A lograr movilización y crear conciencia popular

A lograr movilización y crear conciencia popular

El MAPU no se rinde

El MAPU no se rinde

56 años de lucha

56 años de lucha

«

MAPU: 54 AÑOS LUCHANDO, CREANDO PODER POPULAR

«

POR LOS DERECHOS DE LOS PUEBLOS Y LOS TRABAJADORES

«

No + AFP, No + migajas, renacionalización del cobre y del agua, educación gratuita, estatal y de calidad:

A ORGANIZAR UN GRAN PARO GENERAL


«

EL MAPU SALUDA AL MPT
EN SU 14° ANIVERSARIO 5 de abril 2009-2023

UNIR LAS LUCHAS PARA QUE LOS PUEBLOS Y LOS TRABAJADORES MANDEN

Mostrando entradas con la etiqueta Socialismo Siglo XXI. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Socialismo Siglo XXI. Mostrar todas las entradas

lunes, 23 de febrero de 2015

La sociedad chilena y mapuche en busca de la unidad con Bolivia

Después de la Guerra del Pacífico, en Chile surgieron personalidades del mayor prestigio claramente favorables a la causa marítima boliviana. No estamos descubriendo nada nuevo, pero veamos que ha ocurrido en el último tiempo. 

por Leonardo Robles
EL CIUDADANO
 Mar-para-bolivia-e1301669831961
En el año 2006, hubo un multitudinario acto en el Court Central del Estadio Nacional de Santiago recibiendo al presidente Evo Morales  quien emocionado por el cariño de nuestro pueblo expresó la importancia de la unidad latinoamericana para lograr la igualdad y la justicia en “nuestros pueblos”.
El presidente boliviano no pudo ocultar su sorpresa al recibir el espontáneo grito del público que demandaba “mar para Bolivia”. Que hermosa muestra de hermandad que se juntaba a las pancartas que  expresaban “Bolivia un mar de amigos” y “América sin fronteras, mar para Bolivia”.  Con la sencillez que lo caracteriza, Evo decía: “nunca me había imaginado que aquí, el pueblo chileno también reclama el mar para Bolivia”.
Los pueblos como actores
Merece ser destacado que el Mapuche, como parte de esta tierra, también ha tenido un sincero acercamiento con el presidente boliviano. Este pueblo que ha recuperado el derecho a expresarse,  a organizarse y a vivir en una nación que no le puede ser ajena u hostil ha encontrado más allá de su radio territorial un amigo, y otros más, en Bolivia.

“Nunca me había imaginado que aquí,  el pueblo chileno también reclama el mar para Bolivia”Evo morales

La autodeterminación de los pueblos no es un invento del moderno Derecho Internacional. Hace siglos que nuestros pueblos saben vivir y organizarse y debemos entender que los pueblos originarios son anteriores al surgimiento formal de los Estados y, por lo tanto, cuando se pide respetar su autodeterminación no se trata de una concesión del Estado hacia ellos, sino de un reconocimiento sabio de los orígenes y antecedentes de nuestras naciones.
Cuando las Naciones Unidas aprobaron los instrumentos  sobre los derechos de los pueblos indígenas, reconocieron las grandes desigualdades encontradas en la formación política y social de nuestros países. Tuvieron que avalar los derechos a la igualdad, identidad, justicia y libertad, a la no discriminación, a la diversidad, a los saberes, credos y tradiciones  ancestrales, a la relación con la naturaleza y sus  recursos, a la organización y gobierno autónomos, etc., palabras  que claramente eran ajenas al sistema de dominación y al colonialismo.
Todavía hoy existen gobiernos llamados “clasistas” que  privilegian a ciertos estratos sociales con valores foráneos y que no quieren asimilar,  en su relación con los “demás”, que los pueblos tienen identidad, que esta es una gran fortaleza y el punto de inicio de un caminar común de verdadera unidad y que no tiene retorno.
evo en chile 5.0
La apertura chilena
Cuando  Bolivia anunció recurrir a la Corte Internacional de La Haya por su demanda marítima, el Partido Comunista  se declaró partidario de que Chile le dé a ese país una salida soberana al mar. Así lo  expreso, por ejemplo,  la  dirigente  Camila Vallejo, quien mencionó que Bolivia podría dar a Chile energía en el marco de una política de integración.
Isabel Allende, una de nuestras más reconocidas escritoras afirmó, por su lado, que “Bolivia debe tener una salida al mar, tiene que haber un arreglo”.

Los pueblos originarios son anteriores al surgimiento formal de los Estados  y, por lo tanto, cuando  se  pide respetar la autodeterminación de los pueblos  no se trata de una concesión del Estado

En el último tiempo, cuando la presidente Michelle Bachelet retornó a La Moneda en marzo de este 2014, nuevamente Evo Morales visitó Santiago y Valparaíso.  Pudimos advertir como la gente lo saludaba y daba muestras de apoyo a Bolivia en las afueras del Congreso. Posteriormente en una reunión  en la Fundación Progresa se trató de la integración entre ambos países y finalmente en la concentración en el Teatro Caupolicán, unas 5.000 personas corearon nuevamente “Mar para Bolivia”. El Manifiesto del Encuentro por la Unidad de los Pueblos reconoció que el derecho al mar para Bolivia es parte de la lucha por la integración latinoamericana expresando: “una salida al mar para Bolivia es un hecho de justicia, de integración y reciprocidad entre pueblos que comparten una misma historia, que son parte de una misma tierra…”.
En julio el dirigente sindical Víctor Quijada afirmó que la propuesta de su sector en el Encuentro Sindical Internacional Antiimperialista se orientaba a pedir mar para Bolivia con soberanía e Islas Malvinas para Argentina.
El ex candidato a la presidencia de Chile, Marco Enríquez-Ominami le pidió a la presidenta  Bachelet que reconozca que la demanda marítima boliviana es un tema pendiente y criticó que se siga con la línea de política exterior del ex presidente Sebastián Piñera.
Durante agosto, en el Foro de Sao Paulo, el presidente del Partido Humanista de Chile, Octavio González, respaldó la demanda marítima boliviana. Luego, organizaciones políticas y sociales de Chile aprobaron una declaración de apoyo a la demanda marítima boliviana, en la que piden a las autoridades chilenas retomar el diálogo bilateral para analizar la petición boliviana de una salida soberana al mar.
En octubre se conocieron algunos hechos curiosos y significativos:
  • Se presentó una carta de organizaciones chilenas que respaldan la demanda marítima boliviana. La misiva está dirigida a la mandataria Bachelet y recuerda que algunos presidentes como González Videla o Salvador Allende consideraron distintas soluciones al enclaustramiento que padece Bolivia. Incluso Augusto Pinochet avanzó en una fórmula.
  • El representante de la “Casa Bolívar” Marco Riquelme y otros miembros de organizaciones de Chile rechazaron el video que presentó el Gobierno  impugnando la competencia de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya en la demanda marítima presentada por Bolivia.
  • Asimismo, en la Cancillería boliviana se descubrieron dos murales alusivos al mar que fueron pintados por los artistas chilenos Patricio Madera y Beto Pastene.
Una contribución para resolver el problema marítimo boliviano
En Bolivia le llaman “Diplomacia de los Pueblos” y se expresa a través de movimientos sociales, actores, eventos y manifestaciones positivas que trabajen por los temas que antes estaban en una canasta olvidada y llena de polvo. Se recuperan temas que son muy importantes para nuestra verdadera integración.
Quizás este hubiera sido un ingrediente  ideal  en los años 70 cuando la región vivía bajo regímenes de fuerza y los gobiernos militares de Chile, Bolivia y Perú transpiraban desconfianza. Durante el llamado proceso de Charaña los sectores sociales hubieran jugado un rol fundamental para llevar la negociación a buen y feliz término.
El tema de la salida soberana y directa de Bolivia al Pacífico sigue pendiente y sigue frenando esa anhelada integración a la que ningún presidente deja de referirse en sus ocasionales discursos.
Como sociedad civil debemos renovar un mandato, especial y específico, para que los gobiernos trabajen seriamente y acerquen a nuestros pueblos. La unidad de Chile, Bolivia y toda la región merece asistir y reconocer  la capacidad y sensibilidad de sus líderes para resolver, sin dilaciones y mezquindades, este problema que se arrastra desde el Siglo XIX.
*artículo publicado en la edición N° 160 de El Ciudadano
Leonardo Robles El Ciudadano

Bolivia defenderá el mar con la verdad

17 febrero 2015 |CUBADEBATE
Héctor Arce


Héctor Arce, Procurador General del Estado de Bolivia, manifestó que su país se defenderá con la fuerza de la verdad, la justicia y el derecho de retornar con soberanía al mar, ante la demanda marítima planteada contra Chile en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en La Haya.
Esta demanda encuentra su competencia en la Corte Internacional de Justicia y Bolivia defenderá con la fuerza del derecho, la verdad, la razón defenderá los planteamientos en el Palacio de la Paz“, dijo Arce.
Tras conocerse un comunicado oficial de la CIJ, donde convoca a ambas naciones a presentar sus alegatos orales el próximo 4 y 8 de mayo, Arce manifestó que el equipo de asesores internacionales de la demanda boliviana, presentada en abril de 2013, será el encargado de brindar los alegatos.
Sin embargo, recordó que esto no excluye que las autoridades y el agente boliviano participen al inicio. Detalló que para la presentación se fijaron cuatro intervenciones en la primera semana de mayo.
“Chile comenzará el lunes 4 porque es el peticionante, dos días después, el 6 intervendrá Bolivia”, explicó el Procurador.
Dijo que este día es más importante porque Bolivia responderá a la incorrecta objeción a la jurisdicción presentada por Chile y afianzará, defenderá la jurisdicción de este máximo tribunal”.
El fallo se espera conocer hasta fin de año, aunque no existe un plazo determinado.

