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miércoles, 29 de enero de 2014

El fallo de La Haya. Declaración de la Unión Bicentenaria de los Pueblos, Capítulo de Chile



Compañeras y compañeros:

El primer elemento a considerar, es que los Estados nacionales están sometidos en el presente a acuerdos internacionales que regulan sus relaciones por encima de cada uno de ellos, tomando decisiones que relativizan la soberanía que se atribuye a cada Estado. Ello no es sino resultado de la mundialización del poder, en manos de un mínimo de personajes que tienen en sus manos el gran capital y han sabido conducir la política internacional en favor de sí mismos. El que haya cortes internacionales no es un triunfo de “la justicia” y la “imparcialidad” por encima de la arbitrariedad de casa Estado, sino que es un triunfo de los grandes capitalistas en su política por regular el planeta. Aun así, el Estado y la sociedad de Chile deben aceptar que el país está sujeto a un ordenamiento planetario del que no se puede restar y cuyas decisiones, ahora y en el futuro, deben ser acatadas, especialmente en relación a los problemas con países limítrofes.

En ese contexto, es una enorme ingenuidad que algunos sujetos crean en la soberanía y los valores de la patria, cuando las principales decisiones de ésta se toman o en los tribunales internacionales o en los herméticos clubes de los poderosos que dominan la tierra. Los gobiernos y agrupaciones políticas “nacionalistas”, que ocultan estas verdades, no son ingenuos sino mal intencionados, y echan a pelear a ciudadanos de una u otra “nacionalidad” cuando ni estos Estados ni su ciudadanía, controlan verdaderamente la economía y las relaciones internacionales.

El fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya ha resuelto una diferencia entre los Estados de Perú y Chile, en relación al uso de las 200 millas de mar que cada país sudamericano del Pacífico reivindica como propio de su soberanía.
No representa cambio alguno en la situación anterior, con respecto a las primeras 80 millas contadas desde el Hito 1 de frontera entre Chile y Perú. De ningún modo, introdujo cambio alguno en las fronteras terrestres, en contra de lo que se había especulado recientemente, ni en las normas de navegación marítima o aérea en el espacio marítimo. Es decir, los cambios afectan solamente la explotación económica que empresas diversas, pueden ejercer en cada área. Ello remite al origen del diferendo, que ha sido solamente un tema económico.

Se reconoce el derecho del Estado peruano a ejercer soberanía y uso económico exclusivo en un triángulo a partir de 80 millas contadas desde la costa, que anteriormente Chile reivindicaba como propio, a lo largo del paralelo que corre desde la frontera terrestre.

Este fallo solamente tiene una implicancia económica en cuanto al uso exclusivo que Perú puede dar al espacio que se le reconoce como propio. Los expertos han señalado que en el mar, a más de 80 millas de la costa, hay menores recursos biológicos que en las primeras 80 millas. Es decir, la explotación económica del espacio marítimo a más de 80 millas representa un volumen relativamente bajo de ingresos para la economía de cada país.

La explotación económica, a esas alturas del mar, sólo ha sido realizada por empresas pesqueras de alta tecnología: pesca de arrastre, barcos factoría. La pesca artesanal no se desenvuelve a esa distancia.
La pesca artesanal de Chile y de Perú, mantendrán sus propias zonas de explotación, y por lo tanto, sus propios problemas, ya que por igual, chilenos y peruanos son víctimas de la desleal competencia de las grandes empresas nacionales y transnacionales.

En el caso de Chile, debido a la ley Longueira, aprobada en el último día del primer gobierno de Michelle Bachelet, el mar se ha privatizado, quedando la pesca a la merced de las “siete familias” asignatarias de los mayores beneficios en el área.

La economía chilena bajo el sistema capitalista neoliberal funciona “por chorreo” y al ciudadano/a no le alcanza a llegar sino lo más mínimo de la explotación que unas pocas grandes empresas pesqueras realizan en las aguas en disputa.

