Para
lectura y difusión
Franck Gaudichaud
[traducción del francés de Viento Sur /
revisión María Piedad Ossaba -
Tlaxcala]
“Emancipación” (del latín emancipatio, -onis): Acción de liberarse de
un vínculo, de una traba, de un estado de dependencia, de una dominación, de un
prejuicio .
El laboratorio latinoamericano [1]
Desde hace más de una década,
América Latina aparece como una “zona de tempestades” del sistema-mundo
capitalista. La región ha conocido importantes movilizaciones colectivas y
luchas sociales contra los estragos del neoliberalismo y sus representantes
económicos o políticos y, también, contra el imperialismo; dinámicas de
protestas que han llevado en algunos casos a la dimisión o la destitución de
gobiernos considerados ilegítimos, corruptos, represivos y al servicio de
intereses extraños a la soberanía popular. El cambio de las relaciones de
fuerzas regionales, en el patio trasero de los Estados Unidos, se ha traducido
también en el plano político e institucional en lo que ha sido calificado por muchos
observadores como “giro a la izquierda” [2] (Gaudichaud, 2012) así como, en
algunos casos, en una descomposición del sistema de partidos tradicionales:
“A comienzos de los años 90, la
izquierda latinoamericana agonizaba. La socialdemocracia se adhería al más
desenfrenado neoliberalismo. Sólo algunos embriones de guerrillas y el régimen
cubano, superviviente a la caída de la
URSS en un período de penuria denominado “período especial”,
rechazaban el “final de la
Historia” tan querido por Francis Fukuyama. Después de haber
sido el laboratorio de experimentación del neoliberalismo, desde comienzos de
los años 2000 América Latina se ha convertido en el laboratorio de la
contestación al neoliberalismo. Han surgido oposiciones en América Latina, con
formas diversas y desordenadas: revueltas como el Caracazo venezolano (1898)
[3] , ahogado en sangre, o el zapatismo mexicano, luchas victoriosas contra los
intentos de privatizaciones como las guerras del agua y del gas en Bolivia, y
también movilizaciones campesinas masivas como la de los cocaleros bolivianos y
los sin-tierra brasileños. Entre 2000 y 2005, seis presidentes fueron
derrocados por movimientos llegados de la calle, principalmente en su zona
andina: en Perú en 2000; en Ecuador en 2000 y 2005; en Bolivia, tras la guerra
del gas en 2003 y en 2005; además de una sucesión de cinco presidentes en dos
semanas en Argentina, durante la crisis de diciembre de 2001. A partir de 1999 se
han constituído gobiernos que se reivindican de estas resistencias. En poco más
de una década, más de diez países se han inclinado hacia la izquierda,
sumándose a Cuba donde los hermanos Castro siguen estando en el poder. Llevados
por estos poderosos movimientos sociales, nuevos gobiernos de izquierda con
trayectorias atípicas se han instalado en el poder: un militar golpista en
Venezuela, un militante obrero en Brasil, un sindicalista cultivador de coca en
Bolivia, un economista hostil a la dolarización en Ecuador, un cura de la Teología de la Liberación en
Paraguay...” (Posado, 2012).
Aunque el tema del “socialismo
del siglo 21”
es reivindicado por líderes como Hugo Chávez, la región no ha conocido
experiencias revolucionarias, en el sentido de una ruptura con las estructuras
sociales del capitalismo periférico, como fue el caso de la revolución
sandinista en Nicaragua, el castrismo en Cuba o, en cierta medida, el proceso
de poder popular durante el gobierno de Allende en Chile. Sin embargo, en un
contexto mundial difícil, caracterizado por la fragilidad relativa de las
experiencias progresistas o emancipadoras, las organizaciones sociales y
populares latinoamericanas han sabido encontrar los medios para pasar de la
defensiva a la ofensiva, aunque no siempre de manera coordinada. Haciéndose eco
de las reivindicaciones de las y los “de abajo” y/o al comienzo de la crisis de
hegemonía del neoliberalismo, algunos gobiernos llevan a cabo políticas con
acentos antiimperialistas y reformas de gran envergadura, sobre todo en
Bolivia, en Ecuador y en Venezuela. Más que un enfrentamiento con la lógica
infernal del capital, estos gobiernos se orientan hacia modelos
nacionales-populares y de transición post-neoliberal, de vuelta al Estado, a su
soberanía sobre algunos recursos estratégicos, en ocasiones con
nacionalizaciones y políticas sociales de redistribución de la renta dirigidas
hacia las clases populares, pero manteniendo los acuerdos con las
multinacionales y las élites locales (ALAI, 2012). En estos tres últimos países
se han desarrollado también los mayores avances democráticos de esta década en
el plano constitucional, gracias a innovadoras asambleas constituyentes; un
contexto que ofrece nuevos espacios políticos y un margen de maniobra creciente
para la expresión y la participación de los ciudadanos. El “progresismo
gubernamental” se viste a veces también con el ropaje de un social liberalismo
sui generis , en particular en Brasil (y de manera diferenciada, en Argentina),
combinando una política voluntarista y de transferencias de rentas
condicionadas, destinadas a los más pobres, favoreciendo a las élites
financieras y al agrobusiness .
SEGUIR LEYENDO:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=165320
No hay comentarios:
Publicar un comentario