de movilización y elaborar
campañas de relaciones públicas (...) Ese tipo de ayuda puede representar una
inversión para el futuro, cuando un cambio político otorgue el verdadero poder
a los reformadores» (página 51).
Eso fue precisamente lo que pasó en Georgia en noviembre 2003.
Después de haber sido hasta entonces un aliado siempre fiel de Estados Unidos,
el presidente Eduard Shervarnadze se vio súbitamente criticado por Washington
en cuanto a su «gestión» democrática en el país, cuando emprendió un acercamiento
con la Rusia de Vladimir Putin.
Era ese el objetivo de la visita de James Baker III a Georgia,
durante el verano de 2003, ocasión en que el ex-secretario de Estado advirtió
al presidente georgiano y lo invitó a garantizar la legalidad de las elecciones
legislativas. Un discurso que permitió legitimar después la llegada de
numerosas organizaciones no gubernamentales con el fin de controlar el
escrutinio.
Paralelamente, Washington aplicó al pie de la letra las
recomendaciones de la USAID emprendiendo urgentemente el adiestramiento de
Mijail Saakachvili como sucesor pro estadounidense. Durante el verano, este
jurista, miembro del colegio de abogados de New York y ex-miembro del gobierno
georgiano, es invitado a un seminario en Belgrado «para aprender cómo hacer una
«revolución de terciopelo» como la de los serbios. El señor Saakachvili recibió
instrucciones detalladas que siguió al pie de la letra» [9].
El tal seminario estaba organizado por el Centro para la
Resistencia no violenta de Belgrado, ONG subvencionada por el Open Society
Institute de George Soros [10]].
Al mismo tiempo, el «filántropo» financia un movimiento de jóvenes opositores
-algunos tienen apenas 15 años- para crear en Georgia condiciones con vistas a
una sublevación popular. Bajo el nombre de Kmara (¡Basta!), la estructura de
esa organización sigue el modelo del movimiento serbio Otpor que había
desafiado a Milosevic en Belgrado en el 2000, también gracias a los fondos del
Open Society de Soros. Numerosos cuadros de Otpor fueron enviados a Georgia
para formar allí a los futuros cuadros de la «revolución no violenta».
Logos de las organizaciones
Otpor y Pora. Dos organizaciones juveniles controladas por los servicios
secretos estadounidenses.
El factor desencadenante depende también de organizaciones no
gubernamentales. Se trata de poner en tela de juicio la limpieza del proceso
electoral durante las elecciones legislativas de noviembre de 2003. Durante
estas, los movimientos progubernamentales alcanzan una victoria limitada,
seguidas de cerca por la oposición que representan Mijail Saakachvili y Nina
Bourdjanadze, la presidenta del parlamento.
Pero no son estos últimos quienes iniciarán las protestas sino un
responsable estadounidense, Adam Ereli, vocero del Departamento de Estado.
Habla de «fraudes masivos» y de «amplias manipulaciones del conteo de votos».
Ereli basa sus argumentos en la diferencia existente entre las cifras que
anuncia la comisión electoral georgiana, cerca de tres semanas después del
escrutinio del 2 de noviembre, y las de «prestigiosas organizaciones
independientes» [11].
En este aspecto, el papel de las ONG es también determinante. Los
sondeos estuvieron, efectivamente, a cargo de dos organismos diferentes. El
primero, la Fair Elections Society (ISFED), financiado por el British Council
y, del lado estadounidense, por la USAID y la NED mediante el National
Democratic Institute, la International Foundation for Election Systems (IFES) y
el International Republican Institute [12].
El segundo sondeo fue realizado por una sociedad estadounidense
especializada en análisis electoral, el Global Strategy Group, con la ayuda de
la Open Society Georgia de George Soros, de la Eurasia Foundation (también
financiada por la USAID y dirigida por un ex-responsable del Departamento de
Estado, Charles William Maynes) y de la cadena de televisión «independiente»
Rustavi 2, creada en 1994 gracias al financiamiento de George Soros [13].
Paralelamente, asociaciones georgianas de derechos humanos
difunden, mediante su sitio en internet y a través de comunicados, informes
alarmantes sobre la represión desatada contra la oposición y la omnipresencia
de la corrupción.
Estas afirmaciones, de las que se hacen eco constantemente los medios de
difusión de Europa occidental, proceden en realidad de una fuente principal: la
ONG Liberty Foundation, financiada por la USAID y que hasta mayo de 2003 había
sido dirigida por... Mijail Saakachvili [14].
El dispositivo es tan poderoso que no hay posibilidad de fracaso.
A finales de noviembre, Eduard Shevarnadze renuncia al poder. Lo reemplaza la
presidenta del parlamento Nina Bourdjanadze, hasta la elección, en enero de
2004, de Mijail Saakachvili a la silla presidencial.