La economía neoliberal ya ha perjudicado a los hogares de Chile. Con o sin fallo de La Haya, el tarro de jurel que hace 10 años costaba $ 200 hoy cuesta $ 800 y estará llegando pronto a los mil. Las pescadas que vemos en el terminal, la caleta o la feria, son de la mitad de tamaño a las que conocimos hace no muchos años. Y así, sucesivamente, cada vez se hace más caro comer productos del mar. La explicación última no está en el “calentamiento global”, sino en la sobreexplotación que la gran industria ha venido haciendo; a ello se suma la emisión de gases por el uso excesivo de energía en base a petróleo y sus derivados, que es la verdadera causa del “calentamiento global”, y se puede agregar que el mar se contamina más y más cada día, a causa de la eliminación de la basura, los desechos industriales y residuos humanos, que se vacían al mar a mayor o menor distancia de la costa.

Los gobiernos al menos desde 1973 en adelante han regido su política internacional en torno al objetivo de que los poderes a los que han servido, obtengan el mayor lucro en los negocios que éstos emprenden. Entre otros, el canciller Alfredo Moreno ha manejado la política en América Latina como un empresario más, con intereses centrados en hacer buenas negociaciones mercantiles en el Perú, lucrando con el retail y empobreciendo por parejo a las clases populares chilenas y peruanas.

La patriotería que las autoridades han desplegado en estos últimos meses, en torno al resultado del fallo judicial, oculta estos hechos de fondo: que en Chile la ciudadanía toda ha perdido la soberanía colectiva y sus derechos al buen vivir, a manos de las grandes empresas nacionales y transnacionales. Los gobiernos de Chile no han ejercido ninguna labor patriótica para controlar la voracidad del gran capital y defender a pescadores/as y consumidores/as. Nuestra ciudadanía ha quedado desde los tiempos de la dictadura (y sin cambios mayores desde el final de ésta), a merced de los grandes especuladores. No nos consta que la marina de Chile haya logrado limpiar las aguas territoriales, de la depredación de barcos extranjeros intrusos, pero sí que alguna vez se ha ensañado con pescadores como los de Mehuín, defendiendo con las armas del Estado los recursos de un clan económico de enorme poder.

Esperamos que tras el fallo, se apaguen los odios xenófobos alimentados por los propios poderes fácticos que depredan nuestros recursos. Esperamos que se termine el discurso patriotero que ha sido usado como elemento distractor y alienante para ocultar las raíces de nuestros problemas económicos y sociales.

Felicitamos a la ciudadanía ariqueña, que se ha manifestado por la defensa de la buena convivencia entre pueblos y Estados que se complementan y se necesitan.

Llamamos a orientar la atención de la ciudadanía de Chile, en torno a la defensa de los verdaderos intereses a que tenemos derecho, como es a ejercer soberanía real sobre las riquezas básicas del mar y de la tierra, que han quedado en manos extranjeras por una legislación que no protege al habitante del país. Es urgente reorientar nuestra atención ante el problema de la propiedad de las aguas, el cobre y demás riquezas que yacen en nuestro subsuelo, y sobre las cuales el país ejerce cada vez menos control. Es urgente cancelar la ejecución de todos los grandes proyectos que alteran la naturaleza y empobrecen al humano por el beneficio de unos pocos poderosos.

Los pueblos no podemos dejar nuestras relaciones en manos de gobiernos al servicio de los grandes capitales; estos nunca podrán emprender una política de diálogo, comprensión y reciprocidad para el bien común de las naciones. Por eso, nuestra Unión Bicentenaria de los Pueblos, Capítulo de Chile, llama a ejercer directamente nuestra Diplomacia de los Pueblos, fortaleciendo espacios de participación latinoamericanista como el ALBA de los Pueblos y toda iniciativa que surja de la creatividad de los trabajadores y trabajadoras de cada país, que vayan en beneficio de la armonía y fraterna convivencia con sus semejantes de Nuestra América.



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