lunes, 1 de octubre de 2018
Prácticas de la izquierda que contribuyen al desencanto
Prácticas de la izquierda que contribuyen al
desencanto
2. En el artículo
anterior nos referimos a como la corrupción afecta la credibilidad de la
izquierda y sostuvimos que existen una serie de rasgos en ella que dificultan
su papel orientador y articulador.
3. Desconcierta la
bastante frecuente adopción por algunos partidos de izquierda de prácticas
partidistas que difícilmente se diferencian de las prácticas habituales de los
partidos tradicionales. Y esto ocurre cuando cada vez más la gente rechaza las
prácticas partidarias clientelistas, poco transparentes y corruptas, de
aquellos que solo se acercan al pueblo en momentos electorales, que pierden
energías en luchas intestinas, de fracciones y pequeñas ambiciones; donde las
decisiones son adoptadas por las cúpulas partidarias sin una real consulta con
las bases y prima el liderazgo unipersonal sobre el colectivo de la gente.
4. La gente común
y corriente está harta del sistema político tradicional, los mensajes que se
quedan en meras palabras y nunca se traducen en acciones concretas. La gente
quiere cosas nuevas, quiere cambios, quiere nuevas formas de hacer política,
quiere una política sana, quiere transparencia y participación, quiere
recuperar la confianza.
5. A continuación
señalaremos algunas de las prácticas que suelen ser usadas por la izquierda y
especialmente por la izquierda partidaria y que —además de la corrupción que
señalábamos en el artículo anterior— conducen a que esta pérdida de
credibilidad.
6. A la izquierda
partidaria le ha costado mucho abrirse a las nuevas realidades. Muchas veces se
ha mantenido aferrada a esquemas conceptuales que le han impedido apreciar la
potencialidad de los nuevos sujetos sociales , centrando su mirada
exclusivamente en los actores que tradicionalmente se movilizaban como los
sindicatos, hoy muy debilitados producto de diferentes factores. Ellos deben
tener en cuenta el resto de la gente que se mueve.
7. Esta izquierda
suele no considerar, por ejemplo, al movimiento juvenil, que luego de haber
casi desaparecido durante varios años, comienza hoy a repuntar.
8. Por otra parte,
la aplicación reduccionista del concepto de clase al
campesinado indígena la llevó a considerarlo como una clase social explotada
que debía luchar por la tierra como cualquier otro campesino, ignorando la
importancia del factor étnico-cultural que hacía de ese campesinado un sector
social doblemente explotado, tanto desde el punto de vista de clase, es decir,
de la situación que se tiene en relación con los medios de producción, como
desde el punto de vista étnico.
9. Entre las cosas
que hay que rechazar está el subjetivismo en el análisis de la correlación de
fuerzas. En relación con este aspecto, Bernardo Jaramillo, dirigente comunista
colombiano y presidente de la Unión Patriótica en su época, reconoce que existe
en la izquierda una tendencia a “auto engañarse, a decir, por ejemplo, que se
logra movilizar a miles cuando sólo se moviliza a centenas.” “¿Cómo puede una
fuerza revolucionaria conducir a las masas de esa manera?” se pregunta y agrega
que él estuvo en el paro de octubre de 1988 en Bogotá, que recorrió durante
todo el día la ciudad; que estuvo con dirigentes de la CUT [Única de
Trabajadores] en la zona industrial de Bogotá, y el paro no se dio. “¿Cómo
puede aparecer luego la prensa revolucionaria diciendo que el paro fue un
éxito?” “Sobre esta base —afirma— nunca vamos a ir a ningún lado. Pero es que
ese tipo de concepciones que se reflejan en la prensa nuestra son producto de
las concepciones estalinistas que afirman que siempre tenemos la razón, que
siempre somos los mejores, que todo lo que hacemos nos da resultado. Ese es el
quid del estalinismo, es el criterio que yo considero que hay que combatir; ése
es el criterio que nos lleva a cometer graves errores.”
10. Suele ocurrir
que los dirigentes movidos por su pasión revolucionaria tienden a confundir los
deseos con la realidad. No hacen una valoración objetiva de la situación,
tienden a subestimar las posibilidades del enemigo, y, por otro lado, a
sobrestimar las posibilidades propias.
11. “Confundimos
en parte, nuestro estado de ánimo con el de las masas”, reconoce
autocríticamente el comandante salvadoreño, Roberto Roca. “Yo creo que, sobre
todo a finales del 88, el apasionamiento subjetivista impregnó un tanto a la
Comandancia General. No tengo problema en reconocerlo.” En enero del 89 la
información que recibieron les hizo ver que la realidad era diferente. La
“incorrecta apreciación de la situación impidió que se aprovechara óptimamente
la coyuntura desencadenada por la propuesta electoral del FMLN”.
