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domingo, 31 de mayo de 2009

Construir rupturas con el capitalismo para salir de sus crisis

Por: Ariel Ignacio Cid y Ramón Poblete Fuente: www.g80.cl (11.05.2009) La hora de la acción y de la convergencia de las luchas: construir rupturas con el capitalismo para salir de sus crisis. A prolongar las luchas sociopolíticas en la campaña electoral La crisis del capitalismo global sigue profundizándose y extendiéndose a nivel nacional y mundial. La crisis actual es cualitativamente diferente de otras anteriores porque ésta afecta tanto a las economías centrales (Europa, Norteamérica y Japón) como a las periféricas. En nuestro país, el pequeño respiro de marzo-abril no parece ser sino una breve tregua ante una nueva acometida de la más profunda crisis capitalista después de los “treinta gloriosos” años de crecimiento capitalista de postguerra. La recesión ha borrado la seguridad y confianza de la burguesía mundial y de sus gobiernos conservadores, “progresistas” y “terceristas”; la crisis social y política -que como otro jinete del apocalipsis acompaña a la crisis económica- ya ha derribado algunos gobiernos europeos. En los países del centro capitalista, en especial en Europa, se extienden las movilizaciones populares, que desde hace más de una década venían remeciendo a algunos países del viejo continente, el principal de ellos Francia. Y las movilizaciones populares en Grecia, Portugal y Polonia, vuelven a hacer correr sangre fresca por las venas del viejo fantasma que en 1848 recorría Europa. Alza de nuevo la cabeza el movimiento anticapitalista y la disyuntiva de Rosa Luxemburgo cobra más fuerza que nunca: o socialismo, o barbarie. Para las fuerzas socialistas, es la hora de reagruparse, reconocerse, dotarse de un programa y de plataformas de lucha y pasar a la acción. El carácter sistémico de esta crisis de Civilización Pero lo más importante e inédito en la historia de la humanidad es la conjunción de una crisis económica de múltiples dimensiones con la crisis alimentaria, la de las materias primas y una crisis ecológica mayor, en la cual el calentamiento climático es una de las facetas más graves y visibles. La izquierda que quiere salir del capitalismo y de su dinámica generadora de crisis sistémicas, tiene que tener claro que la crisis ecológica va a agravarse porque el capitalismo mismo está en crisis. Las clases dominantes tienen una respuesta a esta crisis: el llamado “capitalismo verde”. Pero la lógica del máximo de ganancia y de la extensión sin límites del mundo de la mercancía a todas las esferas de la actividad humanas, combinada con el modo de gestión capitalista y la carencia de servicios públicos eficaces o su desmantelamiento, va a generar nuevas catástrofes (que son de civilización, pues no son “naturales”) como la de los huracanes en Nueva Orleans, la del “dengue” argentino o la pandemia de la Gripe A, con efectos devastadores para las poblaciones más vulnerables del planeta. Las crisis del capitalismo enfrentan a dicho modo de producción con sus límites históricos, revelando a la vez tanto las contradicciones irresolubles que como las galerías de un topo horadan y atraviesan el cuerpo del capitalismo, como la posibilidad, los medios y el sujeto de su solución/superación. No se trata, como sostienen ciertos keynesianos de izquierda -recubiertos de una pomposa fraseología marxista-, de llevar la cuenta de las crisis que ya ha sobrevivido el capitalismo y sacar la conclusión, por una dudosa operación de inducción, de que bien puede sobrevivir a muchas más. Que ahora sólo se trata de pasar del neoliberalismo a las economías de mercado reguladas por un Estado “más social”. Se trata de salir del capitalismo y de terminar con sus lacras, con la entropía por él generada: aumento de las desigualdades; explotación del trabajo humano; alienación por el consumo forzado y el endeudamiento; saqueo y pillaje por las grandes empresas de la naturaleza (la canadiense Barrick Gold ya tomó posesión de miles de kilómetros de territorio chileno-argentino con la anuencia de las elites concertacionistas hipócritas que se enjuagan la boca con la “ecología”). Es imperativo, entonces, romper con la lógica del máximo de ganancia. Nosotros queremos una economía solidaria; bajo control de los trabajadores y de los ciudadanos, y ecológicamente sustentable. Para eso los trabajadores asalariados en alianza con los movimientos sociales anticapitalistas