Este último no olvidará a la «sociedad civil» que lo llevó al
poder. El presentador estrella de la cadena Rustavi 2, Nika Tabatadze, se
convierte en segundo del ministro de Relaciones Exteriores antes de ser
nombrado presidente de la cadena en octubre de 2004 [15].
El responsable del Open Society Institute en Georgia, Kakha
Lomaia, es nombrado ministro de Educación del gobierno de Saakachvili. Otras
personalidades pasan con él de la categoría de «miembros de organizaciones no
gubernamentales» al rango de miembros del gobierno.
El mismo guión se repitió al parecer en Ucrania en noviembre y
diciembre de 2004 [16]. Allí encontramos de nuevo un movimiento de oposición
financiado por George Soros, un candidato de oposición muy favorable a la OTAN,
sondeos «a boca de urna» realizados por varias ONG financiadas por la NED/CIA y
favorables a la oposición, y una campaña de prensa violentamente rusófoba en el
seno de la Unión Europea.
El parlamentario estadounidense Ron E. Paul va aún más lejos.
Según él, una de las ONG más activas en Ucrania, el International Center for
Policy Studies, es financiada por el gobierno estadounidense mediante la
Poland-America-Ukraine Cooperation Initiative (PAUCI), organismo subvencionado
por la USAID y administrado por la Freedom House [17].
El mismo Viktor Yushchenko es miembro del consejo administrativo
de esta organización fundada por el Open Society Institute. Peor aún, el mismo
parlamentario norteamericano Ron E. Paul denuncia una sociedad estadounidense
de relaciones públicas, Development Associates Inc. que recibió 100 millones de
dólares del gobierno norteamericano, esencialmente para garantizar la cobertura
de la «revolución naranja» en Ucrania [18].
Una nueva forma de ingerencia está naciendo. Mediante la utilización
de elementos de la «sociedad civil», tiene como método esencial el de sembrar
la duda sobre los procesos electorales y organizar importantes campañas de
propaganda para denigrar a los dirigentes que Washington decide eliminar.
Además de los dos recientes ejemplos, países como Venezuela,
Zimbabwe y Bielorrusia son actualmente blancos de presiones similares, hasta
ahora sin éxito. Un proyecto de organizaciones especializadas en la supervisión
de elecciones, el European Network of Election Monitoring Organizations
(ENEMO), nació en septiembre de 2001.
La enumeración de los asociados -entre otros, la OSCE, el National
Democratic Institute y el Open Society Institute- es suficiente para tener una
idea de los intereses que defienden. En ese dispositivo, el papel de
catalizador corresponde a las ONG. Hace diez años se sospechaba ya que, bajo la
cobertura de la acción humanitaria, muchas de ellas realizaban trabajo de
inteligencia con vista a la preparación de intervenciones militares.
El mundo vive hoy al ritmo de la CNN. Lo que importa no es la
realidad de una revolución o de un golpe de Estado sino la imagen que se da del
hecho. Es por eso que ciertas organizaciones no gubernamentales están siendo
llamadas hoy no solamente a informar sino a intervenir directamente en el seno
de los
regímenes, como caballos de Troya.
NOTAS:
[4] No es menos cierto que el generoso donante dispone siempre
de un importante medio de presión sobre la organización que financia: la
posibilidad de no renovar su subvención. Un elemento muy real para las ONG aquí
mencionadas, tanto más cuanto que el Open Society Institute ocupa actualmente
una situación excepcional en el «mercado» de la filantropía, lo que hace que
sea muy importante la posibilidad de conservar su aprobación.
[6] Desde 2003, Estados Unidos emprendió un amplio proyecto de
ayuda a los países en vías de desarrollo en el seno de una nueva agencia, la
Millenium Challenge Corporation. Esta exige que los países beneficiados
organicen la liberalización de sus economías y su apertura a los inversionistas
extranjeros. Reclama además importantes reformas políticas muy similares a verdaderos
cambios de regímenes. Ver «Millenium
Challenge, colonialisme libéral», texto en francés, por Paul
Labarique, Voltaire, 19 de febrero de 2004.
[7] «USAID Director Keeps an Eye on Long-Term Recovery», por
Robin Wright, Washington Post, 6 de enero de 2005.
[8] Foreign Aid in the National Interest : Promoting Freedom,
Security and Opportunity, USAID, enero de 2003.
[11] «Washington dénonce l’élection en Géorgie et désavoue
Chevardnadzé» (Washington denuncia la elección en Georgia y desaprueba a
Chevardnadzé), por Christophe de Roquefeuil, AFP, 20 de noviembre de 2003.
[13] Ver: «Médias audiovisuels: qui détient le 4ème pouvoir en
Géorgie?», par Célia Chauffour, Regards sur l’Est, n°35, enero-marzo de 2004.
[15] «Géorgie: la chaîne TV Rustavi 2 aux mains de l’ex-numéro
2 du ministère des Affaires étrangères», por Célia Chauffour, Regards sur
l’Est, n°35, 13 de octobre de 2004.
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