“El ’73 estaba en cuarto año de leyes en la Universidad Católica de Valparaíso. Era co fundador del Mapu y tuve participación en federaciones de estudiantes. Estaba marcado por los militares porque tuve una detención antes del Golpe, el 5 de agosto del ’73. Andábamos fotografiando cuarteles de la Armada en Las Salinas en Viña porque era obvio que venía un Golpe de Estado y queríamos saber qué pasaba. Nos detuvo una patrulla de infantería de marina, allanaron el vehículo que estaba lleno de panfletos contra Merino, así es que nos tuvieron en el Fuerte. Ahí nos revolcaron en el barro, nos patearon en el suelo, quedamos todos moreteados. Nos hicieron arrodillarnos con las manos en la nuca y nos dijeron: “ya, tres últimos deseos”. Y dispararon. Me acuerdo que sentí el silbido de las balas que pasaron cerca. Después nos entregaron a los pacos con un comunicado para pasar a la Fiscalía Naval e iniciaron un proceso en nuestra contra. A cargo de ese operativo en la infantería de marina había un compañero mío de curso del colegio Mackay y yo le dije: “acuérdate que fuimos compañeros, ¿no te acordai?” Entonces él me miró sorprendido y me dijo: “mira conchatumadre ¡yo no soy compañero de ningún marxista!”
Si se producía el Golpe, teníamos previsto juntarnos los Mapu en una casa de Viña en Recreo Alto, en una población. En el campamento Camilo Torres íbamos a armar una especie de cordón junto a otros campamentos que habían más arriba para impedir el paso de las Fuerzas Armadas. Era una cosa ilusa, ahora lo sé. Nos habíamos robado un radiotransmisor y empezamos a transmitir proclamas. Era de frecuencia mediana pero se escuchaba en las radios. Salió un grupo a poner una carga de dinamita a un acueducto que había en una quebrada y llevaba el agua a Viña. Yo no estaba de acuerdo con eso, aunque no me pescaron mucho porque decían que yo era pequeño burgués porque planchaba las camisas, me lustraba los zapatos, usaba corbata. Les dije: “miren, acá va a quedar la cagá. Se va a inundar Viña, van a allanar todo este sector, nosotros no somos pobladores, es esta gente la que va a sufrir la represión”. Al final, la carga no explotó y el 12 nos fuimos, pero el dueño de casa, que era un poblador que militaba en el Mapu fue detenido. Y ahí se armó una investigación. Por estas dos historias me tenían fichado.
El 3 de octubre del ’73 allanaron el sector donde vivíamos en Playa Ancha con mi mujer, y no pudimos escapar. Llegaron los Infantes de marina al departamento. Mi mujer dijo “hagámosle malta con huevo para tratar de sobarles el lomo”. Pero uno de los infantes me reconoció “usted era compañero del teniente Sami, ¿se acuerda ?” Y yo dije “aquí soné”.
Me llevaron al cuartel de la marina, a una sesión de tortura larguísima. No sabían nada, preguntaban cosas obvias. A veces les decía que pararan y que iba a hablar. Después se daban cuenta de que mentía y seguían. Después me pasaron a la Academia de Guerra Naval en Playa Ancha. Ahí estuve alrededor de una semana. Siguieron las sesiones de tortura y me cayeron estos cargos de la carga de dinamita, la reunión en la de la noche del 11 y esta historia de Las Salinas del 5 de agosto. Además descubrieron la red clandestina que tenían los marinos para oponerse al Golpe y resistir. Eran como 100. Me quisieron vincular con esa historia, porque efectivamente esos marinos habían tenido reuniones con el Mapu, pero también con el MIR y con el Partido Socialista. En la Academia de Guerra sufrí nuevas torturas. Nosotros habíamos leído cartillas sobre cómo enfrentar la tortura, sobre todo después del Golpe en Brasil en la década del ’60. Pero eso era lectura, es otra historia cuando lo enfrentabas.
La tortura no solamente eran golpes, sino mucha electricidad. Todo esto desnudo y con la vista vendada. Te tomaban de los pies y te giraban para un lado y otros te tomaban de los brazos y te giraban para el otro lado y te cortaban la respiración. O te metían la cabeza en un tonel con agua. O te amarraban el pene con alambre y con el otro lado del alambre te amarraban las muñecas, entonces te ponían corriente de manera que tú al mover tus brazos te causabas heridas en el pene. Y también tortura psicológica: “que vamos a traer a tu mujer, la vamos a violar delante tuyo”. Siempre traté de fingir que estaba mucho más mal porque yo no quería volver a la tortura. En la tortura nadie es héroe, porque el físico tiene un límite. El cuerpo te dice: tú no puedes resistir más, tienes que hablar. El punto qué puedes decir. Yo di un par de nombres de gente que eran ayudistas del Mapu, que no mataban ni una mosca ni sabían nada. Les pegaron tres o cuatro patadas en el culpo y los soltaron. Después los encontré y les pedí disculpas. En la tortura todo el mundo habla, unos hablan más, otros menos.