deben transformarse en el sujeto político, histórico y revolucionario que pueda, apoyado en la vieja partera de la historia, echar abajo al capitalismo. El capitalismo no cae si no se le hace caer. La resolución o no de sus contradicciones no se encuentra en la economía, sino en la política, en la lucha por el poder. La evolución de la crisis dependerá en gran medida de la correlación de fuerzas entre la burguesía internacional y el campo anticapitalista. En éste, el dato general es de debilidad, después del fuerte retroceso entre los años 80’s y 90’s. La burguesía busca recomponer la legitimidad social del capitalismo, amagada hoy por su crisis global. En aquéllos países donde las fuerzas anticapitalistas son débiles o inexistentes, esa recomposición se logrará de manera relativamente más fácil. La elección de Barak Obama en EEUU es una muestra de dicho proceso de intento de recomposición. La vía del recambio entre las fracciones políticas de la burguesía es una de las salidas políticas a la crisis. Si en EEUU ha significado la derrota de los neoconservadores más extremos, en otros países, como Suecia y Hungría, el giro se produce en sentido contrario y resultan derrotadas las fuerzas socialdemócratas, devenidas en social-liberales(1). La “Cumbre Progresista” debe verse en ese doble sentido de búsqueda de salidas políticas capitalistas a la crisis del capitalismo y de no ceder, en el proceso, espacios políticos a las fracciones más conservadoras del gran capital. Las nuevas fuerzas políticas y la crisis Frente a la burguesía oligárquica global y nacional se instalan las fuerzas anticapitalistas que traen consigo nuevas sensibilidades y que retoman sus históricas formas de lucha, esta vez para perfeccionarlas. Lo hacen nutriéndose de las experiencias recientes y de las reflexiones de quienes no quieren direcciones burocráticas, autoritarias, anquilosadas y pusilánimes que muchas veces se esconden con ropajes de “renovados”, “progresistas”, “postmodernos” o “terceristas”. Somos concientes de que un nuevo proletariado emerge. Son los trabajadores del “capitalismo cognitivo”. Éste explota la inteligencia humana y se apropia de las nuevas tecnologías para alienar y mercantilizar su uso. Ante tal realidad proponemos la recuperación de las nuevas tecnologías por las comunidades de sus usuarios y sus creadores, de manera libre y reflexiva(2). Las nuevas fuerzas sociopolíticas son heterogéneas en su desarrollo y en su grado de influencia política y de masas así como en sus acervos político-históricos. Si establecemos una primera línea de análisis sobre la base de las “culturas políticas” (las antiguas “tendencias”), ordenadas sobre un eje nuevo-tradicional, concluimos que, en general, son las fuerzas políticas nuevas pero combativas (porque están profundamente insertas y ligadas a las luchas populares y sociopolíticas), las que exhiben el desarrollo más importante y/o encabezan los procesos políticos más profundos y de mejores perspectivas anticapitalistas. El Movimiento V República, sucedido por el PSUV, en Venezuela; el MAS en Bolivia, Die Linke en Alemania y el NPA, Nuevo Partido Anticapitalista, en Francia, obedecen a este patrón político. Las dos primeras son gobiernos y encabezan procesos democráticos de base popular. Las dos segundas destacan por su sostenido crecimiento electoral y estrecha ligazón con amplios procesos de lucha popular en un contexto de hundimiento de la izquierda tradicional europea(3). En el campo tradicional, la cultural política comunista aparece en franco retroceso. Los grandes PC europeos, o las orgánicas que intentaron continuar con sus principios fundacionales, como Rifondazione Comunista respecto del PCI, están en estado de cuasi muerte política. Rifondazione en Italia, IU en España y el PCF han sufrido contundentes derrotas electorales, ligadas invariablemente a sus acercamientos con el social-liberalismo (la coalición de Romano Prodi en Italia, el PSOE en España y el PS en Francia). En América Latina, salvo el PC de Cuba, que no pertenece al tronco histórico del Komintern, los PC juegan roles secundarios, incluso allí donde se desarrollan procesos de cambios democráticos radicales, como Venezuela y Bolivia. La política de alianzas de los distintos PC ha sido un factor decisivo en su evolución e incidencia política. En Francia, España, Italia y Uruguay, se han establecido alianzas hacia la derecha, hacia el social-liberalismo, lo que ha resultado en