En contexto

El 24 de abril de 2013, Bolivia demandó a Chile ante La Haya para que emita un fallo que obligue a Santiago a negociar la entrega de una salida soberana al mar.
El 15 de abril de 2014, el presidente Evo Morales, el canciller David Choquehuanca y el embajador de Bolivia en Holanda, Eduardo Rodríguez Veltzé, encabezan la delegación oficial del país que viajó hasta La Haya para entregar a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) la Memoria de la demanda marítima de Bolivia a Chile.
Se trata de la primera acción jurídica que ejerce Bolivia sobre Chile respecto al tema marítimo, así como también será la primera vez que un jefe de Estado acude personalmente a efectuar un trámite de esta naturaleza ante la Corte.
(Con información de Tele Sur)

Evo Morales destaca transformación de Bolivia gracias a políticas sociales

EL CIUDADANO



El presidente Evo Morales, quien gobierna el país desde 2006, aseguró el domingo que en corto tiempo se dio una nueva imagen a Bolivia, a través de políticas sociales y económicas, pero también buscando el equilibrio entre bolivianos.
“Pregúntense ustedes cuándo Bolivia estaba en esos lugares, nunca, yo nunca escuchaba, Bolivia no era conocida, si Bolivia era conocida de algo, era por los golpes de Estado o la COB era más conocida que Bolivia, que la República, eso era antes, en corto tiempo hemos dado una nueva imagen a Bolivia con las políticas sociales, con las nuevas políticas económicas”, mencionó.
Morales durante la entrega de una cancha de césped sintético, en el municipio de Tolata en el departamento de Cochabamba, manifestó que las políticas que genera el país son “respetadas” en otras partes del mundo, incluso los gobiernos -dijo- indagan para desarrollarlas en sus naciones y citó, por ejemplo, el programa ‘Bolivia cambia, Evo cumple’ y ‘MiAgua’.
“No son mucha cosa (esos programas) pero tienen repercusión internacional, los funcionarios de otros gobiernos averiguando en qué consiste ese programa social que tenemos”, señaló.
El jefe de Estado aseveró que la nueva posición que tiene Bolivia en el mundo no hubiera sido posible sin el concurso de los movimientos sociales, porque no solo se trata del Presidente, cuya figura tuvo gran aceptación internacional, según recientes encuestas.
“Pero ahora somos una referencia internacional, el Presidente Obama creo que está en quinto, sexto lugar en esa encuesta, segunda la compañera Cristina de Argentina y otra encuesta desde Europa también sobre el Presidente que tiene imagen en el mundo, primero está de Rusia con 87 por ciento, segundo el hermano Rafael Correa con 79 por ciento y nosotros con 75 por ciento, una referencia internacional”, indicó.
El ranking de popularidad verificado por la Asociación de Comunicación Política (ACOP) conocido el 9 de febrero, ubicó al presidente boliviano, Evo Morales, entre los tres líderes más populares del mundo.
Morales se encuentra en el tercer puesto de popularidad, después de sus homólogos de Ecuador y Rusia; Rafael Correa y Vladimir Putin, respectivamente. - Vía ABI


jueves, 5 de febrero de 2015

Las batallas de Venezuela

El 15 de diciembre el pueblo chavista celebró en Caracas el 15º aniversario de la Constitución Bolivariana.

Claudio Katz
Economista argentino, activista social y defensor de los DDHH.

Todos los problemas estratégicos discutidos en la Izquierda durante la última centuria han recobrado actualidad en Venezuela. En ese país se desenvuelve un proceso de transformación política que proclama metas antiimperialistas e idearios socialistas. El camino para alcanzar estos objetivos vuelve a debatirse con la misma pasión que en el pasado.
Venezuela soporta desde hace catorce años el asedio de la derecha. Durante 2014 esa agresión incluyó una guarimba, que comenzó en febrero y fue doblegada en junio, con un saldo de 43 muertos, centenares de heridos y la detención del cabecilla fascista.
Las organizaciones ultraderechistas recurrieron a todas las técnicas de la guerra de baja intensidad. Arremetieron con asesinatos, destrozos, amenazas y contaron con el asesoramiento directo de los paramilitares colombianos. Esa provocación incluyó un intenso sabotaje económico con acaparamiento de mercancías, especulación de divisas y contrabando, para desgastar al gobierno y desmoralizar a la sociedad.
Estados Unidos incentivó estas acciones, aportando un novedoso manual de sugerencias golpistas. Sus voceros financieros difundieron diagnósticos de colapso económico, mientras el Departamento de Estado promovía la inestabilidad política y el aislamiento internacional.
Pero el levantamiento derechista no logró trascender los barrios de la clase media-alta, y la violencia extrema terminó socavando la propia base social de la asonada. El opositor Henrique Capriles tomó distancia del alzamiento y los militares se mantuvieron en la vereda opuesta, con la excepción de un pequeño grupo de conspiradores que fue apresado. Los conservadores perdieron otra partida de su larga escalada destituyente, pero el asesinato del joven diputado Robert Serra ilustra la persistencia del plan desestabilizador.
La derecha intentó en la mesa de negociaciones lo que no consiguió en las calles. Los empresarios resumieron sus exigencias en un paquete de doce puntos avalados por 47 economistas de la oposición. Demandaron la liberación del dólar, un nuevo ciclo de endeudamiento internacional, contrarreformas sociales, la anulación del actual sistema de precios y la devolución de las plantas estatizadas. Reclamaron un lugar en el gabinete para garantizar la devaluación y la derogación de las leyes laborales. Como esas exigencias fueron desoídas, el lobby capitalista ha redoblado la presión. Busca recuperar pedazos de la renta petrolera socavando el control estatal de ese excedente. Esta erosión se consuma con los dólares que obtienen a precios preferenciales para el manejo de las importaciones. Suelen desviar esos recursos hacia la especulación cambiaria.
Esta tensión con la burguesía ha caracterizado a todo el proceso bolivariano. Chávez respondía abriendo espacios de diálogo con los empresarios, mientras movilizaba al pueblo para marcar el tono de la discusión. Mantuvo esa conducta frente al golpe de 2002, luego de la victoria del referéndum de 2004 y en varias oportunidades desde 2006. Introdujo la modalidad de transformar cada elección en una multitudinaria prueba de fuerza contra los capitalistas y sus partidos.
Maduro intenta retomar esta misma dinámica, lidiando con el enorme vacío que ha dejado la muerte de Chávez y el gran malestar que genera el deterioro económico. En estas condiciones, logró una importantísima victoria frente a los fascistas. Venezuela volvió a contar con la red de alianzas internacionales que exige la batalla contra las conspiraciones imperialistas. Durante años estos acuerdos contribuyeron a contrarrestar los golpes apañados por el gobierno estadounidense, la OEA y la corona española. Pero los diplomáticos de la burguesía también volvieron a ensayar presiones para disuadir la radicalización del proceso bolivariano. Estas exigencias apuntaron durante las guarimbas a la formación de un gobierno de coalición con la oposición derechista. Maduro resistió esta sugerencia y aprovechó el sostén de Unasur, sin aceptar la inmolación de su gobierno.