En La Esmeralda estuve hasta el 20 de septiembre. Y antes estuve en un barco que se llamó el Maipo que partió el 1 de septiembre a Pisagua como con 300 prisioneros en sus bodegas. Era un barco de la Compañía Sudamericana de Vapores que lo habían puesto a disposición. Y ahí entré a este otro barco, El Lebu , y estuve incomunicado en un camarote como una semana y media. Me acuerdo que mi preocupación era que no se me infectaran las heridas. Y no se me infectó ninguna, no sé cómo. Las condiciones de higiene eran deplorables. Como a las dos semanas me bajaron a la bodega y ahí había como 130 personas más o menos por bodega. Eran dos bodegas. Y ahí estuve hasta fines del ’73, antes de la Navidad. Hicimos un circo. Llegó un día el Comandante Santa Cruz que tenía a su yerno preso, que era amigo mío. Y este viejo todos los días lo llamaba y le pasaba cartas de su mujer. Era un viejo súper buena onda. Él era un suboficial de los que llegan a oficiales por cursos especiales. Entonces el resto de los oficiales de infantería que habían en el Lebu le tenían mucha bronca porque decían que trataba más benevolentemente a los presos. Un día se nos ocurrió hablar con él para que nos dejara hacer un circo, para divertirnos un poco. Con payasos, con chistes, con cantores, humoristas, con disfraces. Teníamos, por ejemplo, la canción del patito. Al patito le preguntaban qué cantaba en la Academia de Guerra y el patito decía: “ay, si supieras que te vi”. Porque como nos interrogaban vendados, el patito le cantaba al torturador esa canción para hacerles creer que los habíamos visto.
Después nos sacaron y nos llevaron a un campo de concentración que habían constituido en Colliguay, de Quilpué hacia el interior y ahí estuve como hasta marzo del ’74. Hay gente que ha dicho que el campo de concentración era muy terrible. No era tanto: estabas al aire libre, tenías sol, te daban almuerzo, desayuno, once y comida. Y la vida era bien rutinaria, era tranquila. Hubo poca tortura en el campo de concentración, mucha más presión psicológica. En la noche se escuchaban tiroteos y se gritaban: “vienen los extremistas a rescatar a estos marxistas”, pero nosotros sabíamos que era mentira. El único problema es cuando veíamos que se levantaba tierra en el horizonte. Ese era un camión que traía y se llevaba prisioneros. Venía una lista, podía venir tu nombre, que te volvían a llevar a la Academia de Guerra, otros lugares. Se llamaba el camión de la caca. Le pusimos así porque cuando anunciaban que venía el camión todo el mundo se cagaba.
En el campo de concentración hacíamos el circo todos los domingos. Hacíamos además campeonatos de fútbol, de ajedrez. Me acuerdo que pasamos pascua y año nuevo ahí. Y la noche de año nuevo empezamos a cantar La Internacional. Empezaron de otra parte y empezó a aumentar y terminó todo el campo cantando. Y claro, empezaban los balazos al aire: “¡ya cállense marxistas!” Igual la cantamos entera.
De ahí me sacaron a comienzos de abril al cuartel Silva Palma, y cuál sería mi sorpresa que al llegar allá reconocí la voz del capitán Santa Cruz. Él estaba recibiendo a los presos que venían del campo y me acuerdo que se acercó a mí y me dijo: “nació tu hijo. Todo está bien”. Mi señora tenía dos meses de embarazo cuando me detuvieron. Yo sabía que nacía por ese tiempo. Ahí estuve un par de semanas, era un lugar de tránsito. Salí en una lista para la cárcel pública y eso fue como la felicidad más grande porque tenías visitas, estabas en la ciudad de Valparaíso. Estábamos en la tercera galería que era sólo para presos políticos. A la fiscalía me llamaron varias veces a declarar y me dijeron: “tú tienes que irte de Chile, te vamos a expulsar”.
