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sábado, 22 de diciembre de 2012
El fin del mundo, según el apocalipsis maya
Fuente: La Jornada (UNAM) http://www.jornada.unam.mx/2012/12/19/opinion/023a1pol
Bernardo
Barranco V.
Científicos, astrónomos e investigadores han rechazado
la idea del fin del mundo, supuestamente vaticinada por los mayas entre el 21 y
el 23 de diciembre próximos. En diferentes partes del mundo han centrado su
atención y preocupación por las predicciones de una cultura mesoamericana
importante, de la que recién se repara en su existencia y legado. El pánico
ha crecido moderadamente en algunas regiones del planeta. Por
ejemplo, en Rusia, tuvo que salir el primer ministro, Dimitri Medvedev, a desmentir
la información de cataclismos y calmar a la inquieta población. En China
también se han sucedido compras de pánico y las autoridades han perseguido a
una secta de origen cristiano llamada Iglesia de Dios todopoderoso,
que persuade a sus miembros a entregarle todos sus bienes para prepararse para
el apocalipsis que, según ellos, se acompañará de la segunda llegada del
Mesías, en forma de mujer china. Compras de víveres, construcción de refugios
que soporten hecatombes y maremotos, así como las reservaciones en la Riviera Maya están al
tope esos días, ya que al parecer florece el turismo apocalíptico de aquellos
ciudadanos que quieren ver el fin del mundo en primera fila.
Más
que las hipotéticas predicciones mayas, lo que me parece notable es la
predisposición de la cultura occidental a las calamidades y a la idea del
próximo fin de los tiempos vía la fatalidad y la tragedia. Desde el
año 2000, con el advenimiento de un nuevo milenio, la cultura occidental parece
fascinada por la idea del apocalipsis y el acaecimiento de una catástrofe
inminente. Si bien es un tema presente en casi todas las religiones y
civilizaciones, Occidente ahora juega con la idea sicológicamente suicida del
fin del mundo, es decir, un estado de espera del fin de los tiempos, una
especie de vigilia por el apocalipsis. Los desastres naturales, como el
reciente devastador huracán Sandy en Nueva York, las crisis
financieras como las que ahora azotan Europa, las coberturas dramáticas de las
masacres, fuerzas caóticas, inquietantes y amenazadoras acechan y condensan una
sentencia: hay temores y alarma, pero al mismo tiempo anhelos de cambios
profundos, de fuertes sacudimientos de época. Antes era la amenaza nuclear,
ahora es la ecológica. En ambos la humanidad es responsable del desenlace. Sin
duda grupos religiosos inciden, especialmente los milenaristas, sin embargo, el
suceso colectivo va más lejos y tiene una fenomenología más compleja. La noción
apocalíptica de la historia viene del cristianismo y una noción lineal de la
historia. Efectivamente el cristianismo emerge del fin del mundo helénico y de
la noción de la historia como concepto rectilíneo que oscila entre la redención
y la salvación. El libro del apocalipsis como revelación y profecía de la
llegada del Mesías, por tanto, de la discontinuidad dramática de la historia.
La escatología es el juicio final como apunta Malcom Bull en su libro
compilado: La teoría del Apocalipsis y los fines del mundo, Fondo de
Cultura Económica, 1998.
En
contraparte la cultura maya tiene una noción circular del tiempo, lo que
significa que la historia en algún momento se repetirá o se recrea. Por ello,
es improbable una profecía sobre el fin de los tiempos en el calendario maya.
Como señala Patrick Johansson, profesor del Instituto de Investigaciones
Históricas de la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), tenemos en
primer lugar un problema epistemológico de un mundo como el nuestro que
quiere entender un mundo radicalmente distinto como el mesoamericano
prehispánico. Y sobre todo, la noción sagrada del tiempo circular de los
mayas y la incorrecta yuxtaposición judeocristiana del devenir. La supuesta
profecía maya del fin del mundo se originó a partir de una lectura errónea de
una inscripción hallada en un bloque jeroglífico incrustado en un muro,
conocido como el Monumento de Tortuguero, en el estado de Tabasco, sureste del
país. Esta interpretación viene desde los años ochenta. Por tanto, las
predicciones mayas son el resultado de aseveraciones que no están basadas ni en
la cultura maya propiamente ni en la ciencia, en particular de la astronomía.
Rigoberta
Menchú, en reciente conferencia en la sala Mayamax del Gran Museo del Mundo
Maya, en Mérida, se quejó de la manipulación de una cultura que sigue viva y
demanda respeto. Concretamente habla de sincretismos mercantiles y de lecturas
supuestamente científicas de antropólogos particularmente mexicanos. Los mayas
representan una cultura sofisticada en los cálculos y observación astronómica,
su manejo depurado de la matemática, inventaron el número cero que le
permitía conservar una noción mística del tiempo ligado a la producción
agrícola. Por ejemplo, en los equinoccios, los alineamientos solares durante
marzo y septiembre, los mayas expresaban que la serpiente de luz y sombra que
baja por la pirámide durante estas fechas anuncia el tiempo de preparar la
tierra para plantar el maíz. La serpiente es la conexión entre el cielo y la
tierra, y trae la energía del sol a la tierra para la siembra en la perspectiva
religiosa marcada por el animismo que vinculaban sus dioses con la naturaleza.
Más
allá del exótico masoquismo occidental, las profecías mayas de diciembre han
favorecido en el mundo entero el conocimiento de la extraordinaria cultura maya
y sus legados importantes. Coincido con la protesta de Juan Villoro, importa
más el actual y cotidiano apocalipsis maya, envuelto en la miseria, la
exclusión y la injusticia de cientos de comunidades indígenas que los vaticinios
catastrofistas. El fin del mundo se presenta como realidad cotidiana al
postergado indígena maya de nuestros días. Continúa el relegamiento, a
pesar del levantamiento armado de 1994, ahí sólo reivindicaban los derechos de
los pueblos indios y la dignidad de su cultura. Sin embargo, parecemos
empecinados en desaparecerlos y ser los verdaderos ejecutores del fin de su
mundo.
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