12. “La única
garantía de no cometer estos errores —según Roca— es asegurar que la
organización política sea capaz de evaluar la situación, no en función de su
estado de ánimo, sino a partir de tomarle el pulso al estado de ánimo de las
masas, al estado de ánimo del enemigo, a la realidad internacional. Una vez
hecha esa evaluación es preciso buscar la fórmula política, militar, operativa,
y diseñar las líneas de acción que permitan capitalizar toda esa situación.
Pero, como se trata de un proceso tan dinámico, ésa debe ser una labor cotidiana.
Y debe realizarse sin perder de vista jamás que el sujeto de la revolución son
las masas, porque la revolución no se hace a partir de la intriga, de la
maniobra política, o de las iniciativas en el plano diplomático. En eso se
prueba el arte, la capacidad de conducción.”
13. Pero también
es importante que los militantes y dirigentes intermedios sean objetivos al
entregar la información a su dirección evitando esa tendencia a contar los
hechos como esta quiere que sean. Algunas veces éstos desinforman en lugar de
informar al proporcionar, por ejemplo, cifras abultadas de determinadas
movilizaciones o acciones.
14. Con ello, se
está poniendo en peligro la capacidad de los dirigentes para evaluar la
situación en la que hay que operar.
15. Es lógico que
sean distintas las visiones de la realidad según el lugar donde se vive y el
sector en el que se trabaja. Es diferente la apreciación de la situación que tienen
del país los dirigentes que trabajan con los sectores más radicalizados, de la
que tienen los que realizan su actividad política entre los sectores más
retrasados.
16. No tienen la
misma visión de Chile los cuadros revolucionarios que trabajan en un barrio
popular combativo, que los que lo hacen con los sectores medios. Esto mismo
ocurre en los países donde existen zonas de guerra y espacios políticos. Los
guerrilleros que viven enfrentamientos reales con el enemigo, que han logrado
obtener gracias a sus victorias militares el control de determinadas zonas,
tienden a creer que el proceso revolucionario está más avanzado de lo que
realmente está. Aquellos militantes que participan en los espacios legales en
los grandes centros urbanos tienen visión diferente, en esos lugares el poder
ideológico y el control militar del régimen es todavía muy grande.
17. “Las
valoraciones de la Unión Patriótica y de las FARC sobre lo que ocurre en el
país son completamente diferentes —reconoce Bernardo Jaramillo y agrega—: Esto
me parece lógico. Yo estoy desarrollando la política a campo abierto, en
contacto permanente con las masas urbanas de la sociedad colombiana; estoy
actuando en la vida política de un país de democracia restringida y las FARC
están desarrollando una acción armada donde su contacto es con las masas
campesinas, donde sus acciones tienen otras consecuencias políticas que las que
tienen para mí...”
18. A veces los
revolucionarios se deslumbran con pequeños destellos de poder local que logran
promover en algunos lugares del país. Estos son perfectamente tolerados por el
enemigo, porque no ponen en peligro la reproducción global de su sistema. Por
otro lado, éxitos locales les hacen olvidar que el enemigo controla todavía los
puntos estratégicos en los cuales se asienta su poder.
19. Por eso es muy
importante, que, al analizar la situación, se superen las apreciaciones
subjetivas nacidas de la sola experiencia personal y se contemple el conjunto
del país con sus áreas y sectores más avanzados y retrasados.
20. Los
movimientos populares y, en general, los diferentes actores sociales que hoy
están en las principales trincheras de lucha por construir una sociedad
alternativa a la sociedad capitalista tanto a nivel de sus propios países, como
a nivel internacional rechazan, con razón, las conductas hegemonistas.
No aceptan que se intente imponer en forma autoritaria la dirección desde
arriba; que se pretenda conducir al movimiento por órdenes por muy
correctas que éstas sean.
21. Parecería una
perogrullada decir que es importante que los dirigentes máximos aprendan a
escuchar. Pero es fundamental que sean capaces de asimilar las informaciones y
opiniones ajenas sobre todo cuando no coincidan con las suyas.