LA PULSEADA PETROLERA
Al concluir el año, Estados Unidos utiliza la caída del precio internacional del petróleo como un nuevo instrumento de desestabilización. La cotización del combustible declinó un 30% en el último semestre, afectando seriamente a una economía que obtiene el 95% de sus divisas de la exportación de crudo. No es lo mismo manejar el presupuesto público con un precio del barril por encima de los 100 dólares (última década), que con los niveles actuales de 60/70 dólares.
La depreciación del petróleo obedece, ante todo, a una contracción acumulativa de la demanda en las economías desarrolladas. Esta retracción deriva de una crisis irresuelta desde 2008, que se acentuó en el último año con la desaceleración de China y los países intermedios. También el cambio de la política monetaria estadounidense ha incidido en la caída del precio. La primera potencia decidió restringir los estímulos monetarios utilizados para socorrer a los bancos, induciendo un esperado incremento de las tasas de interés. Este giro precipitó la salida de los capitales especulativos de todos los mercados de materias primas. En el desplome del precio del petróleo influye, además, el incremento del volumen de crudo extraído con formas no convencionales (shaleoil). Esta innovación le permite a Estados Unidos aumentar la producción y reducir las importaciones.
El petróleo barato se ha convertido en una herramienta de ofensiva imperial. Luego de su reciente avance electoral, los neoconservadores republicanos han impuesto una agresiva agenda de política exterior a los liberales intervencionistas de Obama. Debilitar a Venezuela no es el único objetivo de esta acción. La arremetida apunta a reforzar las sanciones impuestas a Rusia frente a la crisis de Ucrania. También se presiona a Irán para que abandone su programa atómico.
La ofensiva yanqui cuenta hasta ahora con el sostén de Arabia Saudita, que convalida el abaratamiento del petróleo para afianzar su poder en Medio Oriente. El operativo busca asegurar la continuada primacía del dólar en el comercio petrolero, frente al uso de otras monedas que ensayan varios exportadores.
Pero Venezuela es una presa especialmente apetecida por Estados Unidos. No sólo concentra una de las mayores reservas de crudo del mundo, sino que aportaba hasta 2008 el 14% del consumo de la economía del norte. Recuperar el manejo de esos recursos para Exxon y Chevron es tan prioritario, como acelerar la privatización de la empresa petrolera mexicana (Pemex) y reforzar la fidelidad de los gasoductos canadienses. Con esos tres proveedores el imperio se asegura el abastecimiento, más allá de la incierta evolución del shaleoil. Este tipo de extracción podría tornarse inviable por su devastador impacto ambiental o por los altos costos de inversión, en un marco de precios declinantes.
Estados Unidos ha retomado un acoso sobre Venezuela que puede alcanzar niveles de guerra económica, si la depreciación del petróleo es complementada con el encarecimiento del crédito. Las calificadoras de riesgo ya bajaron el pulgar a los bonos del país, tornando más gravoso el acceso a los préstamos internacionales. Estos créditos son necesarios para compensar la pérdida de los ingresos petroleros. El Senado yanqui completa el cerco con la introducción de sanciones a los viajeros e inversores en Venezuela.
La respuesta del chavismo ha sido inmediata. Maduro denunció con gran coraje las nuevas conspiraciones de la embajada estadounidense, se burló de las restricciones a las visas y convocó a la unidad latinoamericana para enfrentar la guerra del petróleo. Conviene recordar que cada intento desestabilizador de la última década desató contragolpes populares que terminaron reforzando el proceso bolivariano. Esta misma posibilidad reaparece en la actualidad, si el chavismo encuentra respuestas a las adversidades de la economía.

REFORMAS Y RENTISMO
El modelo económico de la última década permitió motorizar el consumo, en un marco de alto gasto social y creciente regulación estatal. Esta orientación facilitó la financiación de las mejoras populares con los cuantiosos recursos petroleros. Este sostén es frecuentemente subrayado por la derecha para desmerecer (o relativizar) los avances sociales. Olvidan que la misma riqueza petrolera fue acaparada durante mucho tiempo por una minoría de privilegiados. La extensión del usufructo de ese excedente al conjunto de la población no ha sido un efecto espontáneo de las fuerzas del mercado. Requirió afectar los intereses de los capitalistas con medidas de redistribución del ingreso.
Luego de la expulsión de la elite tecnocrático-burguesa que manejaba la empresa petrolera del Estado (PDVSA) se pudo reducir la pobreza del 40% al 22%. También la indigencia bajó del 20% (1999) al 8,5% (2011) y la diferencia entre el 20% más rico y pobre de la población disminuyó de catorce a ocho veces. Se concretaron, además, importantes avances en el acceso popular al agua potable, la salud y la educación, a través de la activa intervención de las misiones. Pero esas mejoras fueron combinadas con el otorgamiento de subsidios a los capitalistas, que acrecentaron las riquezas de la nueva “boliburguesía”. Estos sectores recibieron cuantiosos montos de financiamiento público que alimentaron la fuga de capital. Ese mismo destino externo tuvo una parte de los fondos aportados por el gobierno para pagar las expropiaciones de empresas de electricidad, telefonía, siderurgia, cemento y distribución de alimentos. También los banqueros locales absorbieron una significativa porción de esos beneficios. Los financistas incrementaron su patrimonio, utilizando depósitos de las entidades públicas para especular con bonos del Estado y operaciones en exterior.
La combinación de este drenaje de fondos con un modelo de pura expansión del consumo ha recreado la estructura rentista de una economía poco productiva. Por esta razón los desequilibrios tradicionales recobraron fuerza, a través de la inflación, el déficit fiscal, el endeudamiento de PDVSA, la importación de alimentos y las fallas en las iniciativas de industrialización.
Estas falencias son frecuentemente atribuidas a un mal manejo de la política económica, y ciertamente hubo desaciertos en muchas áreas. Pero el trasfondo del problema son los límites que enfrentan todas las reformas ensayadas al interior de una economía capitalista periférica y dependiente. Esa estructura neutraliza el impacto de muchas transformaciones progresistas.
El modelo aplicado hasta ahora facilitó desahogos, pero no permite lidiar con la inflación, el estancamiento y el desabastecimiento de los últimos años. Para confrontar estos flagelos se requieren medidas radicales de control de precios y castigo a la especulación financiera, el desabastecimiento y el contrabando.

ANTECEDENTES Y COMPARACIONES CON CHILE
La experiencia vivida con la Unidad Popular chilena de los años 70 ocupa un lugar central de los debates actuales en Venezuela. Las comparaciones con ese proceso han sido actualizadas por muchos intelectuales que participaron intensamente en ambos procesos.
A diferencia de la victoria precedente de Cuba, en Chile no se registró una captura revolucionaria del poder. Se conquistó un gobierno popular a partir de las urnas. Ese escenario era poco corriente en una época de dictaduras, violencia represiva, persecución anticomunista y guerra fría.
El contexto actual es muy diferente y el proceso bolivariano se inscribe en un marco regional de comicios periódicos y menor capacidad de intervención estadounidense directa. Pero las analogías con lo ocurrido en Chile hace cuarenta años son significativas en dos terrenos: las confrontaciones con la derecha y las dificultades para traspasar la barrera que separa al gobierno del poder.
La presidencia de Salvador Allende coronó en 1970 varias décadas de gran influencia política y sindical de la Izquierda, pero su gestión sólo duró tres años. También el chavismo tuvo origen en la Izquierda, aunque en variantes más próximas al nacionalismo antiimperialista. Como en Panamá (Torrijos) o en Perú (Velasco Alvarado) se forjó en la radicalización de la oficialidad militar.
Estas diferencias de gestación no reducen el parentesco. Ambos procesos declararon propósitos socialistas a partir de victorias electorales, fueron hostilizados por el imperialismo y contaron con el apoyo de la movilización popular.
Las semejanzas entre los conspiradores derechistas de Chile y Venezuela saltan a la vista. En los dos casos se conformaron grupos fascistas, impulsados por un gran odio social contra los oprimidos y un enfermizo anti-comunismo. Pero la gran diferencia radica en la inexistencia de un Pinochet en la patria de Bolívar. En este marco el golpismo clásico ha sido reemplazado por variantes más institucionales e indirectas.
La vieja asonada militar es poco viable a principios del siglo XXI, pero su preparación y sus objetivos no han cambiado. Venezuela soporta el mismo tipo de sabotajes, caceroleos, boicots financieros y conspiraciones mediáticas que padeció Allende entre 1970 y 1972. Lo ocurrido con Zelaya en Honduras ilustra mayores parecidos con ese antecedente, y la propia captura de Chávez, en 2002, confirma esas semejanzas. En la actualidad los golpistas no asumen su intención dictatorial, sino que priorizan alguna legitimación cívico-electoral.
Como la derecha necesita consumar el desgaste de los gobiernos populares en periodos más prolongados y carece del auxilio directo del ejército, invierten más recursos en el boicot económico. Por eso Venezuela ha soportado una escalada tan persistente de fugas de capital, desabastecimientos, remarcaciones de precios y especulaciones cambiarias. El respaldo petrolero que tiene el Estado le ha permitido aguantar ese aluvión con más fuerza que las débiles barreras construidas por la UP chilena.
A diferencia de Allende, el chavismo cuenta con una gran experiencia e influencia dentro de las fuerzas armadas. Surgió en ese ámbito y se consolidó mediante una sistemática limpieza de agentes de la CIA. En ningún momento Chávez cometió la ingenuidad del ex presidente chileno, que desplazó a un general aliado (Prats) para designar a su enterrador (Pinochet). El líder bolivariano tampoco repitió el sometimiento de Allende a la presión de los fascistas, que impusieron el desarme de la resistencia popular luego del primer ensayo golpista (Tancazo de junio del 73). Frente al mismo peligro, Chávez comenzó un reclutamiento de milicias y forzó la renuncia de generales opositores (Baduel). Maduro reafirmó esta actitud encarcelando a los oficiales involucrados en la guarimba.
El triunfo electoral de Allende incentivó un gran ascenso popular, que incluyó ocupaciones campesinas de tierras y acciones directas de los obreros. Estos mismos trabajadores protagonizaron una avanzada de lucha revolucionaria, al crear los cordones industriales que precedieron al golpe. Venezuela ha vivido manifestaciones del mismo alcance desde el Caracazo, y algunos analistas estiman que la intensidad de esas movilizaciones supera el nivel alcanzado en Chile.