una debacle electoral y el aislamiento creciente y desconfianza por parte de las masas populares, pues inevitablemente han resultado contaminados del desprestigio político creciente de la socialdemocracia. En Francia, en el gobierno de Jospin, el PCF asistió impertérrito a las privatizaciones de los socialistas. Cuando la política de alianzas se ha dirigido hacia la izquierda, como en el caso del PC salvadoreño y el FMLN, se ha conservado y acrecentado influencia política (hasta llegar al gobierno en este último caso). En balance, lo que otrora fue el poderoso Movimiento Comunista Internacional ha dejado de ser un factor decisivo y dirigente de la lucha anticapitalista. Muchos de sus partidos, por el contrario, se han convertido en obstáculo de ésta, al llevar a cabo una política conciliatoria con el social-liberalismo. El maoísmo, otra vertiente tradicional, ha logrado éxitos localizados en Asia, particularmente en Nepal y algunos estados de la India. Sus posibilidades de desarrollo se circunscriben a las zonas donde el campesinado sigue siendo una fuerza social decisiva, que se reducen constantemente en la medida que el desarrollo del capitalismo global empuja a millones de campesinos a engrosar la clase asalariada. China, el país clásico del maoísmo, no es un modelo a seguir. El PC chino se identifica con el Estado y la participación popular es nula. El movimiento obrero chino, incipiente en su organización, es incluso reprimido. Otra vertiente histórica es el trotskismo, que siempre se ha debatido entre una corriente más o menos sectaria de capillas de adoración a León Trotsky y otra corriente que ha buscado construir incidencia política y ligazón con las masas y sus luchas, intentando llevar a la práctica las reflexiones políticas del dirigente bolchevique. En el árbol genealógico tanto del MAS boliviano como del NPA francés hay diversos pero nítidos grados de influencia de ese trotskismo. El NPA es una fuerza nueva que lograr heredar un rico acervo político de luchas y reflexión. Su antecedente inmediato es la Liga Comunista Revolucionaria (LCR), nacida como respuesta al Mayo insurrecto del 68 y a la incapacidad del PCF de conducir en un sentido socialista el gran levantamiento popular de estudiantes y trabajadores(4). La LCR desarrolla un trabajo militante constante durante cuatro décadas. Cuando a mediados de los 90 se inicia una nueva fase de ascenso de la lucha de masas en Francia, la LCR estará allí como su principal intelectual orgánico colectivo(5). Las grandes luchas de los trabajadores, estudiantes e inmigrantes en el inicio del nuevo siglo, llevaron a la LCR a concluir la necesidad de construir un instrumento político anticapitalista más amplio que fuera la síntesis de los viejos militantes y los nuevos luchadores anticapitalistas que la lucha social estaba pariendo por miles. Así nace en 2008 el NPA. Los Principios y plataforma del NPA muestran la síntesis más avanzada existente hoy entre las tareas inmediatas, democráticas, y las tareas anticapitalistas. Podemos expresar esa síntesis en una frase: golpear al capital desde ahora, desplegando al máximo la energía de las masas por medio de movilizaciones de los asalariados y los oprimidos, tratando de hacer converger las luchas políticas y sociales en un intento de ruptura con el capitalismo y sus instituciones. Se trata de pequeños y medianos golpes en la medida que el nivel de organización de los trabajadores y la correlación de fuerzas lo permitan, pero sin etapismos ni “burguesías progresistas”, entendiendo que la lucha anticapitalista es un continuo y que no hay una muralla china que separe las tareas democráticas de las tareas anticapitalistas. En esta perspectiva, la participación electoral es concebida como una prolongación de las luchas de las masas en el terreno político-institucional y no como “el” escenario de la política. Es posible y necesario, y así lo demuestra la experiencia venezolana y boliviana, abordar esta dimensión de la lucha y darle otro sentido, popular y rupturista, distinto al de la política cortesana al que se ha acostumbrado y en el que se ha enmarañado irremediablemente la izquierda tradicional. Con sus definiciones, el NPA se revela programáticamente más avanzado que el PSUV venezolano y el MAS boliviano, que se han centrado en la lucha por reformas políticas, que aunque radicales apenas han tocado las relaciones sociales de explotación que subyacen a la superestructura política. En países