22. Si el líder no
se sabe escuchar –dice el comandante Roca—, para lo cual se requiere de una
gran dosis de modestia revolucionaria, y, por otro lado, se reciben
informaciones falseadas, lo que ocurre luego es que se bajan líneas de acción
que no se ajustan a las posibilidades reales de movilización. Entonces después
resulta más fácil atribuir el fracaso en la consecución de los objetivos a una
falta de madurez del pueblo. Si el pueblo no te va acompañando en el nivel que
vos querés, tenés que preguntarte por qué, qué es lo que anda mal, y hay que
tener la modestia de reconocer en lo que se anda mal, y no descargar la
responsabilidad sobre otros.”
23. Este es un
error que se arrastra desde la izquierda marxista tradicional cuando. Desde la
presunta preeminencia que le daba su condición de guardián de la ortodoxia
marxista, el partido tendía a minusvalorar los aportes de sus “compañeros de
viaje”.
24. En su forma
más extrema sólo las acciones dirigidas por el Partido tenían valor. Una
victoria derivada de la iniciativa de otra fuerza, aunque fuera aliada, era
peor que una derrota.
25. Y en la
práctica el trabajo político se sustituía por maniobras de salón para copar
directivas de organizaciones de masas y eliminar rivales de otras fuerzas de
izquierda, destruyendo cualquier posibilidad de colaboración entre estas
fuerzas.
26. Este error,
que se dio en muchas ocasiones en los partidos comunistas ortodoxos, reapareció
con más frecuencia si cabe en los grupos escindidos de aquéllos que pretenden
defender la pureza revolucionaria, y, por desgracia persiste en la nueva
izquierda, en la que el “patriotismo de partido” se impone muchas veces a la
lealtad con los compañeros de lucha.
27. Es mal
recibido que la izquierda partidaria tienda a “partidizar” —como dicen los
uruguayos Enrique Rubio y Marcelo Pereira— todas las iniciativas y los acciones
de quienes luchan por la emancipación, en lugar de esforzarse por articular sus
prácticas en un proyecto político único. Se partidiza la lucha cuando ésta se
subordina a la preeminencia del partido y su línea política.
28. Pero este
error, muy grave cuando se trata de conflictos entre partidos de origen obrero
o marxista, es más grave aún cuando se tiende a desconocer el aporte de fuerzas
que expresamente pretenden representar otras clases o sectores como los
campesinos o indígenas.
29. Esta izquierda
parece haber olvidado que Lenin siempre subrayó que la clase obrera no puede
adquirir conciencia de clase si no es capaz de comprender y asumir como propios
los intereses de todas las clases, capas y grupos de la población que son
oprimidos por el régimen imperante. “Quien oriente la atención, la capacidad de
observación y la conciencia de la clase obrera exclusivamente, o aunque sólo
sea con preferencia, hacia ella misma, no es un socialdemócrata [1] —escribía
el dirigente bolchevique en Qué hacer - , pues el conocimiento
de sí misma, por parte de la clase obrera, está inseparablemente ligado a la
completa nitidez no sólo de los conceptos teóricos... o mejor dicho: no tanto
de los conceptos teóricos, como de las ideas elaboradas sobre la base de la
experiencia de la vida política, acerca de las relaciones entre todas las
clases de la sociedad actual.”
30. Muy ligado a
lo anterior ha existido una tendencia a considerar a las organizaciones
populares como elementos manipulables, como meras correas
de transmisión de la línea del partido. La dirección del movimiento, los cargos
en los organismos de dirección, la plataforma lucha, en fin, todo, se resuelve
en las direcciones partidarias y luego se baja la línea a seguir por el
movimiento social en de cuestión, sin que éste pueda participar en la gestación
de ninguno de los asuntos que más le atañen.
31. Esta posición
se ha apoyado en la tesis de Lenin en relación con los sindicatos de los
inicios de la revolución rusa, cuando parecía existir una muy estrecha relación
entre clase obrera, partido de vanguardia y estado.
32. Sin embargo,
pocos saben ¾ por la forma a histórica e incompleta en que se ha leído a este
autor ¾ que esta concepción fue abandonada por el dirigente ruso en los años
finales de su vida, cuando ¾ en medio de la aplicación de la Nueva Política
Económica (NEP) y sus consecuencias en el ámbito laboral ¾ prevé el surgimiento
de posibles contradicciones entre los trabajadores de las empresas estatales y
los directores de dichas empresas y sostiene que el sindicato debe defender los
intereses de clase de los trabajadores contra los empleadores utilizando, si
considera necesario, la lucha huelguística que, en un estado proletario no
estaría dirigida a destruirlo sino a corregir sus desviaciones burocráticas.