BALANCES Y PROPUESTAS
Existieron dos miradas contrapuestas a la hora de trazar un balance de la tragedia padecida por la Unidad Popular. Un enfoque postuló que ese proceso sufrió una exagerada aceleración y soportó presiones de radicalización que precipitaron un conflicto evitable con los militares. Esta visión proponía contrarrestar la amenaza golpista con un freno de las reformas y un cogobierno con la Democracia Cristiana.
La tesis opuesta estimaba que se cometió el error inverso. En lugar de apuntalar la gran disposición de lucha popular, Allende aceptó el chantaje de la derecha. Limitó todas sus acciones a un cuadro constitucional que la burguesía había desechado. De esta forma desorientó a los jóvenes que buscaban resistir y confundió a los trabajadores que aspiraban al socialismo.
En condiciones políticas muy distintas a los años 70 ha reaparecido un debate semejante al registrado en Chile. Quienes estiman que la Unidad Popular avanzó más de la cuenta, ahora consideran que el chavismo debe moderar su acción. Este enfoque es afín a la perspectiva socialdemócrata que promueve el PT brasileño. La misma mirada adoptan los economistas que proponen evitar medidas adversas a los capitalistas. Promueven adoptar parte del paquete cambiario y financiero exigido por las Cámaras patronales, con la esperanza de atenuar la inestabilidad que padece el gobierno.
En la vereda opuesta se ubican todas las corrientes de la Izquierda bolivariana, que auspician drásticas iniciativas para frenar el desangre de divisas, capitales y productos. Estas medidas apuntan a evitar la repetición de lo ocurrido en Chile, cortando el sustento económico-financiero de la conspiración derechista. Pero ese objetivo no se alcanzará solamente con un acertado paquete de medidas comerciales o bancarias. Se requiere el sustento de movilización social, que la UP disuadió cuando Pinochet ultimaba sus preparativos. Ese protagonismo de las masas no se improvisa. Necesita ser construido, forjando el poder popular en los lugares de trabajo y en las comunas para intimidar a los golpistas. Con esa estrategia se pueden corregir las ingenuidades de la vía institucional al socialismo que postulaba Allende.
El líder de la UP apostaba a una paulatina extensión de los espacios legales conquistados por su coalición, para concretar una superación gradual del capitalismo. Promovía este avance sin rupturas radicales, ni construcciones populares paralelas al constitucionalismo burgués.
El chavismo enfrenta un dilema semejante luego de haber obtenido más victorias electorales que la UP con márgenes muy superiores de sufragios. También introdujo reformas constitucionales y mecanismos de democracia participativa que nunca se implementaron en Chile.

ESTRECHEZ Y DOGMATISMO
El proceso bolivariano cuenta con un margen de tiempo significativamente superior al antecedente chileno para ensayar un pasaje de la administración del gobierno al manejo del poder. Las viejas controversias entre marxistas sobre la forma de concretar este salto vuelven al centro de la escena. Pero no existe una receta predeterminada que asegure el éxito de la Izquierda. Las estrategias socialistas sólo pueden desenvolverse con prácticas políticas, contrastando proyectos con resultados y teorías con experiencias.
Este ejercicio exige superar las creencias dogmáticas que imaginan el futuro como una simple reiteración de las revoluciones del siglo XX. Esas visiones suelen mistificar un modelo exitoso (soviets, guerra popular prolongada, foco), desconociendo los cambios de escenario que dificultan esa reiteración. Tampoco perciben la preeminencia actual de caminos intermedios y temporalidades más prolongadas para alcanzar esa meta.
Las miradas dogmáticas caracterizan al chavismo como una corriente pro-capitalista y estiman que sus líderes corporizan versiones contemporáneas de un Bonaparte. No reconocen la existencia de golpes reaccionarios y la consiguiente prioridad de derrotar al enemigo fascista. Consideran que Maduro y Capriles son dos opciones de la burguesía y que la represión gubernamental ha sido tan perniciosa como la violencia derechista. Este enfoque impide registrar la evidente existencia de una provocación destituyente. Si los asesinatos de militantes, los asaltos a locales partidarios, los atentados contra funcionarios, los sabotajes económicos y las campañas mediáticas internacionales no forman parte de un intento golpista, ¿cuál es el parámetro de una asonada? ¿Habrá que descubrir su existencia luego del desangre?
Lo mismo ocurre con la equiparación del chavismo con sus oponentes. Se supone que la categoría burguesa es autosuficiente y ya no requiere distinguir a las vertientes radicales y conservadoras del nacionalismo. Se olvida que las corrientes antiimperialistas han sido protagonistas de grandes procesos revolucionarios que abrieron compuertas al socialismo, cuando la Izquierda supo comprender la naturaleza de esos procesos.
Los dogmáticos suelen presentar las convocatorias al socialismo que retomó Chávez como un simple ejercicio retórico para embaucar a las masas. Pero si hubiera perseguido ese propósito de engaño, no se entiende por qué razón recurrió a una causa internacionalmente disminuida, con reducido impacto entre los trabajadores y controvertida significación entre la juventud.
Las visiones sectarias no registran el giro que introdujo la reivindicación del socialismo en la vida política de Venezuela. Este horizonte surgió al calor del choque que enfrentó al proceso bolivariano con las clases dominantes. Cualquiera que visite el país notará la difusión alcanzada por el planteo socialista. Es una meta enfáticamente postulada en las misiones, los hospitales, las empresas o las comunas que adoptaron esa denominación. El cuestionamiento del capitalismo y la crítica a la burguesía han quedado incorporados al lenguaje corriente del chavismo e impactan fuertemente sobre la conciencia de la población.
Las ideas socialistas formaron parte de la maduración política de Chávez, que evolucionó a través de giros a la Izquierda. Estos cambios incluyeron el rechazo del nacionalismo burgués tradicional y la rehabilitación del proyecto comunista. Cuando nadie pronunciaba la palabra socialismo, el líder bolivariano reinstaló el término en la agenda política de los movimientos latinoamericanos. Este legado ha sido ratificado por Maduro en las tesis que orientan la estrategia de su gobierno. Esas definiciones subrayan que el socialismo es indispensable para reafirmar la soberanía, forjar una economía productiva y lograr la plenitud democrática.
La mirada dogmática no percibe el efecto de estos pronunciamientos. Supone que el tratamiento contemporáneo del socialismo se equipara a cualquier momento del siglo XX, como si el colapso de la URSS constituyera un acontecimiento irrelevante. Los ideales de la Izquierda sólo pueden ser actualizados con otra postura y otra sensibilidad.

