lunes, 8 de febrero de 2010
Por un Bicentenario sin exclusiones
Carlos Ruiz Rodríguez
Universidad de Santiago de Chile
En el año 2010 se conmemorará el bicentenario del inicio de un proceso que no estaba claro ante los ojos de sus contemporáneos. Desde luego, no puede hablarse de bicentenario de la independencia de Chile ni cosa parecida, ya que en 1810 sólo una minoría soñaba con la emancipación de España. Desde el presente, podemos emitir juicios históricos acerca del desarrollo y los alcances del ‘hecho emancipador’. Estas reflexiones parten desde un análisis a partir del presente, ‘mirando hacia atrás’.
La mera celebración de hazañas militares (y bastantes desastres) sería vana palabrería, “oratoria hueca al pie de los monumentos”, si no hay un correlato entre el símbolo y la realidad. No se debiera una vez más repetir el ritual de levantar monumentos yuxtapuestos de héroes que se mataban unos con otros: la historia no debiera seguir siendo un cambalache donde están Valdivia con Lautaro, y O’Higgins con Carrera y Rodríguez.
Cuando las celebraciones históricas las produce una sociedad inmersa en una mentalidad que llegó a plantearse “el fin de la historia”, es por algo. Cuando el Estado español lanzó la iniciativa de celebrar el Quinto Centenario en 1992, había intereses muy ‘contemporáneos’: crear un clima favorable a que los ‘descubiertos’ mostrasen preferencias por las inversiones de los ‘descubridores’. Desde 1992 pareciera que la xenofobia española anti (hispano)americana estuviese en crecimiento, paralelo a las curvas de crecimiento de la inversión de las empresas energéticas, viales e industriales con sede en Madrid. Acabado el discurso de la ‘hermandad colombina’, las visitas de reyes a sus ex-colonias, las ferias sevillanas, no pocos españoles comunes y corrientes demostraron con luctuosos crímenes que los aparatos ideológicos de esa potencia no se habían propuesto precisamente fomentar una convivencia fraternal, ni siquiera sana, entre los dispersos hijos de la “Madre Patria”.
El contexto de las celebraciones chilenas del 2010 no parece ser muy diferente del de las de 1992. Ahora se trata de legitimar el discurso de una ‘chilenidad’ surgida hace doscientos años, a partir de una Independencia. No debiéramos extendernos en demostrar que este país ha tenido una emancipación muy relativa en algunos aspectos, y que carece de autonomía en la mayoría de las decisiones. Hoy mismo vivimos la “segunda conquista española”, a partir de la creciente gravitación del gran capital español, que llega a interferir en las decisiones políticas que toma el Estado. En distintos momentos de su historia, este pequeño Estado ha estado bajo la mirada vigilante de las potencias extranjeras.
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En: Los historiadores chilenos frente al Bicentenario. Santiago, 2008, pp. 429-435.
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