33. Este cambio
pasó desapercibido para los partidos marxistas‑leninistas quienes hasta hace
muy poco pensaban que la cuestión de la correa de transmisión era la tesis
leninista para la relación partido‑organización social.
34. Todavía existe
en la izquierda una dificultad para trabajar con las diferencias. La tendencia
de las organizaciones políticas del pasado, especialmente de los partidos que
se autodenominaban partidos de la clase obrera, fue siempre tender a
homogeneizar la base social en la que actuaban. Si esta actitud se justificó
alguna vez dada la identidad y homogeneidad de la clase obrera de épocas
pasadas, en este momento es anacrónica frente a la presencia de una clase
obrera muy diferenciada y el surgimiento de otros actores sociales muy diversos
entre sí. Hoy se trata cada vez más de la unidad en la diversidad, del respeto
a las diferencias étnicas, culturales, de género, y de sentimiento de
pertenencia a colectivos específicos.
35. Se hace
necesario realizar un esfuerzo por encauzar los compromisos militantes
partiendo de las potencialidades propias de cada sector y aún de cada persona
que está dispuesta a comprometerse en la lucha, sin buscar homogeneizar a los
actores. Es importante tener una especial sensibilidad para percibir también
todos aquellos puntos de encuentro que puedan permitir levantar, a partir de la
consideración de las diferencias, una plataforma de lucha común.
36. El trabajo de
la militancia se delega progresivamente en las personas que detentan cargos
públicos y administrativos. La política se transforma en una acción
exclusivamente administrativa o institucional. El esfuerzo prioritario deja de
ser la acción colectiva para convertirse en la acción parlamentaria o en la
presencia mediática.
37. La izquierda
que respeta las instancias democráticas suele estar a la defensiva. Al limitar
el trabajo político, salvo escasas excepciones, al uso de la institucionalidad
vigente casi exclusivamente, es decir, al adaptarse a las reglas del juego del
enemigo, casi nunca lo toma por sorpresa. Se cae en el absurdo de que el calendario
de las luchas de la izquierda lo fija la derecha.
38. ¿Cuántas veces
no hemos escuchado quejas de la izquierda contra las condiciones adversas en
las que tuvo que dar la contienda electoral, luego de constatar que no ha
logrado en las urnas los resultados electorales esperados? Sin embargo, esa
misma izquierda muy pocas veces denuncia en su campaña electoral las reglas del
juego que se le imponen y plantea como parte de esa campaña una propuesta de
reforma electoral. Por el contrario, suele ocurrir que en búsqueda de los votos
¾ en lugar de hacer una campaña educativa, pedagógica, que sirva para que el
pueblo crezca en organización y conciencia ¾ utilice las mismas técnicas para
vender sus candidatos que las que usan las clases dominantes.
39. Y esto determina que, en caso de un fracaso
electoral, además de la frustración, el desgaste y el endeudamiento productos
de la campaña, el esfuerzo electoral no se traduzca en un crecimiento político
de quienes fueron receptores y actores, dejando la amarga sensación de que todo
ha sido en vano. Muy distinta sería la situación si la campaña se pensase
fundamentalmente desde el ángulo pedagógico, usando el espacio electoral para
fortalecer la conciencia y la organización popular. Entonces, aunque los
resultados en las urnas no fuesen los mejores, el tiempo y los esfuerzos
invertidos en la campaña no serían algo perdido.
40. Con razón
algunos sostienen que el culto a la institución ha sido el caballo de
Troya que el sistema dominante logró introducir en la misma
fortaleza de la izquierda transformado logrando minarla por dentro.
41. La acción
militante tiende entonces a reducirse a la fecha electoral, pegadas de carteles
y algún que otro acto público.
42. Por otra
parte, las propias reglas del juego electoral impuestas por las clases
dominantes dificultan la unidad de la izquierda y fomentan el personalismo. Obligan
en algunos países a trabajar por el propio partido en lugar de hacerlo por un
frente más amplio.
43. La izquierda
tiene que ser consciente de este problema y debe elaborar reglas internas que
desactiven los efectos de este tipo de reglas institucionales.
e)
Depender en cuanto al financiamiento de la organización política casi
exclusivamente de los cargos institucionales
44. Por desgracia,
el financiamiento de los partidos proviene cada vez más de la participación de
sus cuadros en las instituciones Izquierda del estado: parlamento, gobiernos
locales, tribunales de control electoral, etcétera; con todo lo que ello
entraña de dependencia y de presiones.
a)
Mensajes y consignas repetidos mecánicamente sin considerar la evolución de la
realidad
45. Muchos
activistas de la izquierda suelen limitarse a repetir mecánicamente mensajes y
consignas sin considerar a quien se están dirigiendo, ni si han ocurrido hechos
que ameritarían una modificación de ellos.