SOCIALISMO DEL SIGLO XXI
Venezuela cuenta con ciertas ventajas para embarcarse en una transición al socialismo. No es la típica nación pobre que tradicionalmente afrontó ese desafío. Es un país exportador de petróleo que funciona con elevados patrones de consumo. Pero necesita superar la larga tradición rentista de ineficiencia económica, que le impide utilizar esos ingresos para su desarrollo industrial.
El proyecto socialista implica saltar el escalón inicial de reformas que introdujo el chavismo, para diversificar la economía, modificar la gestión del Estado y reducir la atadura a la factura petrolera. El logro de esas metas exige erradicar los privilegios de la burguesía.
Muchos dirigentes bolivarianos comparten este diagnóstico, reflexionan en términos marxistas y promueven una transición socialista. En este plano se distancian por completo de los procesos centroizquierdistas de Sudamérica. Quienes desconocen esta diferencia, no logran asimilar las nuevas pistas que aporta la experiencia venezolana para una estrategia anticapitalista.
En la tradición revolucionaria del siglo XX la formación de un gobierno de trabajadores, la captura del Estado y la transformación de la sociedad eran concebidas como procesos simultáneos o con reducidas diferencias temporales. Ahora se puede vislumbrar ese curso como una sucesión de momentos más diferenciados. Es evidente que Venezuela cuenta desde hace más de una década con un gobierno popular, un Estado en disputa y grandes fracturas en la sociedad. El manejo del Estado no opone sólo a funcionarios genéricamente afines y opuestos al chavismo. Hay organismos que aseguran la defensa del régimen contra las guarimbas y otros que contribuyen a una acumulación de riquezas convergente con la derecha. También la sociedad está erosionada por el conflicto entre clases capitalistas -que mantienen los cimientos tradicionales de su poder económico- y un poder popular que se ha extendido significativamente.
El nuevo entramado comunal podría aportar los pilares de la configuración igualitaria del futuro, que algunos teóricos denominan “sociedad civil socialista”. A diferencia de los soviets o los organismos de base surgidos al calor de victorias militares, el poder popular emerge en Venezuela con más diversidad política y con gran construcción desde abajo. Es un proceso en pleno desarrollo que enfrenta obstrucciones burocráticas con asombrosa capacidad de movilización y renovación.
Las nuevas batallas en torno al gobierno, el Estado y la sociedad distinguen a la experiencia chavista de la revolución socialista clásica consumada en Cuba. En Venezuela se verifica un proceso revolucionario caracterizado por varios momentos de avance cualitativo (recuperación de PDVSA, nueva Constitución), que se han concretado madurando la conciencia socialista en la confrontación con la burguesía. Un nutriente clave de esta transformación es la percepción subjetiva como una revolución que tienen los involucrados en este proceso. Todos utilizan ese término para nominar la experiencia que protagonizan.
Para consumar la transición socialista, el proceso revolucionario requiere saltos de mayor envergadura en el plano económico-social. La nacionalización de los bancos y del comercio exterior podrían constituir los dos peldaños centrales de esta etapa. Aportarían el cimiento necesario para dinamizar la economía, a partir de un modelo industrial de expansión del empleo genuino y superación del asistencialismo. La ayuda social que acompañó al surgimiento y afianzamiento del chavismo necesita transformarse en trabajo productivo, para evitar los efectos nocivos del clientelismo.
Una transición poscapitalista exige sustituir los modelos de renta, consumo y baja productividad por esquemas de plan, mercado y desarrollo socialista. Venezuela persiste como el principal laboratorio de proyectos y prácticas de los marxistas latinoamericanos. La respuesta a los nuevos desafíos emergerá del propio desenvolvimiento de la lucha. Con mentes abiertas y mayor compromiso militante resulta posible develar todos los enigmas del socialismo del siglo XXI.

RESUMEN
La conspiración golpista fue doblegada pero la desestabilización continúa. Hay que lidiar con la ausencia de Chávez, el deterioro económico y la presión internacional. Estados Unidos retoma el acoso financiero y utiliza la depreciación del petróleo para debilitar al gobierno.

El modelo económico actual permitió grandes mejoras populares, pero no transformó la estructura improductiva, ni permite afrontar los desequilibrios actuales. La confrontación por el destino de la renta petrolera es la causa de las tensiones cambiarias y la conducta de los capitalistas impide gestar una economía industrializada.

Lo ocurrido en Chile en los 70 constituye un antecedente esclarecedor del comportamiento de la derecha y de la necesidad de avanzar desde el gobierno al poder. La rehabilitación del proyecto socialista por parte del chavismo es incomprensible con miradas dogmáticas. Un proceso revolucionario con ritmos inéditos y transformaciones no sincronizadas entre el gobierno, el Estado y la sociedad replantea la estrategia de la transición socialista

CLAUDIO KATZ (*)

(*) Economista argentino, militante y activista de los derechos humanos. La versión completa de este artículo se encuentra en rebelion.org.  Ver en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=193415

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 821, 9 de enero, 2015)
revistapuntofinal@movistar.cl
www.puntofinal.cl
www.pf-memoriahistorica.org
Más artículos de Claudio Katz:




viernes, 2 de enero de 2015

Maduro: La esperanza será el signo del año 2015

d589a5bb07d345bf95aa2ae022ae7510
El presidente de la República, Nicolás Maduro, expresó este miércoles que la esperanza debe convertirse en el signo del año 2015.

"La esperanza será el signo del año 2015 que apenas comienza. Sigamos juntos y juntas, el pueblo de los libertadores. Sigamos por el camino victorioso de la paz y de la Revolución. Paz y victoria en este 2015", manifestó en su mensaje navideño al pueblo venezolano, transmitido en cadena nacional de radio y televisión.

Durante su alocución, el jefe de Estado exhortó al pueblo venezolano a continuar la lucha para reforzar la economía venezolana y construir juntos la Patria productiva.

"Tú pueblo consciente, que eres la generación Chávez, joven de la patria, acompáñame en este 2015 a dar un paso más en la lucha por la independencia económica vamos juntos unidos, para juntos hacer está gran revolución económica productiva. Para eso te necesito a ti campesino, campesina, empresario, empresaria, estudiante de la patria, obrero y obrera, ama de casa, comerciante, a ti pueblo valiente. Con trabajo, lucha, inteligencia, vamos a crear nuestra patria productiva, nuestra patria en potencia", enfatizó.

El Mandatario Nacional recalcó que este llamado es para el pueblo venezolano, sin distinción política, color, edad o sexo, debido a que "todos somos necesarios para la titánica tarea de concretar los más elevados sueños de nuestra Patria". Enfatizó que para eso es necesario afrontar los desafíos que vienen para el 2015 y superar así la guerra económica, orquestada por la derecha venezolana desde 2013.

Recordó que Venezuela cuenta en su historia, ser forjadores y creadores de los grandes procesos de liberación de la nación y de diferentes partes del mundo, así como la Natividad del Señor, quién nació siendo pobre y luchó por las comunidades más excluidas.

"Esa familia sin techo es la que hoy acogemos en viviendas dignas, es el Jesús del establo que tiene rostro concreto de hombre y mujer que se hace solidario en nuestro camino cada día. Cada vez que optamos por las causas más nobles en favor de la humanidad, estamos optamos por el niño del pesebre, por Jesús Redentor", puntualizó.

Nicolás Maduro—acompañado de la Primera Combatiente, Cilia Flores— deseó a todo el pueblo de Venezuela una "feliz navidad en Cristo y feliz y victorioso año 2015 para todos y todas. ¡Qué Viva Venezuela!".