donde la izquierda es débil y la dominación y hegemonía de la burguesía son extraordinariamente fuertes, la principal tarea política en la coyuntura de crisis global es organizar a las fuerzas anticapitalistas al calor de la lucha que los trabajadores libren por evitar que el costo de la crisis se descargue sobre ellos, procurando encabezar y politizar esas luchas, dirigiéndolas tanto contra los empresarios como contra los gobiernos, ya sea conservadores o “progresistas”, que defienden a los empresarios. Nuestras tareas Se trata de fijarse un rumbo. Explicar y convencer a los sectores más amplios de la justeza y legitimidad de que las mayorías expropien las ganancias y las redistribuyan, para que la crisis la paguen los ricos y los patrones y no los desposeídos. Para avanzar en este sentido se trata de hacer converger las luchas dispersas y darles una perspectiva anticapitalista como salida de crisis. Ello obliga a disputar la dirección del movimiento sindical a los sectores claudicantes y gobiernistas y dotar a los trabajadores de una organización democrática, antiburocrática y clasista y dispuesta al combate. Para esto es importante reactivar la memoria histórica. La de la autonomía del movimiento obrero de Recabarren, pasando por las luchas clasistas de Clotario Blest, hasta las experiencias extraordinarias de doble poder de los Cordones Industriales y de Comandos Comunales que, aunque efímeros, marcaron una práctica democrática de ejercicio del poder de los de abajo. Lección olvidada por la izquierda comunista, socialdemócrata y “progresista”-liberal. Hay que rescatar la memoria de los trabajadores del cobre contra la dictadura y las de los trabajadores de Good Year en los 80. Hay que inspirarse en las más recientes: las de los forestales, salmoneros y la de los subcontratistas del cobre. Todas ellas se enmarcan en la siempre nueva consigna: sólo la lucha nos convierte en seres libres. Sólo la lucha cambia el mundo y la vida. El programa debe ser la guía política que sintetice los principios socialistas con las luchas concretas que la coyuntura impone. Por pequeña que sea una lucha determinada, la orientación anticapitalista debe estar presente en ella, dándoles una perspectiva política a las demandas de los trabajadores y contribuyendo al desarrollo de en sus conciencias de un proyecto socialista antiburocrático y anticapitalista, es decir, socialista y democrático. La tarea de la izquierda y de los revolucionarios y demócratas consecuentes es trabajar por la convergencia de las luchas en el plano de las demandas económicas, ecológicas, de las mujeres, estudiantiles y de las naciones autóctonas en una perspectiva de salida y de ruptura con el capitalismo y con sus instituciones postdictadura. _____________________ 1. Michelle Bachelet, a la salida de la “Cumbre Progresista”, caracterizó al progresismo como “defensa del libre mercado”. El social-liberalismo podría ser caracterizado como liberalismo con una agenda de asistencia social destinada a comprar legitimidad política para el capitalismo. 2. Las comunidades de software libre, como por ejemplo la constituida alrededor del sistema operativo Linux, representan formas directas de producción y colaboración social, no mediadas por relaciones mercantiles y, en consecuencia, libres de alienación. Prefiguran, junto a otros esfuerzos colectivos, el socialismo del siglo XXI. 3. Uno de los componentes centrales de esta bancarrota política fue el convertirse, después de la debacle del campo socialista, en mendigos ideológicos de la burguesía, internalizando en forma acrítica el discurso liberal, expresado en esperpentos ideológicos como “valorar la democracia en sí misma”, lo que significó, en la práctica, su sometimiento a las reglas burguesas de la democracia burguesa. 4. El PCF se contentó con regatear del gobierno de De Gaulle algunas medidas menores, echando a la basura su acta de nacimiento como fuerza destinada a llevar a cabo la revolución socialista en Francia. Cuando la revolución estuvo frente a sus narices (con diez millones de trabajadores en huelga y 40 mil fábricas y empresas tomadas), el mismo Partido que luchó con las armas en la mano contra la ocupación nazi y el fascismo, retrocedió asustado. 5. De la LCR emergieron teóricos marxistas de la talla de Daniel Bensäid, autor de sugerentes ensayos, como el famoso “Marx Intempestivo”. Ariel Ignacio Cid y Ramón Poblete

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