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lunes, 11 de mayo de 2015

Relato de ex presa política de la Dictadura en huelga de hambre

Una historia contada desde adentro, una mujer luchadora, trabajadora, que hoy nos abre su corazón para transmitirnos qué siente en esta nueva lucha que a su edad y pese a lo que supone este riesgo, está dispuesta a dar hasta el final.



Soy una ex detenida en Dictadura que estuvo en el centro de tortura Villa Grimaldi, y en Tres Álamos, centros de detención de presos políticos (de guerra). Estuve aproximadamente dos años privada de libertad, en un secuestro amparado en la Dictadura que se abrió paso a punta de traición, violencia y vejámenes de todo tipo.
Me incorporé al movimiento de huelga de hambre por diversas razones, primero porque los compañeros que la inician son ex presos políticos militantes populares que han vivido casi dramáticamente la condición de esta democracia del voto, democracia tutelada, encajonada y negociada entre los dueños de este país, como lo es la oligarquía de la izquierda neoliberal y los sucesores de la Dictadura. Una democracia que no ha sido capaz de romper el cerco neoliberal en lo político, económico y social.
Siempre he opinado que quienes pagaron el costo de los sueños de Allende y el proyecto revolucionario del partido en que yo militaba -que no fue capaz de organizar a los sectores populares y de trabajadores para evitar el Golpe y su secuela de represión y miseria- ha sido nuestro pueblo pobre, el que fue determinante en la lucha anti dictatorial, ellos han pagado el costo, y son los únicos que no han sido reparados en su dignidad de pueblo trabajador con historia de lucha y conquistas. Esa fue la principal razón en mi caso, reconocer en los compañeros de Rancagua a mi pueblo pobre y trabajador.
Imaginaba que sería difícil pues los ex presos políticos estamos sumamente divididos. Existen hoy en huelga alrededor de ocho personas por partido acá en Santiago, el grupo está compuesto por gente de los ex presos políticos históricos, donde hay de los diferentes grupos, por ejemplo somos dos compañeras de la Coordinadora de ex Presos Políticos donde estamos los ex miristas. No ha sido fácil la convivencia, debido al sectarismo que ha caracterizado a la izquierda chilena, pero pese a esto, hemos logrado mantenernos unidos, para así golpear con más fuerza por nuestras legítimas demandas.
Sabemos que la huelga de hambre es un recurso extremo de presión que puede utilizarse si otros ya han sido agotados, por lo que decidimos en conjunto tomar este camino, pues existe un compromiso de campaña de Bachelet de resolver la situación de DDHH y reparación, que no se ha cumplido y además consta un programa que se confeccionó entre las agrupaciones y el Ministerio del Interior y su oficina de DDHH. Es decir, hay un piso desde donde nos paramos, un camino de conversaciones y promesas ignoradas por los gobiernos de la transición, y hoy de la Nueva Mayoría. Asimismo está el acuerdo que hizo la ministra Ximena Rincón con los huelguistas de Rancagua en la huelga de diciembre pasado, donde se estableció una mesa de trabajo que no ha sesionado y que sólo se constituyó en una salida rápida, insensible, en pos de silenciarnos en un momento dado.
Nuestro grupo es el único en que hay compañeros de la Coordinadora. Acá en el Codepu el promedio de edad es de 70 años, somos cuatro mujeres y cinco hombres de los cuales dos se han descompensado y deben ir por la noche a sus casas a descansar un poco. Tomamos agua y te, te y agua, y hemos perdido un promedio de peso de entre tres y cinco kilos.
Para mi lejos lo más importante ha sido la solidaridad de los sectores populares, sindicatos de trabajadores, pobladores, grupos de mujeres, coordinadoras territoriales, trabajadores y trabajadoras, y mujeres que simplemente al enterarse han aparecido por el Codepu, trayéndonos además de sus saludos y ánimo, cosas que ellos sienten que necesitamos en lo concreto.
Así, han llegado a vernos con mucha agua y te, útiles de aseo y limpieza, y libros. Este apoyo y cariño ha sido para nosotros muy gratificante, sentir la confianza que se tiene en esta lucha de un grupo de viejos, algunos de los cuales piensan que esta es su “última gran lucha” y sienten una tremenda responsabilidad de no fallarle a la gente. A veces en la noche pienso... ¿Y si pasa el tiempo y no se logra nada? ¿Estaremos todos en disposición de dejar la vida en esta lucha? ¿Será efectivamente nuestra última batalla? ¿Y si no se logran los objetivos planteados, estaremos dispuestos a dejar la huelga por algunas migajas?
Es en estos momentos en que pienso en mis nietos y sus argumentos para que no participara, “que la salud tuya no es buena”, “que ya estás vieja y enferma”, “que haz luchado mucho”, “que porqué no lo hacen otros”. Ahí pienso en mis viejos y su vida de lucha, pienso en mi abuelo y su vida de lucha y siento que su historia es mi historia, lo que me hace fuerte.
Recuerdo cuando mis viejos decían: “Toda opción tiene un costo y hay que estar dispuesto a pagarlo, sino, mejor es no tomar la opción”, y pienso en mi pueblo pobre y trabajador sumido en la miseria del neoliberalismo, postergado y sin ni siquiera poder hacer opciones en sus vidas, en nuestros niños que muchas veces no pueden sobreponerse a la droga, al tráfico, o que viven en el filo de la delincuencia y que incluso su lucha, su protesta, es condenada cuando en las marchas y manifestaciones son reprimidos por los que creen en negociaciones y componendas, por quienes defienden a los dueños de este país, o por quienes piensan que se debe protestar como lo dice la clase dominante. Entonces, recuerdo otro viejo dicho, "cada uno tiene que hacer lo que tiene que hacer", y siento que esto es lo que tengo que hacer.
Es muy probable que mi pueblo pobre y oprimido no sea jamás reparado por este sistema, lo que si sé es que mi pueblo con muchas pequeñas luchas, irá creciendo y volverá a ser un pueblo que luche por sus derechos, dejará de ser pueblo y volverá a unirse como clase.
Ex Presa Política en huelga de hambre. María Alicia Salinas Farfán, Santiago de Chile, 4.05.2015.



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