VENEZUELA, la lucha sigue



Resumen Latinoamericano/ Marcelo Colussi - 
Con este epígrafe, tomado de dos agudos conocedores de la realidad venezolana, pretendemos dar el talante del presente escrito: es un intento de aportar en el análisis del proceso que allí se está desarrollando sin ocultar, por supuesto, la simpatía para con el mismo.
Decimos esto como primer punto para que quede claro el sentido de lo que se presentará: estamos ante un proceso de transformación social muy sui generis, con connotaciones a veces sumamente complejas de comprender, que no deja de ser una provocación para repensar la situación de las izquierdas, de la revolución socialista, y si se quiere: del panorama actual del mundo. La Revolución Bolivariana que se está llevando a cabo en el país caribeño es un laboratorio del que se pueden sacar muchas conclusiones.¡Y del que no se puede estar indiferente!
Por diversos motivos (un proceso que vuelve a poner el socialismo en la palestra luego de la caída del socialismo real en tierras europeas, un líder carismático como pocos en la historia que lo impulsó por muchos años, una ventana de esperanza que se vuelve a abrir), lo que sucede hoy en Venezuela a nadie deja de importar. Si bien no es una revolución socialista con las características de otros procesos transformadores acaecidos en el siglo XX, en Venezuela hoy día se habla abiertamente de socialismo. Para las izquierdas esto es una invitación a debatir qué significa en la actualidad algo así: ¿se puede seguir levantando un ideario socialista?, ¿cómo construir una opción socialista en este mundo post Guerra Fría?, ¿qué funcionó y qué debería superarse de las primeras experiencias socialistas?
Para las derechas -la venezolana y la internacional- el proceso en curso encendió sus alarmas. Si bien es cierto que dentro del esquema económico del país no se produjeron expropiaciones ni confiscaciones en sentido estricto, la dinámica de los hechos confiere cuotas de poder a los sectores populares que siguen mostrando que la lucha de clases está presente, más allá del grito triunfal del neoliberalismo propinado por el japonés-estadounidense Francis Fukuyama al proclamar el supuesto “fin de la Historia”. Venezuela, a su modo, devolvió cuotas de esperanza al campo popular y a las luchas por el cambio político-social.
Nada de lo dicho hasta ahora en el presente texto es nuevo; el debate sobre el “socialismo del siglo XXI” inició hace ya algunos años, y las renovadas esperanzas que todo esto trajo alteraron el panorama político latinoamericano reciente. Pero más aún: no sólo despertó esperanzas en los pueblos y en la militancia de izquierda sino que propició transformaciones reales en las relaciones políticas del subcontinente, con la creación de nuevos centros de poder e influencia, como el ALBA, Petrocaribe, la CELAC, UNASUR, Telesur y Radio del Sur, entre otras novedades.
Claramente las aguas se partieron: nadie puede, ni dentro ni fuera de Venezuela, dejar de ser “chavista” o “antichavista”. Forma, quizá, bastante particular de seguir demostrando que las luchas de clase continúan, tan al rojo vivo como años atrás, con o sin Guerra Fría, con o sin sindicatos y organizaciones populares politizadas. ¿Por qué habrían de desaparecer? Sucede que la marea neoliberal -asentada en sangrientas represiones de años atrás- y el grito triunfal del fin de la Historia, pudieron llegar a hacer creerlo. Pero sin dudas, ahí están.
1. Hay una imagen distorsionada de Venezuela desde fuera del país
La prensa comercial de todo el mundo sigue una matriz determinada, fijada por grandes poderes mediático-políticos visceralmente anti-chavistas, cuyos intereses ven en todo el proceso bolivariano un peligro. La idea, obviamente, es presentar una sensación de “catástrofe” en que viviría el país, para desprestigiar la Revolución en curso. Sin quitarle peso real a la terrible guerra económica que la derecha vernácula -con apoyo encubierto y abierto del gobierno de Estados Unidos- está llevando a cabo, no es real que la población esté en una situación de crisis, de insolvencia absoluta, de situación pre-golpe de Estado al modo del Chile de 1973 donde apareció un Pinochet dando el toque final a un proceso que se venía desmoronando (o mejor dicho: que había sido calculadamente desmoronado) en un buen tiempo de gestación, con desabastecimiento y mercado negro.
En Venezuela no se vive eso, en absoluto. La inflación y el desabastecimiento existen, y por supuesto son odiosos, molestos, dañinos. De todos modos, la presencia del Estado a través de sus programas sociales por medio de las numerosas Misiones existentes (hoy día alrededor de 30) intenta complementar esos desajustes.
Sin negar las dificultades de la vida cotidiana -por ejemplo, el acceso a divisas, con un dólar paralelo por las nubes, hasta 10 veces por arriba del precio del oficial y todo lo que esa economía subterránea pueda traer aparejada- la preconizada “crisis” no afecta sustancialmente la vida cotidiana. Hay un intento de crear un clima de zozobra, logrado fundamentalmente en la población no-chavista -clase media y alta-, manipulada y acicateada en forma continua con los fantasmas del “castro-comunismo” (“te van a poner otra familia a convivir dentro de tu casa”, y pamplinas por el estilo que, aunque cueste creerlo y hagan recordar los risibles estereotipos de la fenecida Guerra Fría, siguen presentes). Los sectores populares, mayoritariamente comprometidos con la Revolución, no se sienten en crisis. De hecho: no lo están. Por otro lado, la voraz furia consumista de la época navideña lo que menos muestra es retracción en las compras sino, por el contrario, centros comerciales atestados. Hay largas colas… ¡para comprar!
Siempre en relación a esa matriz mediática que barre el mundo, otro mito tejido fuera de Venezuela es la situación de absoluta inseguridad que se vive en las ciudades, con una delincuencia desbocada. La constatación in situ muestra una realidad diametralmente opuesta: el manipulado tema de la violencia callejera no es, ni por cerca, preocupación para los venezolanos de a pie. Hay muertos, y no pocos, en enfrentamientos entre bandas juveniles, nada distinto a lo que sucede en cualquier capital o gran urbe latinoamericana, básicamente en los sectores “rojos”, que por supuesto no faltan, pero ello está totalmente lejos de ser el cáncer que presenta la prensa antichavista.
Como último dato para intentar dar la verdadera imagen de lo que acontece en el país, fuera de la tergiversación de las industrias de la desinformación, está la figura del presidente Nicolás Maduro. La tónica dominante es presentarlo como un tonto, un inepto que cada vez que abre la boca dice una sandez. ¡Nada más absolutamente alejado de la realidad que eso! Maduro es un militante sindical que viene de la izquierda política, muy bien preparado y siempre a la altura de las circunstancias que le tocó vivir. De hecho la población chavista lo respeta mucho y nadie osa verlo como un improvisado, como la “pesada” herencia que dejó Chávez al que hay que soportar. Por el contrario, es todo un estadista que se sabe manejar con gran tino respecto a su pueblo.
2. Sigue el acoso a la Revolución por distintos medios
Sin que esto sea justificación de nada, y asumiendo que hay muchas tareas que una revolución socialista debería acometer con mayores cuotas de autocrítica o de profundidad, de espíritu clasista incluso, construir una nueva sociedad en medio de un continuo bloqueo y ataque no es tarea nada sencilla.
El actual gobierno bolivariano, en todos sus niveles, está sometido al furioso bombardeo mediático de la prensa de derecha. Además, como se anticipa más arriba, el mercado negro y el manejo de divisas no está bajo el control del Estado, por lo que esos temas terminan convirtiéndose en una molestísima urticaria que corroe la vida cotidiana.
Quizá en esto no hay mucho que abundar y una corta estadía en el país no aporta nada especialmente nuevo, porque de nadie es desconocido que desde que asumió la presidencia, Nicolás Maduro ha debido soportar una presión mayor a la que le tocara resistir a Hugo Chávez. Por lo pronto, en los primeros meses del año 2014 las fuerzas políticas de la derecha nacional, siempre bajo financiamiento y asesoramiento directo de Washington, arreciaron de un modo brutal sus protestas, con el saldo final de 43 muertos y cuantiosos daños materiales. Ello, si bien no logró parar el avance del proceso bolivariano, mostró que la oposición sigue siendo tan beligerante como siempre, y está dispuesta al uso de cualquier medio para lograr su cometido: terminar con la Revolución.
Insistimos con la idea: aunque el escenario no es el mismo que el de Chile de 1973, el agio y el mercado negro son constantes en la vida económica cotidiana. El contrabando hormiga a través de la frontera con Colombia, en muchos casos de gasolina venezolana, causa enormes pérdidas a la economía nacional, valoradas en miles de millones de dólares.
En complemento a esta desestabilización económica, también debe considerarse la no menos dañina provocación militar a la que se ve sometida la Revolución, con infiltraciones continuas de paramilitares colombianos, con acciones violentas encubiertas, con sabotajes, con el siempre mantenido intento de ganar cuadros de las fuerzas armadas para proyectos contrarrevolucionarios.