46. Refiriéndose a
la práctica del FMLN en este sentido, uno de sus comandantes — Eduardo Sancho —
escribía: “Cuando todos los discursos y los mensajes vienen hechos de la misma
tela y se trasmiten de la misma forma y con las mismas palabras, pronunciadas
en el mismo tono y por el mismo megáfono, cuando pasan los años y la pinta y la
consigna no cambian, la palabra se devalúa. Es moneda que ya no
compra la imaginación de nadie.
47. “Esto ha
pasado en buena medida con la propaganda revolucionaria. La gente se aburre de
los textos de manual, en los cuales los conceptos se aplican mecánicamente y la
realidad parece no cambiar. Nada es más idealista que esto, nada tan falto de
materialismo como este inmovilismo teórico, abstracto, este hueso sin carne.
¿Cómo es posible leer un libro de hace 20 años y encontrar que dice lo mismo
que nuestro mensaje de hoy? ¿Cómo es posible que nuestro discurso no cambie?
[...] ¿Es que no existen problemas nuevos en la revolución? ¿Cómo es posible
que no seamos capaces de crear nuevas consignas? A veces tenemos síntomas
de arterioesclerosis ideológica. [...] Debemos evitar toda forma de
adoctrinamiento que simplifique la verdad, convirtiéndola en simples consignas
o escondiéndola o manipulándola. A veces hemos caído en esta engañosa trocha
del adoctrinamiento por comodidad, por ganar tiempo, por impaciencia.
48. Muchas veces
dirigentes de izquierda transmiten mensajes no adaptados a la gente que se
quiere movilizar.
49. Nos parece de
interés recordar aquí lo que nos narrara Facundo Guardado en mayo de 1989, en
relación con las banderas de lucha y el tipo de gente que, de acuerdo a ello,
se mueve. “Hasta hace unos pocos días atrás —decía— estuve trabajando con un
compañero que es el responsable del trabajo del barrio nuestro, y le pregunté:
“¿Cuánta gente de la que tenemos en los barrios es una base segura que podés
movilizar a cualquier marcha de contenido reivindicativo o político, o lo que
sea?” ‘Nosotros ahí aseguramos 300 gentes’, me respondió. ‘¿Cuántas bases
tenemos que podés sacar a las calles de San Salvador por las reivindicaciones
del barrio?’ ‘¡Ah, bueno! —me dijo—, ahí nosotros aseguramos que salgan mil
gentes Y esas mil gentes pueden salir también en una situación de un movimiento
más amplio. Ahora bien, si el llamado lo hacen sólo las organizaciones más
radicales esas mil gentes no salen; pero si lo hacen al mismo tiempo otros
sectores podés lograr esa cifra o más’.”
50. Cuando se
planifica una movilización es fundamental determinar cuál es el tipo de gente
que queremos mover. El mensaje debe ser muy diferente si lo que se busca el
dinamizar a los más radicalizados o si se pretende movilizar a amplios sectores
de la población.
51. Pero también
es importante que los militantes y dirigentes intermedios sean objetivos al
entregar la información. Algunas veces éstos desinforman en lugar de informar
al proporcionar, por ejemplo, cifras abultadas de determinadas movilizaciones o
acciones.
52. El actual
vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, ha analizado en forma
brillante aspectos objetivos de esta crisis de la izquierda en su Conferencia
del 27 mayo del 2016 en la Universidad de Buenos Aires.
53. Aquí
quisiéramos aludir a uno de los temas que él aborda: el tema económico que, en
general, está ausente del discurso de la izquierda.
54. Concuerdo con
el señalamiento que hace el vicepresidente boliviano de que en estos procesos
de construcción de alternativas al neoliberalismo la “economía es decisiva.”
Según él en “la economía nos jugamos nuestro destino como gobiernos
progresistas y revolucionarios.”
55. Tenemos que
tener claro que no hay discurso que valga si no va acompañado de la
satisfacción de las necesidades básicas de la población. Y por eso la derecha
ha decidido aprovecharse de esta debilidad de la izquierda para atacarla en
este terreno.
[1]. Lenin emplea
este término como el equivalente de militante revolucionario. Este significado
no tiene nada que ver con el uso actual del término de socialdemócrata.
Rebelión ha
publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons,
respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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