Estuve además un mes hospitalizado porque tenía una lesión en la columna por los golpes. Una discopatía que me paralizó la pierna izquierda, me costaba muco caminar, con muchos dolores. Y salí, a fines del ’74 al exilio a través de Amnistía Internacional. Salí solo porque mi mujer me abandonó mientras estaba preso. Eso fue súper difícil, lo más duro de todo. Logré entender con el tiempo que ella tuvo mucho miedo, quedó sola. Me tomaron preso, se desarmó todo el grupo de amigos que teníamos, que eran todos del Mapu, unos se asilaron, otros estaban presos, un par habían muerto. Entonces ella estaba embarazada y volvió a la casa de sus padres. Eso la hizo tomar distancia de mí, además creo que tampoco me quería mucho, porque si me hubiese querido mucho habría estado a mi lado y habría salido conmigo. Anulamos el matrimonio. Nunca me respondió las cartas, nunca le entregó los regalos que yo le mandé al Rodrigo para la Pascua y para los cumpleaños. Por lo tanto cuando yo volví a Chile el Rodrigo tenía 12 años y fue súper difícil.
En el exilio primero llegué a Bruselas. Luego me fui a París donde estaba la dirección exterior del Mapu. Ahí me quedé seis meses viviendo y un día me dijeron que necesitaban que me fuera a Berlín occidental. Allá funcionaba el comité de solidaridad con Chile mas grande de Europa.Y bueno, siempre seguí en la actividad política, vinculado al Mapu afuera y a la izquierda chilena. Entré a estudiar técnica fotográfica. Saqué mi título y ahí aprendí un montón de trabajos con elementos químicos para montar fotos. Me fui a París a hacer un curso con un francés que había estado en la resistencia contra los nazis y él me instruyó en la falsificación de documentos. Y empecé a fabricar algunos documentos para gente que volvía a Chile. Después entré a estudiar Ciencias de la Comunicación en la Universidad Libre de Berlín. Y en eso estaba cuando apareció este permiso para volver a Chile por 30 días. Vine después de 10 años y me quedé 10 meses. Porque dije: “tengo las patas en Chile, de aquí no me voy si no es con un documento en mi bolsillo que diga que yo puedo volver a vivir en Chile”. Y eso demoró 10 meses. Iba todos los meses a la oficina del Ministerio del Interior, a la oficina de Cardemil que estaba de subsecretario del Interior. A veces me atendía él mismo.
Me preguntaban qué pensaba ahora del socialismos y les decía: “sabe que yo ahora soy crítico de los socialismos reales”. Era cierto, en todo caso. Por ejemplo cuando yo pasé a Berlín este me encontré con un Estado policial, en que la gente no podía salir, no era libre de pensar. El Estado les daba todo, vivienda, educación, salud, pero no estaba permitida la prensa occidental. Eso no me gustó. Esa fue mi gran desilusión con el socialismo real. La primera y gran desilusión. Porque la gente estaba un poco prisionera de un partido único que desde arriba dirigía todo y se fue separando del ciudadano y al final por eso cayó el muro, la gente se hartó. El 18 de septiembre del ’85 salió una lista de las personas que podían volver a Chile y salía mi nombre. Lo tengo guardado. Legalicé todos mis papeles y me vine en marzo de 1986 definitivamente.
Me tocó cubrir el atentado a Pinochet y el crimen de Pepe Carrasco. Estaba trabajando en la IPS: Inter Press Service que era una agencia de prensa italiana que tenía una oficina acá en Santiago. No era tan grande, habíamos cuatro periodistas. Eso fue dramático, toda la historia del atentado, estado de sitio de nuevo. Esa tarde estábamos con un alemán y otro chileno tomando once donde yo vivía, cuando sentimos sirenas y cosas. Pusimos la radio y ahí se habló del atentado. Me acuerdo que me tocó cubrir cuando quemaron a la Carmen Gloria Quintana y al Rodrigo Rojas. Ese paro nacional de dos días.
Algo que me marcó mucho fue la entrevista que le hice a Carlos Herrera Jiménez. Era un tipo que se atrevía a hablar en contra de Pinochet y sus jefes superiores. Hice una larga entrevista que salió en dos páginas en La Nación y me contó de los crímenes que había cometido en Pisagua. Me contó detalles de cómo habían matado a Tucapel Jiménez. Cuando me iba, el tipo me abrazó. Me dijo: “Jorge, sabes que contigo he tenido el trato humano que nunca tuve con mis compañeros de arma después que caímos en desgracia”. Y se le caían las lágrimas. Y no me soltaba. Me quedé congelado. Me dije “¿qué hago? Si este es un criminal”. Pero solté mis brazos y lo abracé. Y eso para mí fue como un quiebre. Me decía por dentro “tú estás abrazando a un criminal. Este hueón mató de mano propia, es un hueón muy malo”. Pero ahí me di cuenta que yo había empezado un proceso en que profesionalmente podía elevarme por encima de mis recuerdos, mis broncas, mis rabias, mi propia experiencia para tomar la distancia necesaria y sentir una especie de compasión. No para todos. Para Herrera Jiménez porque había pedido perdón. Fue el único que pidió perdón públicamente”.