Lo dicho más arriba respecto a la imagen que se crea de Venezuela tanto dentro de sus límites como a escala planetaria, es parte también de ese acoso: los medios de comunicación cada vez más deciden la vida política. Por tanto, la creación de esas matrices de opinión furiosamente antirrevolucionarias, satanizando y denigrando lo que realmente sucede, ayuda a mantener: 1) en lo interno, una población enfrentada en forma irreconciliable, dividiendo a la ciudadanía de un modo un tanto absurdo, siendo presa de ese visceral odio “antichavista” sectores de clase media que incluso se benefician de los programas sociales; y 2) en lo externo, preparando condiciones para aislar al país y tenerlo demonizado, justificando de ese modo cualquier posible acción “en defensa del mundo libre” (léase intervención militar, por ejemplo).
Complementa el acoso arriba mencionado una movida política que no es poca cosa y debe vérsela con mucha preocupación: la actual caída de los precios del petróleo.
Venezuela, por una sumatoria de causas, sigue aún después de 15 años de Revolución, dependiendo en un 80% de la venta del oro negro. Se llegó a hablar, incluso, de “socialismo petrolero”. Esto abre otro debate, en el sentido que es imposible edificar algo sólido en este mundo globalizado y manejado por grandes corporaciones capitalistas a partir de la venta de un recurso natural no renovable. Si bien hay reservas petroleras hasta fines del presente siglo (la reserva del río Orinoco es la más grande del mundo, y aún se la explota en pequeña escala), la falta de diversificación productiva es una bomba de tiempo. Si no se tiene asegurada la producción de alimentos (la Revolución sigue comprando alimentos en el exterior), si tecnológicamente se depende de terceros en relaciones comerciales capitalistas, el pronóstico a futuro es incierto.
En relación a eso, y como una clara maniobra desestabilizadora para los tres países que, hoy por hoy, son una pesadilla para la lógica imperial de Estados Unidos y para el gran capital global (Rusia, Irán y Venezuela, con grandes reservas petroleras e intentando negociar ese bien ya no con dólares sino con nuevas monedas), la caída de los precios en el barril de petróleo es una maniobra política que intenta cortarle el ingreso de recursos a esas economías, obviamente para ahogar sus respectivos proyectos de países independientes y soberanos.
Incluso -valga esto como hipótesis- el probable embargo que se le levantaría a la Revolución Cubana puede tener como uno de sus objetivos hacer que la isla deje de depender de los petrodólares venezolanos para aislar políticamente a Caracas, dejando sus iniciativas de integración latinoamericana muy reducidas, o detenidas.
En otros términos: el acoso está por todos lados y convivir con él se torna sumamente complicado. Aunque todos sabemos que hacer una revolución es enfrentarse a esos demonios, decirlo es fácil. Soportarlo, no tanto.
3. Continúan las discusiones en torno a la construcción del socialismo
Algunos años atrás, cuando vivía en suelo venezolano, era un debate permanente entre militantes, cuadros de la izquierda, dirigentes comunitarios, sindicalistas y activistas varios el rumbo que debería tomar la Revolución. Asumiéndose que lo vivido en Venezuela no es comparable con otros procesos de transformación social (Rusia, China, Cuba, Vietnam, Nicaragua), dado que aquí la Revolución no nació de una insurgencia popular ni de la lucha armada sino que vino desde un líder carismático que, sorprendiendo a propios y extraños, fue radicalizándose poco a poco desde la casa de gobierno, la discusión respecto a cómo pasar de esa fase a una profundización socialista estaba en el día a día. En un momento, incluso, se propuso casi como una exigencia teórica definir qué era este nuevo socialismo del siglo XXI.
El tiempo pasó, el líder ya no está, y la discusión sigue abierta. Los sectores más radicales siguen viendo una gran lentitud en el proceso. Es innegable que la Revolución tiene un tiempo muy propio, muy “caribeño”, podría decirse, para usar un eufemismo que no lastime a nadie y diga mucho. En otros términos: tiene mucho de pintoresca.
La cultura rentista y consumista amasada en décadas de bonanza petrolera no han desaparecido. Más aún: la Revolución no ha encarado un trabajo realmente fuerte y sostenido buscando modificar eso. Si bien se habla continuamente de valores socialistas, de una nueva ética, de una batalla contra la corrupción, la imagen de una Miami plástica y adoradora del despilfarro sigue presente en la conciencia colectiva; de ahí que la Miss Universo sigue siendo un símbolo nacional (por la calle, el ciudadano común puede preciarse de ser el país del mundo con mayor cantidades de títulos de belleza).
No cabe la menor duda que la construcción de una alternativa nueva, en cualquier sentido, es tremendamente difícil. Una cosa es tomar el poder político, el asalto a la estructura del Estado (que sigue siendo capitalista). Otra muy distinta es derrumbar esos esquemas y edificar algo nuevo. Eso -la experiencia de los distintos socialismos desarrollados en el siglo XX lo enseñan a sangre y fuego- toma generaciones. E implica, por fuerza, enormes esfuerzos, cambios de mentalidad, luchas a muerte contra viejos valores. Todo eso es una agenda pendiente aún en la Revolución. Pero lo importante es que, al menos, no deja de estar en discusión.
Quien capitanea el rumbo político del país es el Partido Socialista Unido de Venezuela, el PSUV. Pero esto no ha pasado de ser una bien aceitada maquinara electoral. No es, como sucede en otras organizaciones de izquierda, un partido de cuadros. No hay mayor, o casi no hay ningún trabajo de formación política con sus militantes.
No caben dudas que existe hoy día en el país un nuevo talante antiimperialista, que la idea de socialismo (aunque no se sepa con exactitud qué es el socialismo del siglo XXI) está presente, que las discusiones en torno a todo esto están abiertas. No puede dejar de mencionarse que las posiciones más “suaves”, más moderadas (llegándose a hablar de conciliación de clases, por ejemplo) parecieran ser las dominantes. Los grupos más radicales que piden profundización revolucionaria y socialismo con mayúscula, en general son marginales. La conducción política del proceso se hace más en clave de moderación que de profundización, pero ello no quita que un espíritu nuevo de debate, de conciencia política, de valores socialistas, impensable décadas atrás antes de la aparición de Hugo Chávez, domine toda la escena política.
Ese debate, al menos da esperanzas: las cosas se siguen moviendo.
No puede dejar de mencionarse en esta suerte de comentario/análisis la presencia omnímoda de Chávez. Hoy día ya pasó a la categoría de mito. Eso puede ser importante para tener un punto de convergencia de distintos sectores, un elemento que une, que congrega. Hugo Chávez ya pasó a ser Comandante Supremo y Eterno. Pero ello también abre alguna pregunta (¡que alguna vez hay que comenzar a formularse, y más aún: a responderse!) respecto a qué se construye con tamaño endiosamiento. Pregunta, sin dudas, que lleva a indagarnos por qué en todos los grandes procesos revolucionarios del socialismo ha existido siempre la figura de un gran líder carismático (heroico, siempre masculino por cierto): Lenin, Mao Tse Tung, Ho Chi Ming, Fidel Castro, Che Guevara, Chávez, Yasser Arafat. ¿Para construir enormes cambios se necesita de esas figuras colosales? Se podría dejar abierta la interrogación en relación a lo religioso que hay en juego en todo ello: ese culto a la personalidad, ¿no pasa a tener un valor religioso? (religión, de religare, en definitiva es “lo que une, lo que amarra a una sociedad, lo que la mantiene unida”).
Pero un planteo socialista -propiedad colectiva de los medios de producción y poder popular- no necesita de un pensamiento mágico-religioso centrado en la adoración de ningún ícono, sino más bien que debe tomar distancia de él. Y eso, con la veneración casi desmedida que pareciera tener la figura del extinto presidente, no pareciera estar planteándose en la Venezuela actual. Tamaño culto a la personalidad podría entenderse -beneficio de la duda- como un momento necesario en un largo y complejo proceso. Es posible. Pero no debe dejar de considerárselo como algo no menor.
4. La Revolución sigue, y si algo da esperanzas es el poder popular
Como se dijo más arriba, pese a lo lento del proceso, a la falta de profundidad socialista de muchas medidas -la propiedad privada de los grandes capitales no se ha tocado, por ejemplo, ni la banca, sector clave que puede definir toda la Revolución- es alentador ver que el proceso está en marcha. Quizá la misma provocación continua de la derecha con sus numeras formas de ataque obliga a mantener la guardia muy en alto. Si es así, de momento puede decirse que la contrarrevolución lo que ha logrado es armar mejor la respuesta del movimiento bolivariano.
Hablamos del Chile de 1973 con Salvador Allende y su triste final con el golpe de Estado del general Pinochet. En Venezuela, hoy por hoy eso no puede pasar, por dos motivos: las fuerzas armadas, sin negar que habrá algún quinta-columna escondido esperando la orden de “la Embajada”, son una garantía para la continuidad del proceso bolivariano. Pero más aún, mejor y más fiable garantía, es el poder popular que se viene construyendo.
Sin caer en excesos triunfalistas, sin ver lo que uno quiere ver (lo cual es, en definitiva, pura imaginación, fantasía extinguible), es real que estos años de proceso bolivariano, aún con los defectos y contradicciones que pueda tener, ha ido construyendo una red de poderes populares locales, comunales, territoriales, que ya pasaron a ser una considerable fuerza político-social. La idea de “empoderamiento” (permítasenos utilizar este discutible término) ha cobrado real fuerza en la experiencia venezolana.