1.-
El montaje de Rinconada Reportaje sobre el montaje filmado en 1975 por el periodista de TVN Julio López. Se descubrió que los seis cuerpos fueron llevados a Rinconada de Maipú ya muertos desde Villa Grimaldi.
2.-
Durmiendo con el enemigoReportaje sobre el mayor (R) Enrique Cruz Laugier, quien -como comandante del regimiento Tacna- el día del Golpe bombardeó el palacio de gobierno desde tierra y asaltó con sus tropas las sedes de las Brigadas Ramona Parra y del MAPU. Este reportaje le costó su salida de su puesto en el Senado a cargo de la seguridad.
3.-
La temible historia de Pete el NegroReportaje sobre el ex agente de la DINA y la CNI, que en 1973 mató por la espalda al niño Carlos Fariña y quemó el cadáver de la víctima más joven de la dictadura. En 1979 comandó la “limpieza” de los cuerpos enterrados en cuesta Barriga para arrojarlos al mar. En 1981 mató al mirista Lisandro Sandoval.
4.-
Monje Loco: el oficial más temido de PisaguaReportaje sobre el teniente Conrado García Gaier que llegó a ser a fines de los noventa el coronel a cargo del Departamento II de Inteligencia del Ejército, y antes jefe de la Unidad Antiterrorista de la CNI. Para avisar la tortura, en Pisagua tocaba el órgano de la parroquia que se llevó a la cárcel.
5.-
Ángeles de la muerte.Reportaje sobre la investigación del juez Juan Guzmán y su equipo de detectives del Departamento V que logró develar el mejor secreto guardado por la DINA: el destino de sus desaparecidos en la Región Metropolitana. La operación sistemática fue realizada por los pilotos y mecánicos de los helicópteros Puma del Comando de Aviación del Ejército entre los años 1974 y 1978.
7.-
Quemados con fósforo químicoLa historia de cómo Gerhard Mücke, jerarca de la secta de Parral, encaró a su jefe, Paul Schäfer, exigiéndole que asumiera su responsabilidad. Mücke contó al juez las dramáticas horas finales de los prisioneros dentro del fundo. Los desenterraron en 1978, quemaron químicamente sus restos y tiraron las cenizas al río Perquilauquén.
8.-
Los pecados de mi capitánLa historia del suicidado ex oficial DINA Germán Barriga y ex agentes subordinados de éste que acusan cómo hizo desaparecer prisioneros. El coronel retirado jamás habló ni entregó información a los jueces respecto a los hechos acaecidos bajo su responsabilidad en la brigada Purén. Los secretos se los llevó a la tumba.
9.-
El general que entregó los presos a la CaravanaReportaje sobre el oficial que sacó en 1973 a 14 prisioneros desde la cárcel de Antofagasta, amarrados y con la vista vendada, y los condujo en camión a la pampa, donde la comitiva de Arellano los masacró. El general fue dado de baja una semana después de la publicación de este artículo.
10.-
Berríos camino a la muerteReportaje sobre la investigación del juez Alejandro Madrid en el caso por el asesinato del ex agente de la DINA, Eugenio Berríos. Un equipo de tres policías, que se convirtió en el brazo derecho del ministro en el proceso, penetró los muros que escondían a sus victimarios y desentrañó el crimen. En su búsqueda descubrieron episodios desconocidos de la vida del químico.
11.-
Las últimas horas de HuberReportaje sobre el coronel Gerardo Huber, asesinado por el Ejército liderado por Pinochet porque había decidido contar lo que sabía acerca del tráfico de armas a Croacia. La sentencia de 461 páginas del juez Claudio Pavez develó detalles hasta ese momento desconocidos.
12.-
¿Quién mató al comandante Araya?A 32 años del homicidio del edecán naval del Presidente Allende, este reportaje revela incongruencias en la investigación de la justicia de la Marina y una pista aportada por un ex policía civil, que amenazaron con echar abajo la versión oficial.
13.-
Desaparecidos en cuarteles del InfiernoReportaje sobre un suboficial de Inteligencia que declaró al Departamento Quinto de Investigaciones y al juez Juan Guzmán haber traducido el criptograma enviado a comienzos de 1979 por Pinochet ordenando desenterrar cuerpos de prisioneros para hacerlos desaparecer. La tarea se encubrió como la “Operación Retiro de Televisores”. En Los Angeles y Linares 17 cuerpos exhumados fueron quemados en hornos y tambores dentro de los recintos militares.
14.- Los mataron por la espalda con una punto 30 (click para ver en grande).
15.- Consejo de Guerra: bajo amenaza cambió sentencia y condenó a muerte en Pisagua (click para ver en grande)
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