Si algo de novedoso tiene este mal definido socialismo del siglo XXI es la explosión de participación popular. Las medidas de fondo, es cierto, las sigue tomando la conducción política, que está sentada en el Palacio de Miraflores. Pero todos estos embriones de poder popular que mencionamos (consejos comunales, organizaciones barriales, colectivos de mujeres, fábricas recuperadas bajo autocontrol obrero, grupos de jóvenes, etc., etc.) son un verdadero resguardo del calor transformador. Ahí están las Milicias Populares, trabajando en coordinación con las fuerzas armadas, como una garantía de continuidad revolucionaria.
Sin dudas que la transformación de una sociedad lleva un trabajo fabuloso, monumental. No hay que cambiar sólo relaciones de poder, relaciones económicas: hay que cambiar mentalidades, culturas. ¡Eso es de lo más difícil! Y la única posibilidad para transformar hondamente una sociedad -la experiencia lo afirma- es trasladar el ejercicio del poder a las poblaciones, a la gente real de carne y hueso, más allá de anquilosado mecanismo del voto. En Venezuela eso está sucediendo, y es eso justamente lo que mantiene viva las esperanzas.
5. Hay que tomar medidas más drásticas en el manejo de los recursos (nacionalización de la banca)
Este es el punto crucial. Es aquí cuando cobra todo su sentido el epígrafe con el que abríamos el presente texto: “En Venezuela no faltan dólares. Lo que está en juego es el destino de la renta petrolera”.
Venezuela en su conjunto, durante todo el siglo XX, no fue un país pobre, dado el aluvión de petrodólares que recibió y sigue recibiendo (en este momento algo reducido por la manipulada caída del precio del petróleo fijada por las Bolsas de Valores de las potencias occidentales). Antes de Chávez, y por supuesto infinitamente más a partir de él, los sectores populares recibían algunos beneficios de esa renta. En otros términos: Venezuela ha sido un país rico, pero lleno de pobres.
Ahora, con la Revolución, las cosas empezaron a cambiar: esa renta petrolera, como nunca antes en su historia, comenzó a llegar a los sectores históricamente más postergados. Es cierto que llegó con forma de programa asistencial (“Chávez me dio la casa”), pero ese fue un inicio. De lo que se trata ahora es de ir más allá en la construcción de un nuevo modelo, un modelo socialista y participativo, donde la gente sea la que no sólo recibe algunos beneficios (cultura asistencial) sino que decide el destino de sus vidas, y por tanto, del colectivo. Pasar de la cultura rentista -y si Chávez “da” la casa, no se superó la cultura rentista-asistencial- a la apropiación popular, al socialismo real donde el pueblo manda, es la tarea siguiente. Aquello de “mandar obedeciendo” del zapatismo es para pensar seriamente. ¿Se podrá, o hay que tomar todo el poder, sin miramientos, para proponer cambios?
Pero mientras se discute esto, ¿quién maneja esa entrada de petrodólares? (que, aunque mermada, sigue siendo muy grande). Ese es el cuello de botella de la Revolución.
El Estado venezolano invierte mucho en los distintos programas sociales. Ello ha traído como consecuencia un mejoramiento sustancial en la calidad de vida de los sectores más pobres y olvidados. Salud, educación, vivienda, servicios básicos, transporte, alimentación, son todas esferas que cada vez más la Revolución viene atendiendo con logros indubitables. De ahí que, en una apreciación muy pacata y corta de vista, la conciencia clasemediera ve el “peligro” que representa este pobrerío ahora puesto de pie, sintiéndose poder, representado por una figura intocable como la de Hugo Chávez, ocupando espacios que antes le estaban absolutamente vedados. “¿Los pobres entrando al Teatro Nacional?”. ¡Efectivamente! Eso es un símbolo de lo que significa revolución. Y eso está sucediendo en Venezuela.
Pero el mantenimiento de ese Estado y su posibilidad de seguir invirtiendo en programas sociales encuentra un terrible límite: las divisas que trae el petróleo van a parar al sistema financiero. Y ese sistema financiero es patrimonio de la empresa privada. Ahí está el tope.
La República Bolivariana de Venezuela, más allá de las reales transformaciones que está llevando a cabo, no deja de ser un país capitalista, que se mueve en la lógica del capital, y cada vez más, del capital financiero. Hoy por hoy, con este capitalismo especulador y mafioso que se ha venido construyendo en estas últimas décadas a escala planetaria, toda la Humanidad está en dependencia de los grandes centros bancarios que van controlando las finanzas mundiales, y por tanto la política así como la ideología y la cultura. En otros términos: la vida. La actual baja de los precios del petróleo -o su eventual subida cuando así lo deciden en algún lujoso lobby unos cuantos hiperpoderosos- lo permite ver de modo palmario. Hoy por hoy, el mundo lo manejan los grandes bancos y no los presidentes de los países.
El Estado revolucionario de Venezuela dispone de los petrodólares, de eso no caben dudas. Y más allá de las medidas que intenten aislar al país e impedirle salirse del campo del dólar como divisa de transacción, sin dudas la renta, en mayor o menor medida, seguirá asegurada por un buen tiempo, por unas décadas quizá. La cuestión básica estriba en ver cómo se maneja esa renta. Y si la misma termina finalmente en las arcas privadas de estos especuladores de poder global, la capacidad de maniobra de la Revolución no es muy grande precisamente.
Con Chávez vivo, genial estadista sin ningún lugar a dudas, los juegos de poder y las tensiones se dirimían (un poco al menos) a partir de su fenomenal carisma, de su muñeca política. Pero la vida de un país o de una Revolución es más complejo que eso. Los grandes poderes globales como la banca no se pueden enfrentar sólo a base de talento personal.
No contar con un sistema financiero propio de la Revolución obliga a esta dependencia mortal de un circuito que 1) sigue haciendo negocios como siempre, o como nunca antes, pero que pese a ello 2) es enemigo irreconciliable del proceso, por su carácter objetivo de clase enfrentada a muerte con una opción socialista.
Por todo ello la nacionalización de la banca se impone como principal tarea revolucionaria inmediata. No hacerlo es seguir en esta situación de dependencia, ofreciéndole al enemigo los propios recursos de una manera ignominiosa. No hacerlo, es quedar a su merced, sin posibilidad de poder invertir para crear una sólida base industrial que permita despegarse del rentismo petrolero, y lo peor: es quedar en sus manos para que -tal como lo está haciendo ahora- ahogue la Revolución con sus deleznables manipulaciones financieras.
6. ¿Qué pasa si se pierde la próxima elección presidencial?
Entiendo que en Venezuela es necesaria hoy una revolución dentro de la revolución. Es decir: si el proceso avanza con lentitud, si la banca -talón de Aquiles de todo el complicado panorama- no se ha tocado, si estamos en la disyuntiva de construir un castillo de naipes (dólar manejado por el sistema financiero privado) o una fortaleza inexpugnable (asegurada por el poder popular desde abajo, armas en mano incluso), entonces es preciso dar un salto adelante. Se podrá atacar esto diciendo que es expresión de “izquierdosos intelectuales trasnochados”. Puede ser. De todos modos, reitero lo dicho más arriba: la crítica apunta a ser “no para mal de ninguno sino para bien de todos”.
Es cierto que el panorama político internacional actual es tremendamente más complicado para el campo popular que décadas atrás. Hoy no hay Unión Soviética, y la China puede ser aliado táctico, pero hoy funciona como gigante comercial y no otra cosa. Estos últimos años de capitalismo salvaje, eufemísticamente llamado neoliberalismo, asentados en feroces represiones que tiñeron de rojo todo nuestro continente, hicieron retroceder mucho las conquistas de los trabajadores y los ideales socialistas. No están muertos, pero sí bastante golpeados. La aparición de Chávez y todo el proceso que puso en marcha ayudó a recobrar fuerzas, a levantar esperanzas caídas. Ese es el verdadero y más importante legado de la Revolución Bolivariana.
Si hablamos de límites, de fallas, de cosas a rever, ahí tenemos la experiencia sandinista de Nicaragua en 1990. Igual que la venezolana, fue una revolución que se manejó dentro de los parámetros de la democracia representativa capitalista. Al perder una elección, tuvo que retirarse del poder. Y como las estructuras de poder popular se habían ido deteriorando -producto de la guerra, del bloqueo, de errores propios- el abandono del gobierno significó el fin de la revolución. En Venezuela, si se perdiera la próxima elección presidencial en el 2019, ¿pasaría lo mismo?
No se trata de hacer ejercicios de futurología. El presente escrito no tiene ese objetivo, sino abrirse preguntas críticas mostrando los puntos débiles en juego (y saludando efusivamente con fervor revolucionario los reales e incuestionables avances, por supuesto). Pero pensemos en ese escenario: si toda la Revolución asienta en el triunfo electoral, ¿qué sucedería -tal como efectivamente podría pasar- si Nicolás Maduro, o el candidato del PSUV que fuere, no gana en las urnas?
Es ahí donde el poder popular (léase milicias populares en combinación con las fuerzas armadas oficiales), la banca nacionalizada y el calor chavista cohesionado en torno a la figura del líder muerto pero vivo en la conciencia del pueblo y que sigue funcionando como aglutinador, deberían servir como garantía de no retroceso en los logros obtenidos.
No hay dudas que estas cosas se discuten, y mucho, dentro de Venezuela. Quienes apoyamos desde fuera no estamos en el día a día de esos debates, aunque podamos dejar nuestro modesto aporte. El presente texto no es sino eso, así como podría serlo para Bolivia o para cualquier proceso que intente aportar transformaciones. En otros términos: un granito de arena para mantener viva la esperanza en que sí, efectivamente, otro mundo es posible, y que hay que seguir trabajando para darle forma a la utopía.